Soy Manolo Gil y no sé quién soy ni lo que soy. Llevo toda mi vida trabajando en comunicación donde he hecho de todo, incluyendo la colocación de la primera piedra de un aeropuerto que nunca se construyó en aquellos locos años del inicio del milenio. Siempre he hecho periodismo de piedra picada y en todo medio, formato, sexo y condición. Desde hace años dirijo con mi socio Xavier Bellot la agencia Altriam Media & Events y Vincle Editorial. Ando muy metido en el laberinto de los libros y estoy más que feliz con el Minotauro. Por cierto, he de comunicaros que se ha hecho muy amigo de Teseo y me han dicho que os diga que no piensan abandonar el laberinto aunque lo pida la audiencia de Gran Hermano. Se quedan leyendo A la búsqueda del tiempo pérdido, de Proust. Le han cogido gusto a Marcel y al barón de Charlus. Papas, libros y vermut son una buena combinación.
Un disco: Soy de gustos eclécticos. Como con uno me quedo corto, van tres: la legendaria grabación para DECCA de la sonata Arpeggione de Schubert con Benjamin Britten y Rostropovich; el no menos legendario álbum Ella Fitzgerald sings The Cole Porter Song Book de Verve, y un recopilatorio de los grandes éxitos de The Beach Boys para bailar sin parar. Igual fui surfista en una anterior vida y no me he enterado. Lo de que haya sido Silver Surfer no lo tengo tan claro.
Una película: Desayuno con diamantes, de Blake Edwards o Con faldas y a lo loco, de Billy Wilder, según tenga el día. A veces me rayo y me da por Viridiana, de Buñuel. Aquel final de “siempre he sabido que acabaría jugando al tute con mi primita Viridiana” es tan genial como el “Nobody’s perfect”. Por cierto, una buena sesión doble de cine sería Orfeo, de Jean Cocteau, y El testamento del Dr. Mabuse, de Fritz Lang. Siempre me hubiera gustado presentar Cine de barrio, pero ahora lo ha conseguido Alaska. ¡Mecachís!
Un montaje escénico: Me impresionó mucho el montaje de El público, de Lorca, que dirigió Lluís Pasqual a finales de los ochenta. Ya que estamos en el siglo XXI me quedo con el montaje de la tetralogía de El anillo del Nibelungo, de Richard Wagner que firmó La Fura dels Baus para el Palau de les Arts de Valencia. Ambos montajes eran de tomarse muchos vermuts seguidos.
Una exposición: Me quedo con dos exposiciones que ha pasado por València: la exposición de Anna-Eva Bergman de hace un par de años en Bombas Gens y, barriendo para casa, la exposición de Maribel Doménech que todavía podemos visitar en el Centre del Carmen. Geniales las dos. Por cierto, hay que ir a Bilbao a ver la exposición de Lee Krasner. ¿Nos montamos un vermut en el Guggenheim?
Un libro: Difícil me lo pones. Entre lo último que he leído me quedo con Reis del món, de Sebastià Alzamora y Atrapa la llebra, de Lana Bastasic en la estupenda traducción al catalán de Pau Sif. Pero siempre vuelvo a los clásicos. Compartir una cerveza con Ausias March, Cervantes, Melville, Kerouac y Carmelina Sánchez-Cutillas podría dar mucho juego. Ah, también me quedo con el poemario Quan els grans arbres cauen, de Ângels Gregori. Todo con un buen vermut de Reus o de Xalò, que tampoco está nada mal. Ahora estoy con Sontag, de Benjamin Moser. Genial.
Una serie: No soy chico de series. La verdad es que soy hiperanalfabeto al respecto. Me quedo con un producto autóctono, Merlí y su spin off Merlí. Sapere aude. Filosofía on the rocks, como el Martini. Siempre hay que atreverse a pensar.
Una serie de animación: Los Picapiedra. Aquí no hay dudas que valgan. De pequeño quería vivir en Piedradura.
Una revista: Malos tiempos para el papel, sobre todo ahora que nos estamos quedando sin kioscos. Desde hace años compró todos los meses L’Avenç. De vez en cuando entro en la edición digital The New Yorker. Me hubiera gustado tanto tener aquí una revista de referencia como esta. Yo creo que aún estamos a tiempo. Es cuestión de hacerse unos cuantos vermuts más y seguro que acabamos fundándola.
Un icono sexual: Tomando el vermut no tenemos más icono sexual que el chico del Martini en Capri. Pero en Capri no hay más icono que David Gandy en el anuncio de la colonia Light Blue de Dolce & Gabbana. Cambiando a lo clásico me quedo con Paul Newman en Hud y Kim Novak en Picnic. Los caminos del sexo son inescrutables. Y con cinco vermuts ni te cuento. Puedo acabar convirtiendo la mona Chita en un hipericono sexual. Igual pone más al personal que Tarzán y Jane. Lo hirsuto puede marcar la diferencia en un universo de depilados. Todo es ponerse con el marketing y las redes sociales. Mi madre decía que “on hi ha pel ni hi ha alegría”. Con esto de la seducción y el erotismo nunca se sabe. Para gustos los colores, pero siempre gusto.
Una comida: El cocido. Ahora que se acerca el invierno un buen cocido resucita al zombie más pintado.
Un bar de Valencia: Casa Jomi, en Nazaret. Los mejores salazones, y no se hable más.
Una calle de Valencia: Con permiso de Juan Gil-Albert, la calle de Paz. Es nuestra calle más parisina.
¿Con quién te tomarías un vermut? Con Peggy Guggenheim. Si pudiera juntarla con Truman Capote y Michel Foucault sería la bomba. Tengo la sensación que pedirían un Dry Martini estilo James Bond, mezclado no agitado. Si tengo que elegir entre los vivos, me iría con Paul Auster y Siri Hustvedt a un bar de Brooklyn. Estos creo que tomarían Campari.