Dara Buj.

Soy Dara Buj. No es mi primer apellido, sino el segundo y es que lo cambio todo: el orden, los nombres de mis amigos, la carrera, los ingredientes (sobre todo de la paella, ¡zas! Un fallero menos), las frases hechas, el pelo aunque desde hace un par de años lo llevo al natural, 41 años ha costado desmelenarse y le gusta incluso a mi padre. Y, por supuesto, las bragas.

No sólo soy Dara Buj sino también Cocino, que además es lo que hago a diario. Hace un tiempo cambié de vida, cómo no. Se lo recomiendo a todo el mundo, antes que una crema hidratante o beber más agua; es imprescindible dedicarse a lo que te haga perder la noción del tiempo pues, por desgracia, empleamos gran parte en trabajar para cubrir las necesidades básicas. Y a una de ellas me dedico: la comida. Es lo único que no he cambiado desde que me dejaron encender el fuego, cocinar. Comencé creando un café especial, una taza de café solo con más especias que el contenido de un sobre de azúcar… pobre abuelo, mi primera cobaya. La cosa evolucionó y puedo decir orgullosa que cuando me independicé, a mi madre le subió el colesterol. Entre tanto, fui casi nadadora profesional, podría haber ganado los Juegos Olímpicos de Atlanta en tiro con arco, casi consigo el triunfo de los 200 metros lisos para mi colegio pero lo di todo en los 100 primeros y me tuvieron que asistir, eso sí, en la meta. Luego llegó la universidad, Arquitectura Superior, y me dispersé. Luego otra y otra y así hasta 4 probé, y no me fue mal, ¡en Diseño Industrial saqué un libro con una profesora! Es sólo que… cambio. Y así, volví a cocinar de manera profesional.

Como Cocino, cocino para todo el que quiera cuidarse. Cocino a domicilio. Juan Llorca y Melisa de Nutrikids, me dieron la oportunidad de dar las cenas a la familia con la que trabajo desde hace más de un año y no concibo otra forma de ejercer esta profesión. Hoy ya son dos familias las que confían su alimentación en mí, ambas de deportistas profesionales cuya identidad no desvelaré jamás (siempre había querido decir esto).

En mis ratos libres también cocino, soy una de Las Dos, catering de cocina saludable informal, para “petits comités”, junto a mi amiga Maite a la que conocerán como Caterineta. Me relaja mucho hacer las “publis” del catering al que tenemos en modo pausa por falta de tiempo. Por favor, inténtelo de nuevo más tarde, disculpen las molestias.

Creo que voy a necesitar otro folio, acabo de darme cuenta, he perdido capacidad de síntesis.
Cuando recibí la propuesta de Verlanga me bloqueé, como cuando llamaba el padre de mi exjefe: “¿Está Jesús? Soy su padre”. Y, por un instante, pensaba, ¿en serio?. Y no porque hayan escrito Berlanga con uve, sino porque cada vez que alguien me pregunta algo en concreto, mi cerebro entra en colapso y no se me ocurre nada. El caso es que no he podido contestar tal y como pedían, “un o una” porque hay “muchos o muchas” y, porque a estas alturas, entenderéis que algo tenía que cambiar.

Un disco:​ El que apacigüe la fiera interna y siempre lo consiguen: Él (Xema) con su guitarra que me conoce mejor que yo, Elizabeth Cotten, Chet Baker & Crew, Nick Drake, A Wasteland Companion de M. Ward, Deseret Canyon de William Tyler, Morning Phase de Beck o Everyday robots de Damon Albarn.

Destacaré uno que cuando lo escuché en vinilo, caí rendida a los pies de Bowie, el Transformer de Lou Reed. Y el Marque Moon de Television, con el que aprendí a tocar el bajo.

Para cocinar, Kind of Blue de Miles Davis, Django Reinhardt, música tradicional italiana o griega como la famosa Danza de Zorba de Mikis Theodorakis, para ligar una salsa viene de perlas y, cómo no, Erik Satie.

Una película:​ Por pases, Grease, porque cada mañana antes de ir al colegio, le pedía a mi abuelo que la pusiera. Es lo más cerca de ser fan que he estado, bueno, y cuando me hice una foto con Supergrass, con los que compartimos cartel cuando maltocaba las teclas con Ciudadano, para inmortalizar el momentazo en el que hice buen uso de mi inglés y felicité el cumpleaños a uno de los miembros con un “Happy Christmas!”. Como embajadora… no me veo. Broken Flowers de Jim Jarmush, Con faldas y a lo loco de Billy Wilder, Escuela de sirenas con Esther Williams y Ethel Smith, Amanece que no es poco o Armas de Mujer, entre otros muchos peliculones que ya todos sabemos.

