Foto: Lucía Sáez

Foto: Lucía Sáez

Tras varios intentos fallidos de prepararme para ser una persona de bien en Derecho y Empresariales, me formo para ser actor en Valencia y Londres y quedo pillado en la interpretación y en la producción de Artes Escénicas hasta hoy; y ya hace de eso más de cuatro décadas. Así que desde 1982 soy profesionalmente bipolar porque trabajo dentro y fuera de la escena de forma simultánea.

Desde 1995 gestiono Arden Producciones SL y desde 2011 la Sala Russafa de València. Me gusta compaginar de vez en cuando el teatro con el cine o la TV, que son medios muy diferentes y eso artísticamente enriquece mucho (y no, no estoy hablando de dinero). Me tomo mi tiempo a la hora de elegir, ¡así que podréis haceros una idea de lo que me ha costado responder a este cuestionario-vermut!

Una canción:

Dos canciones. Be thankful for what you’ve got de Massive Attack (2012) y Shiny happy people de REM y Kate Pierson de The B-52’s. La primera me recuerda el carpe diem que tengo en mi perfil de whatsapp y la segunda lo mucho que necesito rodearme de gente con luz (y la reivindicación que esconde el tema).

Una película:

Como buen poliédrico soy un compendio de muchas, pero me decanto por lo clásico, como tantas veces, en tantas cosas: Sunset Bolulevard de Billy Wilder (1950). Siempre fui un fan incondicional de esta película, pero cuando vi el musical en Londres me inoculó unas ganas irreprimibles de continuar para siempre en las artes escénicas.

Un montaje escénico (obra de teatro, danza, circo, ópera, performance,…):

Sin menospreciar en absoluto las producciones del siglo XXI en sus últimos años, vuelvo a ‘mis’ clásicos. Dos montajes que me marcaron fueron La clase muerta-Wielopole, Wielopole de Tadeusz Kantor (1980) y La estancia (1995), el texto de Chema Cardeña dirigido por Michael McCallion que inició la andadura de Arden.

Una exposición:

Pues una de las últimas que he gozado enormemente, la de Basquiat en el Museo Albertina de Viena. ¡Brutal!

Un libro:

Entre los finalistas (El varón rampante de Calvino, Sobre héroes y tumbas de Sábato o muchos de Henning Mankell…) me quedo con Bomarzo de Manuel Mujica Lainez (1962).

Una serie:

Una británica: Somewhere Boy de Jackson, Brodski y Winckler para la BBC y una nacional: Merlí de Héctor Lozano/Eduardo Cortés para TV3. Me gustaría también, para no ser descortés, incluir un hito en la producción de la ficción televisiva valenciana, L’Alqueria Blanca, porque haber emitido 17 temporadas y seguir con unas audiencias espectaculares, es para reseñarse.

Un podcast:

Confieso que no soy buen consumidor de podcasts, pero nombraré uno que por cercanía me parece brillante, No hay negros en el Tíbet de Frank T., Asaari Bibang y Lamine Thior.

¿Quién te gustaría que te hiciera un retrato?

Tengo magníficos ilustradores/as, retratistas, pintores o fotógrafas/os muy cercanos para los que posaría encantado, pero para no quedar mal con ninguno pediré un imposible: me gustaría que me retratara Lorca, que dibujaba bastante rarito.

Una comida:

El arroz al horno. Sin duda. Pero compite atrozmente con los bocadillos de magro con tomate y el de habas con blanco y negro

—ahora me doy cuenta que son manjares muy de la terreta—.

Un bar de València:

De los que quedan con solera, —detesto las franquicias—, seguramente El Negrito en el barrio del Carmen, por los recuerdos de juventud; pero también muchos de Russafa. De este mi barrio, me sobra la cantidad de gente que la transita, pero bares no me sobra ninguno.

Una calle de València:

La calle Puerto Rico. ¡Quién la ha visto y quién la ve! Fue mi infancia hasta los 10 o 12 años, la primera oficina de Arden (mi compañía teatral) en los años convulsos de su degradación y eje de mi actual y renovada Russafa.

Un lugar de València que ya no exista:

Echo de menos la cafetería Barrachina de la plaza del Ayuntamiento y sus bocatas con los papis cuando yo era un mocoso, una joya que perdimos para siempre. Y hablando de joyas perdidas… ¡Cómo me hubiera gustado conocer el Mercado de Flores de Goerlich, en esa misma plaza! En esta ciudad hemos sido expertos en destruir joyas y continuamos infravalorando las cosas buenas que aún nos quedan, sobre todo lo inmaterial.

¿Con quién te tomarías un vermut?

Me tomaría un buen ‘esmorzaret’ con muchos de ‘mis desaparecidos’ y con cualquiera de ‘mis admirados/as’, pero para quedar un poco más culto, diré que siempre he pensado que me hubiera encantado conversar (y tomar un vermut, por qué no?) con Hannah Arendt,  Stefan Zweig o Francisco Quevedo. Pero bueno, para hacerlo más viable, también con Nieves Concostrina, Pepe Mújica o Greta Thunberg. Hay tantas personas lúcidas de las que me gustaría aprender…