Laura Bellver.

Me llamo Laura Bellver Carsí. Siempre que me enfrento a propuestas de este estilo me doy cuenta de que me cuesta mucho hablar de mí, ¡pero todo sea por un vermut! Soy periodista. He trabajado cerca de diez años en agencias de comunicación y, en paralelo, he ido formándome en especialidades que me gustan y considero necesarias, como la innovación y la igualdad. Hacía tiempo que compaginaba la faena por cuenta ajena con iniciativas propias o proyectos conjuntos que explotan el lado más social de la comunicación, ese que no enseñan en las facultades ni en (la mayoría de) medios. De esa inquietud han nacido #NoVisillo o Impresas, entre otras cosillas. Hace poco he decidido establecerme como freelance para probarme como “autojefa” y disfrutar de mayor libertad profesional. Puede que dentro de unos meses me arrepienta, pero de momento sobrevivo feliz. De pequeña tenía ansias por aprender a leer y, desde entonces, devorar libros es una de mis grandes pasiones. ¡Ah! Si me diesen un euro cada vez que me dicen “¡Qué alta eres!”, sería una millonaria excéntrica.

Un disco: El primero que me viene a la cabeza es Meteora, de Linkin Park. Me atrevería a decir que es el que más veces he escuchado en mi vida. Su lanzamiento me coincidió en plena adolescencia (14 años, si no me fallan las cuentas) y lo llevaba a todas partes con mi discman. Decir discman me hace sentir “viejoven”. Siguiente pregunta, por favor.

Una película: Her (2013). Su reflexión sobre la soledad y la tecnología me sacudió especialmente cuando la vi. Y me fascinó Joaquín Phoenix. Cada tanto me gusta reencontrarme con Lost in translation (2003), que también aborda la soledad. Quizá debería psicoanalizar mis preferencias cinéfilas…

Un montaje escénico: Sigo conmovida por Atman, El Comiat, de Ananda Dansa, el cual tuve oportunidad de disfrutar recientemente. Si tiro un poco más de memoria, Elisa e Marcela, de A Panadaría, una compañía gallega que descubrí en Madrid hace un par de años gracias a Jana Pacheco, a quien pedí recomendación y acertó de pleno.

Una exposición: Pues reconozco que no sabría concretar ahora mismo. Me quedaría con las de fotografía, que me embelesan. Las organizadas por PHotoEspaña, World Press Photo o National Geographic nunca me han defraudado. Sea cual sea, con visita guiada, mejor que mejor.

Un libro: Esto es imposible. Pienso en la honestidad de Vivian Gornick en Apegos feroces; la historia que encierra y que envuelve a Suite francesa, de Irène Némirovsky; la lucidez de Virginia Woolf en Una habitación propia; el retrato de las violencias de Edurne Portela en Formas de estar lejos; la crudeza de Han Kang en La vegetariana o Actos humanos… ¿Cómo elegir solo uno?

Una serie: Aquí sí que respondo contundente con Fleabag. Me enamoré de Phoebe Waller-Bridge desde que vi la primera temporada en 2016. Me hace reír, me siento identificada y me invita a reflexionar sobre contradicciones, inseguridades, manías, imperfecciones… Tenía miedo de que la segunda, que vio la luz en 2019, estropease mi buen recuerdo, pero reafirmé mi amor. Luego he descubierto que está detrás de otras creaciones que también me enganchan, como Killing Eve. Me gusta cómo da forma a los personajes femeninos fuera de todo cliché.

Una serie de animación: Mentiría si no citase Sailor Moon. “Soy una sailor scout que lucha por el amor y la justicia. ¡Te castigaré en el nombre de la luna!”.

Una revista: Este formato me gusta para el periodismo reposado y en profundidad, como el que practican en 5W o Delayed Gratification.

Un icono sexual: Michael Fassbender.

Una comida: La tortilla de alcachofas de mi madre.

Un bar de Valencia: La Xirgu, un clásico de El Carmen que me sabe a cenas improvisadas cualquier día de la semana, sobre todo en domingo o en lunes, incluso cuando crees que es demasiado tarde como para que te preparen algo.

Una calle de Valencia: Calle Borriol. No alberga un local a destacar ni es especialmente bonita. La elijo porque mis primeros recuerdos se ubican aquí, junto a mi familia más cercana. Nostalgia y alegría me invaden a la par cuando paso por allí.

¿Con quién te tomarías un vermut? Con Siri Hustvedt. Pero un vermut de esos que derivan en comida con sobremesa infinita. Creo que no me cansaría de preguntarle y escucharle durante horas. Eso mismo me sucede cuando leo algo suyo. Si se une su marido, Paul Auster, no me importaría.