Un montaje escénico:​ Una orquesta sinfónica, el mayor espectáculo del mundo. Más de 400 elementos entre instrumentos y sus sonidos, atriles, músicos, fracs, pajaritas, batuta, director y sus bailes. Como cada domingo, mi abuelo me despertaba agitándome el dedo gordo del pie, al ritmo del Vals de las Flores de Tchaikosvsky o el Bolero de Ravel que, bien, algo suave, pero ¿y cuando tocaba zarzuela? ¡Ah, no, abuelo, esto tiene que acabar! Y esto en casa, a través de unos altavoces, ¡imagínate en directo, para que te estalle la cabeza! ¿Hay algún concierto hoy?

Una exposición:​ Valdelomar en el CAAM, no por la instalación sino por la persona. Una de muñecas antiguas (terroríficas) en Es Baluard o cualquiera que contenga un original de Van Gogh, la primera vez que vi uno en directo, me quedé pegada.

Un libro:​ La tourneé De Dios, de Jardiel Poncela; La hierba roja, de Boris Vian y Lamentaciones de un prepucio, de Shalom Auslander creo que son mis preferidos junto a los libros de cocina. Adoro sus ediciones, son inspiradores, mi enciclopedia, aunque no haya hecho más de tres recetas de todos los que tengo y son muchos (sí, de esas tres recetas cambié algún que otro ingrediente).

Una serie: ​Nombraré algunas (obviando las clásicas como Frasier, que a quién no le gusta o The Sopranos…) The Young Pope (grande Sorrentino), Peaky Blinders (qué música, qué vestuario, qué personajes), Girls (nunca fui tan chica desde entonces y también me sentí muy mujer cuando vi Big Little Lies (música, escenografía, ¡incluso Meryl Streep!)), Bored to death (no he podido reír más), Freaks and Geeks (perfecta), Transparent (música, sensibilidad, tolerancia), Fargo (impecable), Mad Men (grande y larga), Better call Saul (spin-off que logró engancharme, no como su predecesora). Y me quedo con la música de créditos de Succesion (maravillosa).

Una serie de animación:​ Ahora Rick & Morty e Historias Corrientes y cuando era más pequeña si cabe, Érase una vez la vida y La pantera rosa (nino nino nino nino nino nino noní… nanino nino nino nino no ní… nino nino nino ní, así la cantaba, lo siento Mancini, la culpa es de la EGB que empezó tarde a enseñarnos inglés).

Una revista:​ Estoy desenganchada del mundo “revistil” porque hay más publicidad que contenido, desde Teleindiscreta que no compro revistas. Pero ojearlas si estoy esperando, todas, excepto las de caza que me dan repelús. Desayunando me paseo por: Jot Down, Verlanga, AD, Yorokobu o Gràffica.

Un icono sexual:Brigitte Bardot, nadie puede superar ese cuerpo aunque no me acostaría con ella, para eso igual mejor James Franco o Jude Law, Sam Elliott o el traficante de la serie Good Girls, Manny Montana.

Una comida:​ Sin discusiones.

Un bar de Valencia: ​Por sus cañas, Bar Ricardo (y su ensaladilla), Aquarium (en este caso por sus margaritas) y Ostras Pedrín. Para comer, siempre la barra del Barbados. Para tomar una cerveza, las opciones son claras y no por orden de aparición que además tengo el gusto de compartir vivencias con sus creadores: Centro Excursionista Bar (su música, su escenario, los carteles, las propuestas, sus cañas bien tiradas…), Splendini Bar (Mardi el grande y ¡qué local!), El 5 Café Bar (Juanvi, entero él), El Bajo Bar (buena gente, local precioso y abren los “findes” a la hora del vermut). Y, el bar más próximo a casa, Manicomi, nombre muy acorde con lo que pasa ahí dentro.

Una ​calle de Valencia​: ​Cualquiera con árboles gigantescos.

¿Con quién te tomarías un vermut? Me tomaría una cerveza con mucha gente que, lo mismo, prefiere el vermut como: Gabrielle Chanel, Luis Buñuel, Saul Bass, Margarita de Inglaterra, René Magritte, José Luís Cuerda, al que tuve el placer de conocer en nuestro primer gran catering y que se iba pronto al hotel pero al ver la que habíamos montado, se quedó “un ratito más”. Con Roman Polański, Diane Fossey, Catherine Keener o Leonardo da Vinci con el que intercambiaría recetas…
Menos mal que no preguntáis por restaurantes o viajes.