Batirtze Ros. Foto: Helen Mp.

Hola, por las redes sociales me conocen como Batirtze, me gusta más que Beatriz, mi nombre verdadero. De vasca tengo poco, nací hace 38 años en el barrio de Patraix y aquí sigo, resistiendo. Hubo un tiempo que también viví en museos diversos del Ayuntamiento de Valencia, un trabajo muy gratificante hasta que, tras cinco años, empezamos a dejar de cobrar, la empresa entró en bancarrota y tuvimos que esperar unos cuantos años más a que el FOGASA nos diera algo, más bien poco. Para entonces, ya vivía entre libros y tenía otra casa, la Casa del Libro… Paralelamente, cursé un ciclo Superior de Turismo hasta que descubrí que, en realidad, me gustaba más viajar a mí. Viviría en una playa con sol siempre, pero como eso no es posible, pues me dedico a leer, sobre todo, novela gráfica y narrativa.

Está bien que me hayan dejado quedarme en la librería, así tengo la impresión de que vivo de mi principal hobby. Como me gusta aconsejar a la gente lecturas, la librería es casi mi biblioteca, sin carnet ni nada. Tengo un imán especial para los blaveros, se vuelven locos y se rasgan las vestiduras gritándome: ¿por qué todos los libros están escritos en catalán y no en valenciano? He aprendido a hacerme la loca (o la cuerda) y a responder cosas tipo: ¿será porque la inmensa industria editorial está en Cataluña y no aquí? De todas formas, dudo que consideren valenciano los textos editados por aquí. Cada vez que se acercan las Navidades, tiemblo, la gente en esta época está más nerviosa. Por ejemplo:

Clienta: Hola. Venía a por el Cartabón y la Gemita maravillosa.
Pausa.
Yo: ¿Se refiere a Los Compas y el Diamantito legendario?
Clienta: Eso. (Risa nerviosa)
Yo: Vale.  (Orinada viva mientras voy a por el libro)

Lo de la novela gráfica me llevó a la ilustración, me pasaría la vida viendo ilustraciones, a ser posible, claro, tumbada en la playa. Me gusta la ilustración al aire libre, colecciono arte urbano, bueno, le hago fotos a las paredes con mi buen amigo Gabi Guiñón; y la ilustración en espacios cerrados, otro amigo me llama Lady Eventos porque voy a todas las inauguraciones de Valencia, no solo a comer. Si no hubiese nacido en Patraix, podría haberlo hecho también en un Festival de Música.

Un disco: Esta pregunta es muy fácil, The Queen is dead, de The Smiths. Generacionalmente, no me corresponden, pero mis primos, Juan y Chelo, y mi hermano Carlos me machacaron hasta que me educaron musicalmente. Al final, lo medio consiguieron. Todo empezó una tarde que yo llegaba del cole y mi hermano, estaba con su amigo Santi trasteando con el equipo de música de mi padre, un Lenco. Estaban versionando Nadadora de Family… En el equipo de música sonaba habitualmente blues o jazz, los gustos de mi padre. De aquello, pasé ya a ir a festivales, me pasé por el FIB en su época gloriosa, entre 1999 y 2009, donde disfruté de grupos que nunca habría imaginado que podría ver en directo: Primal Scream, Tindersticks, Enrique Morente, Leonard Cohen, Morrissey… Bueno, este último no lo vi, que se suspendió y casi me da un jamacuco.  Aunque me fui a verlo a Londres para compensar el mal trago pasado ese mismo año, con mi sista Helen MP.

Hoy en día sigo yendo de festivales, aunque reconozco que sobran muchísimos. De mi hoguera personal, salvaría el Primavera Sound, el BBK o el Vida. El resto podrían llamarse “EL FESTIVAL” (esto es idea de mi sista la Helen MP), donde siempre tocan los mismos grupos pseudo-indies, una y otra vez, año tras año…

Una película: Esta pregunta es más complicada, pero me podría quedar con tres: Bailar en la oscuridad, La princesa Mononoke o Lost in Traslation. Todas de llorar. Me lo tengo que hacer ver. Este inverno pasado estuve revisando bastante cine clásico (era algo que tenía pendiente) y me rendí a Luces de la ciudad de Charles Chaplin, que final más increíble, o Eva al desnudo, preciosa.

Un montaje escénico: En general me gustan mucho la programación de la sala Ultramar. Recuerdo algunas obras maravillosas como Querencia de Paco Zarzoso, Lúcid dirigida por Xavier Puchades, o una de marionetas, Parias, de Javier Aranda.

