Manuel Garrido.

Soy Manuel Garrido, ilustrador, crítico y gestor cultural. Soy el gerente de APIV – Associació de Professionals de la Il·lustració Valenciana y dirijo el festival y feria del libro ilustrado Baba Kamo al alimón con Paulapé. Escribo sobre arte e ilustración en Culturplaza y, desde hace una década, hago un programa de radio como el ritual más extraño para juntarme con mis admirados amigos: el Café con vistas, de Ràdio Klara. Tengo una gata que se llama Ramona, llevo sombrero y voy a la psicoanalista; experiencias, todas ellas, altamente recomendables. Se ha dicho de mí que si soy un cliché anacrónico, que si un personaje de Bolaño e incluso que, al estilo de Walt Whitman, contengo multitudes; tanto es así que me veo incapaz de contestar el siguiente cuestionario con la brevedad requerida.


Un disco:
El primero que tuve: Agila, de Extremoduro, que me regaló mi primo Carlos Sánchez (dueño de los locales de ensayo TheRooms, en Picanya). El último: Paco Ibáñez canta a Brassens, regalo de mi gran amigo Santi Barrachina. Como en casi todo, me interesan más los buenos letristas que las buenas voces.

Una película: Diré sólo dos: Stories We Tell (Sarah Polley) y El desencanto (Jaime Chávarri), por la manera en que ambas bucean en la intrahistoria familiar, a cual más descarnada.

Un montaje escénico: Cero dudas: A house in Asia, de la compañía Señor Serrano, con mi primo Alberto Barberá literalmente a los mandos (León de Plata de la Bienal de Venecia 2015). Más reciente, aluciné con La ruta de la palta, de Projecte Ingenu, con la clown Patricia Pardo o con Doña Lola Herrera cascándose sus Cinco horas con Mario a los ochenta y tantos.

Una exposición: Aunque generalmente me va más lo figurativo, me dio un stendhalazo con Punto de fuga, de Fuencisla Francés, en el CCCC: me temblaron las piernas y tuve que salir a sentarme a un banco de la calle. Palabra. Además, todo el mundo debería visitar la brutal colección de retablos del Museu de Belles Arts de València. Y mis favoritas son aquellas exposiciones que no pude visitar, pero que conozco gracias a los catálogos, comisariadas por Carlos Pérez (IVAM, MNCARS, MuVIM).

Un libro: Rayuela, de Cortázar (leída siguiendo el tablero de dirección); Walden, de Thoreau (leída con las maletas hechas) y la Carta al padre, de Kafka (leída con un paquete de pañuelos a mano). Ilustrados, cualquiera de Jiří Šalamoun, Ralph Steadman o Henning Wagenbreth.

Una serie: Reír con Frasier y bailar con Treme. Si vale documental, la última de Scorsese dedicada a Fran Lebowitz. Para más recomendaciones de este siglo, escuchen los pódcast del Laboratorio de Investigación de Series.

¿Quién te gustaría que te hiciera un retrato? Vaya un compromiso. Hoy diría que si es dibujado: Clara-Iris Ramos o Bea Lozano. Si es pintado: Manuel Marsol o Santiago Ydáñez.

Una app: Una que me sirva para escuchar pódcast como Nadie Sabe Nada, Aquí hay dragones, Buenismo bien, Deforme Semanal o La ruina.

Una comida: Las pequeñas cosas como la tortilla de espárragos silvestres o el queso frito. Si hablamos de grandes hazañas, cualquiera perpetrada por mi madre.

Un bar de València: Para picar, Tasca Sorolla; para paella, Casa Carmela; para brasas, Cienfuegos. Para tomar, Christopher Lee; para epatar, Nou Pernil Dolç; para amar a la Paca escuchando jazz, Gestalguinos; para estar en ningún sitio como en casa, Rivendel.

Una calle de València: La pequeñísima calle de la Escuela del Temple y su paralela, la calle Entenza. En realidad, flanear por toda la Seu-Xerea. En realidad, por toda Ciutat Vella.

Un lugar de València que ya no exista: A los que iba de manera rematadamente precoz como el Casa Vella, La Marxa, La Manola o el Lips. A los que es una lástima que no sigan siendo salas de exposiciones como la antigua Parpalló en el convento de la Trinidad y La Gallera.

¿Con quién te tomarías un vermut? Por distintos motivos, pero con muchas ganas de escuchar, con Josep Renau, José Luis Sampedro y Chavela Vargas.