Lola Domingo. Foto: Luisa Llorca.

Me llamo Lola Domingo y me dedico a la distribución de Artes Escénicas en L’Estiba Cultural, una plataforma de mujeres directoras, dramaturgas y creadoras valencianas formada por las compañías de Patrícia Pardo, La Família Política, Fil d’arena, Aurora Diago, La Lola Boreal, Anna Albaladejo y Begoña Tena. 

Había empezado esta presentación diciendo “soy distribuidora de Artes Escénicas” pero creo que soy muchas más cosas al mismo tiempo. O, por lo menos, “he sido”: guionista de programas infantiles, profesora de español para extranjeros, ama de casa, actriz y locutora amateur, madre… ¿Qué nos define, al fin y al cabo? ¿Ser es lo mismo que dedicarse a? ¿Quién soy? ¿Por qué estoy aquí? ¿La respuesta a las preguntas del universo sigue siendo 52? 

Si me preguntaran qué quiero en la vida (y lo acaban de hacer para este vermut) me quedaría un momento en silencio. Como unos 3 segundos, para añadirle tensión dramática. Y después sonreiría. No tengo muy claro qué quiero en la vida, pero sí que sé lo que no quiero. No quiero pasarlo mal y quiero disfrutar “de lo que queda por vivir”. Y esto enlaza con la primera respuesta

Una canción:

«Magic», de Chucho. Esta es la primera que me ha venido a la cabeza. Me acompaña desde hace dos décadas y me da mucha alegría

Una película:

¡Uuuuuuhhhhhhh! ¿Solo una? Ciencia ficción y súper héroes, musicales, western, cine negro… Soy incapaz, incapaz… pero si hay que mojarse, una se moja. Encuentros en la Tercera Fase. ¿Cómo te has “quedao”?

Un montaje escénico:

Cualquier obra de las compañías que distribuyo en L’Estiba.  Y si me pongo un poco nostálgica, supongo que Antaviana, de Dagoll Dagom, una de las primeras obras de teatro que vi en mi vida.

Una exposición:

No es una exposición, así que voy a intentar resumirlo lo mejor posible. En 2001, en un viaje a Galicia con el padre de mi hija, descubrimos un lugar que, en principio, parecía siniestro. Un laberinto a pie de playa que construía con sus propias manos Man. Man llevaba un taparrabos por vestuario y tenía a su alrededor un mundo mágico, lleno de guijarros y rocas, troncos y deshechos de las orillas de su amado mar que era un museo al aire libre. Le pedimos una foto y se peinó dentro de su chabola. Nos enteramos de su muerte por la prensa, poco después de la catástrofe del Prestige. Los lugareños decían que por tristeza.

Un libro:

Sin dudarlo, La estrella de los cheroquis, de Forrest Carter. El abuelo de la novela me recuerda un poco a Man. Solo se pone traje de chaqueta y zapatos cuando hay que ir al médico.

En su día, allá por los 80, me encantó La guía del autoestopista galáctico, de ahí la coña del principio. Y todos los cómics de El Incal de Moebius y Jodorowsky.

Una serie:

¡Uuuuuhhhhhh! (otra vez). Me pasa como con las pelis. Pero me sigo mojando, enga! Doctor en Alaska, que se note que soy una boomer! Y me hubiera gustado mucho, mucho, mucho, ser guionista de Phineas y Ferb. 

Un podcast:

Me gusta escuchar Saldremos mejores, pero bien es cierto que soy de radio tradicional. Tengo una portátil (que ya no va a pilas, que se carga con usb) que me acompaña por toda la casa.

¿Quién te gustaría que te hiciera un retrato?

Me hubiera gustado ser musa de alguien, no sé, Man Ray por ejemplo. Pero ya no va a ser posible.  

Le pediré a Manel Gimeno que me haga un dibujo. Me gusta mucho Manel Gimeno como ilustrador.  Y más todavía como persona

Una comida:

¡¡¡¡¡¡Fideuà de fideo fino!!!!!!! Así, con muchas exclamaciones porque me encanta. De marisco y de pato.

Un bar de València:

El racò de Xavi, en Malilla, para tomarme un buen almuerzo.

Una calle de València:

La calle Chella. Es un pequeño callejón en la calle Sevilla. En la calle Chella he pasado buena parte de mi infancia, antes de que se deteriorara y se convirtiera en un barrio chungo y después en un barrio de moda.

Un lugar de València que ya no exista:

La misma calle Chella. Derribaron los pequeños edificios que había en su interior y en los que vivían las abuelitas de mi infancia: la señora Fina, madre del Negre; la sra. Ángela que me ponía los pendientes de fallera y nunca me hicieron daño porque masajeaba con los dedos mojados de su propia saliva el lóbulo y me decía que la saliva de Ángela era santa; Angelita y su hija postrada en la cama durante más de 20 años, el Casal El Carreró… La Valencia de los 70 y 80, miserable y entrañable al mismo tiempo.

¿Con quién te tomarías un vermut?

Contigo Rafa, contigo. Y si prefieres un Choleck, pues también.