Juan Manuel Artigot. Foto: Carolina Maestro.

Mi nombre es Juan Manuel Artigot. Nací durante un caluroso verano de 1977, y según mis padres al poco tiempo me deshidraté, por lo que tuve que volver al punto de partida, el hospital. Desde entonces procuro mantener mis niveles de líquidos controlados en todo momento… Crecí en el barrio de Marxalenes, pero vivo desde hace años en Arrancapins. Mientras estudiaba empresariales, alternaba el trabajo de producción tanto de conciertos como de exposiciones, y poco a poco me fui vinculando al mundo del arte contemporáneo trabajando durante casi una década en esta área. Fue una etapa muy intensa, además tuve la oportunidad de viajar por todo el mundo, lo que me permitió seguir aprendiendo. La empresa cerró y el sector se precarizó allá por el 2008, por lo que me tuve que reinventar y volver a la universidad para estudiar Humanidades y realizar el Máster de Gestión Cultural de la UV y la UPV. Al año siguiente, me incorporé a La Rambleta, donde trabajo actualmente como coordinador de la programación cultural.

Si alguien me busca y no estoy, es posible que me haya escapado a algún destino recóndito y me encuentre perdido (y sin cobertura) en la montaña o sumergido en el mar.

Me gusta el (buen) vino tinto, la cerveza (bien) fría, tengo debilidad por el queso (en todas sus variedades) y me chiflan los aperitivos; el vermut, quizás no tanto, aunque éste es un placer compartirlo con ustedes.

Un disco: Difícil decidirme por uno sólo, tendría que ser más bien una lista, y aun así me dejaría alguno. Hay trabajos discográficos muy completos y por otro lado, canciones extraordinarias a las que el resto del disco no acompañan. El primer vinilo que me compré fue el London Calling de The Clash, lo escuchaba en bucle, es un disco al que no le falta ni le sobra nada. Otros que considero de cabecera son el Fun House de The Stooges, el Ziggy Stardust de David Bowie o el Here Are The Sonics de The Sonics, álbumes con temas memorables a la vez que un cierto aire apocalíptico. Difícil olvidarme del Doolittle de los Pixies o el debut de Weezer con The Blue Album. Y destacaría muchos más, podría seguir con otros tantos actuales, pero creo que lo voy a dejar aquí…

Una película: Pues me quedo con la originalidad de Pulp Fiction de Tarantino, cargada de ironía y humor negro. Destacaría otras cuantas, de diferentes géneros, como Fargo de los Hermanos Coen o El resplandor de Kubrick, aunque tengo cierta predilección por la comedia absurda y la sátira, por lo que el resto del podio lo completarían La vida de Brian de los Monty Phyton y Con faldas y a lo loco de Billy Wilder.

Un libro: Si se me permiten tres, me fascinaron desde la primera hasta la última página Pedro Páramo de Juan Rulfo, La conjura de los necios de John Kennedy Toole y Los detectives salvajes de Roberto Bolaño.

Una serie de tv: De mi infancia rescataría El gran héroe americano y Fraggle Rock, si cabe en este epígrafe. Añadiría, de las más actuales, A dos metros bajo tierra, Black Mirror y Fargo.

Una serie de dibujos de tv: Los Simpson, sin lugar a dudas.

Una revista: Durante los años 90, debo confesar mi predilección por Ajoblanco, también por sus ediciones especiales. Otra revista que solía comprar durante esa época era El Jueves, junto con alguna musical como Rockdelux si el presupuesto me lo permitía. Actualmente, creo que Jot Down es posiblemente la más completa e interesante, así como Mongolia la más necesaria.

Un icono sexual: En el cine Michelle Pfeiffer, con el respeto de “la” Cybill Shepherd de Luz de Luna. En la música, Debbie Harry (Blondie).

Una comida: Me declaro arrocero, pero si me tengo que decantar: paella valenciana hecha a leña (mi especialidad y debilidad al mismo tiempo)

Un bar de Valencia: Para comer, siempre que puedo, visito el Bar Cabanyal. Para encontrarme con amigos, pues la cosa va por barrios, ya que cuando vivía por el Carmen frecuentábamos el Café Museu, y ahora en Arrancapins, tanto el mítico Fata Morgana como el más reciente Cracovia bar.

Una calle de Valencia: Me gusta la tranquilidad que respiran las calles del barrio de La Xerea, donde te puedes encontrar con nombres curiosos como la calle de las Impertinencias (mejor dicho, callejón). Conservo buenos recuerdos tanto de mis vivencias en la calle Pepita como de la calle de las Calabazas… vaya, no me había dado cuenta hasta ahora de la casual relación…