Soy Maite Ibáñez. Nací en Valencia y también llevo a Granada y Teruel en mi código genético. Desde pequeña he escuchado a mi madre cantar coplas, incluso me ví en la tele un ciclo de películas de Imperio Argentina con 10 años. También recuerdo que el 12 de octubre mi padre nos despertaba escuchando jotas. Creo que por eso siempre he interiorizado lo multicultural como un camino de suma y entendimiento.
Descubrí el mundo de la gestión a partir de la experiencia en el IVAM. Allí conocí a personas singulares como Carlos Pérez y muchos de los profesionales que todavía siguen en el museo. Tuve la suerte de participar en los procesos de la exposición de Ángeles Marco, junto a Román de la Calle, y desde entonces me atraparon los montajes y el despliegue creativo de las salas. Continué en el ICA de Londres, desde el Live Arts Department, cuyo nombre casi funcionó como una señal, porque a la vuelta comprendí que trabajar en cultura es una forma de vida.
Gran parte de lo que soy profesionalmente nació en aquellos momentos, y desde hace más de quince años sigo aprendiendo día a día como técnico de gestión en dos centros de la Universitat de València: el Centre Cultural La Nau y el Palau de Cerveró, lugares históricos que dinamizan la vida de la ciudad.
Participo en proyectos vinculados al Mediterráneo, escribo en algunas publicaciones y creo en la igualdad. Desde el aspecto más polifacético, también he marcado las líneas de campos de fútbol y confieso que (en mi afán por dar buenas noticias) ponía el punto de penalti más cerca para que marcaran gol. Me gusta el vino y la gente que sepa contar historias. Dicen que puedo estar en 3 inauguraciones en una sola tarde, pero no te lo creas…
Un disco: De niña en casa escuchaba la ELO, Earth, Wind & Fire, Bee Gees o Manhattan Transfer. Algunos títulos que me marcaron en la adolescencia: The Queen is Dead (The Smiths), 101 (Depeche Mode) o el directo Escuela de calor de Radio Futura. Ahora me sumo a El Mal querer de Rosalía… (Tra-trá!)
Una película: Me quedo con Charada, El cielo sobre Berlín, los trabajos de Agnès Varda: Clèo de 5 a 7 o Visages Villages. Además de El Padrino, Sangre Fácil, Estiu 1993 o A Ghost Story, uno de los descubrimientos recientes que me cautivaron.
Un libro: El barón rampante de Italo Calvino, pasando por 84 Charing Cross Road de Helene Hanff, El mundo deslumbrante de Siri Hustvedt, o Mediterráneos de Chirbes.
Una serie de tv: Twin Peaks, Little Britain, Luz de Luna o Damages, y reivindico El grupo, con Héctor Alterio, a pesar de su fracaso de público.
Una serie de dibujos de tv: Tom y Jerry, La Pantera Rosa o Scooby-Doo.
Una revista: He sido muy fan de Lápiz y Lars. Ahora me gustan, además de Verlanga…, Exit Express, Jot Down, Cartelera Turia, EME, Makma o El Hype. Y en verano, una dosis de ¡Hola!
Un icono sexual: No sé si será carnal, sensual o puro swing, pero Santiago Auserón y Eric Bana podrían darnos la respuesta.
Una comida: Cualquier plato que lleve alcachofas o calabaza.
Un bar de Valencia: El café Rialto, porque es un lugar de encuentros y también de tránsito.
Una calle de Valencia: Paseo mucho por la calle Hospital. Se mezcla el pasado en la vida presente, con la Biblioteca, el museo, el jardín, las terrazas, el Colegio Mayor de la Seda… Funciona como una especie de microcosmos en el centro de la ciudad que me encanta.