Una exposición: De las más recientes, me impactó mucho la de Vinz y la de Okuda en el Centre del Carme. Recuerdo con mucho cariño la que hicieron ya hace años en la Nau sobre Josep Renau y, obviamente, todas las que se hicieron mientras estuvo abierta le mejor galería de ilustración de la ciudad, Pepita Lumier.

Un libro: Aquí, escoger es imposible. Voy a hacer de librera y aconsejo algunos: Expiación de Ian McEwan (he llorado con pocos libros, este fue uno de ellos); La Historia del Amor de Nicole Krauss, cualquiera de Jaen Austen, o cómo olvidarme de Jane Eyre de Charlotte Bronte… O El Club de los Canallas de Jonathan Coe… O… Bueno, paro. Tengo que admitir que también caí en las garras de Murakami un tiempo y, de todo lo que ha escrito, La muerte del Comendador me parece lo mejor. Y paro, ahora sí.

Una serie: Las Chicas de Oro, porque me recuerda a mis abuelos, la veía con ellos. Yo no acababa de entender muchas cosas, pero me gustaba ver como mi abuelo se reía con Sofía. Casi me gustaba más mi abuelo que la serie. Después, me enganché a Friends y, de vez en cuando, tiento la melancolía viendo capítulos sueltos en Netflix mientras como. De las últimas que he visto, Fleabag, me pareció chulísima, lástima que no vayan a hacer más temporadas… Y esta semana, acabé la segunda temporada de The End Of The Fucking World, increíble…

Una serie de animación: Soy de la generación de la época de oro de Tele 5, de cuando empezaron a poner dibujos japoneses anime a lo loco. Recuerdo el ritual tras la llegada del cole, merienda preparada y encender la tele. Había una serie que se llamaba Piruetas, su protagonista se llamaba Valentina y hacía gimnasia rítmica, me tenía flipada. De mayor traté de ir al gimnasio y no era lo mismo. También pertenezco a la generación de la Bola del Drac y el Doctor Slump, en TV3. Después me gustó mucho Cowboy Bebop, tenía un rollo retro súper guay, esta serie es de cuando iba la universidad.

Una revista: Mi hermano, otra vez él, me pasaba sus Rockdelux. Para entrar en su cuarto había que sortear un muro de papel. Cuando se marchó a Londres, me vi en la obligación moral de seguir comprándola. Y así lo hice, se convirtió en mi revista por herencia fraterna, aunque estuve engañándola un tiempo con el Mondosonoro. Un día, me mudé e hice limpieza, solo me guardé algunas. Curiosamente, tengo una portada enmarcada de Morrissey que nunca me compré y que me regalaron hace unos años. Ahora solo leo agendas como AU, para estar al tanto de lo que pasa por aquí cerca, y la Verlanga… Me encantáis porque estáis en todos los saraos, donde de hecho nos solemos encontrar… Es por eso que me habéis dicho que dé hoy la brasa aquí, ¿no?

Un icono sexual: Doña obviedades, Paul Newman, estaba demasiado bueno. Y como eso de los iconos va a días, Idris Elba o Maarten Devoldere (el cantante de Warhaus o Balthazar), tampoco están malamente.

Una comida: En otra vida quiero ser sushi. Cada cierto tiempo, si la economía lo permite, me doy buenos homenajes. El último, en el Nozomi. Pero el sushi no es nada al lado de la tortilla de patatas de mi abuela María o las croquetas de mi abuela Iluminada. Sabores que guardo con cariño, aún hoy, en mis papilas gustativas.

Un bar de Valencia: De un tiempo a esta parte, Splendini bar y discos, es otra de mis casas, si no estoy en la de Patraix o en la de los libros. Me tratan como si fuera de la familia, todos ellos: Mardi, Jordi, Helen, Helen Welles, Visen Ramone, Mame Ortiz…

Una calle de Valencia: Me encanta la calle de la Paz porque tiene unos edificios espectaculares… Vale, es la típica que suele decir todo el mundo, pero también me encanta la zona del Mercado de Colón, calle Jorge Juan etc., pero para que nos vamos a engañar, mi lugar favorito de la ciudad es la Plaza de Patraix, siempre me gusta cruzarla camino a  casa.

¿Con quién te tomarías un vermut? Pues me encantaría tomarme unos cuantos con David Caraben, o con Ian McEwan, o Jonathan Coe, o con los tres a la vez. Me hubiera encantado decir Morrissey, pero como ya hace tiempo que se le ha ido la pinza… Lo siento, Morrissey, llegas tarde. De aquello nuestro, solo nos queda la música.