Eva Mengual. Foto: Maite Bäckman.

En un primer momento pensé en decir que no cuando me ofrecieron hacer este vermut. Como lectora lo sigo por puro morbo (para mí es como ver las casas de los famosos en el Hola) y por otro lado nadie sabe quién soy y viven muy tranquilos así. Pero luego le di dos vueltas y me pareció de lo más pedante negarme, así que allá voy (he visto que los vermutianos en sus respuestas se mueven entre las obviedades e intentar ser originales, imagino que haré un mix de las dos cosas):

Soy Eva Mengual también conocida como la Menguala (esto es cosa de mi amigo Darío pero se ha extendido). Desde hace 10 años tengo un taller de impresión y encuadernación artesanal en la calle Cádiz que se llama la seiscuatro, y supongo que es por eso por lo que me ofrecieron hacer este vermut. Me dedico a hacer las cosas importantes de la vida, que son las que no sirven para nada. Encuaderno pequeñas ediciones de libros muy cuidadas, hago ejemplares únicos, alargo la vida de los libros, utilizo maquinaria de imprenta ya obsoleta para conseguir resultados que no conseguimos con las máquinas de ahora, y todos los viernes por la tarde doy un curso de grabado, y es el día que más me divierto y que más me canso de la semana. Cuando alguien me pregunta que a qué me dedico le digo que me encargo de hacer todos esos trabajos de imprenta que nadie quiere hacer. Hay quien piensa que soy cara, pero es mentira.

 

Una canción:

Estoy muy Nina últimamente, «Ain’t got no / I got life«.

Una película:

Que me vengan ahora a la cabeza, Tres anuncios en las afueras, pero es que de esta actriz me gusta todo. Inside Llewyn Davis no la he borrado todavía del disco duro y cada vez que viene alguien a casa se la pongo, supongo que es porque me gusta. Un dios salvaje, la pusieron en un Alvia Madrid – València y era la única que se reía de todo el tren. Todos los musicales de antes, My fair Lady, Cantando bajo la lluvia, Sonrisas y lágrimas, Siete novias para siete hermanos…, las veía en bucle de pequeña cuando me ponía mala.

Un montaje escénico:

Vaya pregunta rara. Pues creo que nunca he visto una obra de teatro, danza, circo (odio el circo), ópera, performance (peor que el circo) que me haya gustado de verdad. Voy a perder varios amigos y alumnos cuando lean esto.

Una exposición:

Louise Bourgeois en el Guggenheim de Bilbao, la vi con Juanjo López y con mi amiga Susana Blasco, salimos de la expo con un nudo en la garganta. Robert Adams hace unos años en el Reina, a mí que la fotografía me resbala bastante (más bajas de amigos) pero este señor habla de las personas a través del paisaje, qué cosa más complicada y menuda sensibilidad para hacerlo, ¿no?. William Kendridge en el Reina también, me quedé sin el catálogo, se agotó antes de que quitaran la expo. La de Fra Angelico en el Prado, acababan de restaurar la Anunciación y creo que nunca he visto algo tan bonito como esas alas. En breve la de Anni y Josef Albers en el IVAM, todavía no la han inaugurado pero estoy deseando verla.

Un libro:

El buda de los suburbios, de Kureishi, creo que nunca me he reído tanto. De los de mi infancia (hace mucho que no los leo pero todavía los tengo presentes) cualquiera de Roald Dahl, la poesía de Gloria Fuertes (menudo mujerón), y los del pequeño Nicolás de Goscinny – Sempé (nos los leía mi madre para dormir y se partía, creo que en realidad los leía para ella.)

Una serie:

The Deuce, Fargo, La maravillosa señora Maisel, The Crown. Los Soprano, me costó dios y ayuda pasar de la primera temporada pero la vi hace mil años y todavía la tengo presente, supongo que es porque es una buena serie.

Un podcast:

No sé qué es eso.

¿Quién te gustaría que te hiciera un retrato?

Velázquez, no jodas.

Una comida:

Un calamar de playa a la plancha, unas tellinas, un par de ostras, el tomate bien aliñao en verano y de postre sandía, un arroz al horno, uno caldoso con pollo y alcachofas. Unas alcachofas fritas, una fritura de pescado, los salmonetes, las palayas, los guisantes con su huevo escalfado, los huevos fritos con patatas también fritas (comida de pobres pero que en realidad es de ricos), el chuletón de kilo poco hecho con ensalada para desengrasar, las gildas, la fabada en Asturias, el cocido valenciano de mi madre de Albacete, los pasteliños de Belém en Belém. El arroz negro que comí en Tenerife, los espetos delante de la playa en Málaga, el atún en Barbate, los buñuelos de mi abuela en el día de San José. Mi tía dice que tiene la receta pero no me lo creo, no los he vuelto a probar.

Un bar de València:

El de los amigos Splendinis. Además de ser amigos y tienda de discos, es un bar donde pasan cosas.

Una calle de València:

La calle del Portal de la Valldigna, donde estuvo la primera imprenta de España y en la que hay una placa de lo más emocionante que dice: «A los introductores en Valencia del arte civilizador de la imprenta…». Esta calle es parada obligatoria cuando vienen amigos a la ciudad por primera vez.

Un lugar de València que ya no exista:

Pepita Lumier, Empaperart, Cadascú, El Calypso, Magatzems, el Slaughterhouse de antes. Es flipante que un proyecto cultural pague los mismos impuestos que cualquier otra empresa. Por otro lado, echo de menos los saraos, los lugares de parroquianos y la música alta.

¿Con quién te tomarías un vermut?

Con mis amigos, tengo muchas ganas de verles.