Javier Lacasta. Foto: Juan Terol.

Me llamo Javier Lacasta Llácer, tengo 45 años y siempre que puedo alardeo de haber nacido el 1 de noviembre, de que en una foto de Ron Gaella del 74, donde sale Elvis, aparece en primer plano un hombre con mi cara, y de mi extraordinario parecido con el flautista James Galway en los 70, como podéis apreciar en la portada del disco Flöte Virtous. En mi caso, parece ser que tengo rostro para compartirlo… generosamente.

Si metiéramos en cajas distintas el tiempo que invertimos en diferentes cosas a lo largo de nuestra vida, mis tres cajas más grandes serían las de tiempo invertido en dibujar, en improvisar y tocar música con amigos muy cercanos y en estar con la gente que aprecio.

Vivo profesionalmente de la ilustración desde hace 21 años. He realizado encargos de ilustración infantil, juvenil y adulta, tanto dentro del mercado publicitario como del mercado editorial.

Mi profesión me ha aportado muchas cosas buenas, pero también me ha marcado la gran diferencia entre la ilustración que me encarga un cliente, con una intención muy definida, ya sea de ilustrar un texto, o una campaña, podéis ver muestras aquí  y el dibujo que hago por mi cuenta, en mi tiempo libre, que no me encarga nadie y que siendo libre, sin buscar intencionadamente ilustrar nada en concreto, parece que siempre termina contando algo. Podéis ver muestras aquí.

Mi relación con la música, mi segundo gran cajón de tiempo, nunca ha sido profesional. He formado parte de varios grupos de rock como Lola Puñales en los 90 y Lülla hasta la fecha. En ambos el trabajo compositivo se basaba en la selección y pulido de improvisaciones realizadas en el local. Con Lülla llegamos a componer y editar tres discos dentro del sello valenciano Malatesta Records, que podáis escuchar aquí.

Tanto en el dibujo, como en la música, opino que la regla que reza “menos es más” es un acierto total. He pasado años intentando ser en ese sentido lo más sintético y concreto que he podido. Sin embargo, en otros campos de la vida, ese axioma creo que no funciona. Soy de la idea de que en según que ocasiones, la calidad está muy estrechamente relacionada con la cantidad. Esta idea me ha llevado a debates interminables (magníficos, por largos y abundantes) y además me hace imposible responder a las siguientes preguntas solo con una respuesta. Como dice mi amigo Manero, “si decides, renuncias”.

Un disco: Calidad y cantidad de talentos:

Siempre soñé con ser productor y poder organizar discos en los que unir a varios artistas. De esa manera, pensaba que uniendo una cantidad de talentos por necesidad se obtendría un disco de buena calidad.

Así que,  si tuviera que elegir un disco, me gustaría  escoger uno soñado, en el cantaría Raffaella Carrá a dueto con Nick Cave, los dos como vocalistas y letristas, Sheila Escovedo (de Prince) a las percusiones, Bernard Edwards (de Chic) con el bajo, Laurence Tolhurst (de The Cure) a la batería, como en los primeros 80, Jaz Coleman (de Killing Joke) a los teclados,  a los coros masculinos y guitarras rítmicas Peret con Manolo Caracol y a los coros femeninos, las Grecas.

Una película:  Calidad y cantidad de producción:

Porque es en la cantidad donde creo que muchas veces podemos encontrar la calidad, me quedo con la filmografía como guionista de Rafael Azcona. En general todas para reír acerca de cosas sobre las que bien se podría llorar. El pisito, El verdugo, Plácido, La escopeta nacional, y un largo, cuantioso y excelente etcétera.

Un libro: Calidad y cantidad de horas invertidas:

Aprender a dibujar con el lado derecho del cerebro, de Betty Edwards. A pesar de nombrar solo un título en este caso, que por cierto fue muy importante en mi vida, este libro no sirve de nada si luego no inviertes una gran cantidad de horas dibujando y haciendo los ejercicios que plantea. Así que, de nuevo la regla calidad-cantidad funciona.

Una serie de tv: Calidad y cantidad, por razón de ser:

Me encanta el formato serie. Decenas de capítulos de la historia que más te esté atrapando en ese momento esperando a ser vistos. Para mí es un placer indescriptible. No puedo decantarme por ninguna, me quedo con el equipo “sofá” – “serie que te guste” – “tiempo”

Una serie de dibujos de tv: Calidad y cantidad de disparates:

Dr. Slump –  Akira Toriyama – 11 películas, 243 episodios entre 1981 y 1986 y 74 episodios entre 1997 y 1999. En esa gran cantidad de capítulos opino que se encuentra una de las joyas con más calidad de la animación televisiva de todos los tiempos.

Una revista: Calidad y cantidad en un movimiento cultural:

De nuevo en este caso, decidir es renunciar, así que me quedo con la gran cantidad de publicaciones de cómic de los 80, nacionales y extranjeras, grandes y pequeñas, con gran calidad, que tuvimos la gran suerte de que se publicaran en este país. Madriz, Cairo, Víbora, Cimoc, Metal Hurlant, Metropol, Arrebato, Los Sotanos, Medios Revueltos, …

Un icono sexual: Calidad y cantidad de chispas mentales:

Me remito a mi despertar en los 80 y confundo imágenes de Eva Nasarre y su pandilla con lycra, grandes exuberancias latinas con Azúcar Moreno, coreografías de lentejuelas en el 1, 2, 3, estrenos televisivos con Raquel Welch en Viaje alucinante, Claudia Cardinale en Hasta que llegó su hora, Sofía Loren en todas, …

Una comida: Calidad y cantidad de alegría:

Nada comparable al bufet libre del Balneario de Arnedillo.

Un bar de València: Calidad y cantidad de amigos:

El Sorbo y el montón de amigos que nos vimos durante dos décadas ahí, hasta que se jubilaron María e Iñaki, sus propietarios.

Una calle de València: Dudo entre dos, una es la calle Cádiz que es donde trabajo, ahí viví durante muchos años, haciendo esquina con la calle Centelles, que es donde estaba El Sorbo. Muchos de la pandilla terminamos viviendo ahí, he tenido a los mejores vecinos y tengo los mejores cafés con Juan Terol. Otra es la plaza del Mocaoret, ahí viví un tiempo con alguien muy muy especial.