Soy Nuria Ferriol, artista y docente. Ahora mismo estoy preparando una exposición que se inaugurará en junio en el Museo de la Ciudad, Chevelures. Y como siempre que estoy inmersa en un proyecto, me sobra todo y me faltan horas.
Me siento muy vinculada al Jardín Botánico, que siento como mi segunda casa. Me parece un lujo tener un oasis en medio de la ciudad. Mi último trabajo, Macollades, se expuso allí. Colaboro en la organización de INS-pirats pel Botànic, un concurso de pintura y narrativa, que este año va por su séptima edición.
Estoy siempre en un equilibrio inestable. Podría vivir sin el arte, que no suele dar de comer, pero sin duda sería desgraciada. Así es que rectifico: me costaría mucho vivir sin el arte, o sin sensibilidad de artista. La realidad me abruma y necesito imágenes en la cabeza. Las fuentes de inspiración están, casi de forma permanente, en la observación de la naturaleza, en las ideas, lecturas, pinturas, fotografías… Otras surgen, y debo de estar atenta porque igual que vienen se van.
Como la vida se ha complicado, mis aspiraciones son sencillas y por ello difíciles, pero soy tozuda. Bajar el ritmo, hacer lo que haga con calma y desde el cariño, ser imperfecta, buscar la belleza, pasear, perder el tiempo como rebeldía ante la tiranía de la idea del tiempo productivo, conversar, leer, ver muchas expos, muchas películas, y seguir pintando. Dejarme sorprender y vivir sin miedo. Me encanta el ‘pensat i fet’ de los valencianos. Y que vengan muchos vermuts con amigos, si son ‘pensat i fet’ mejor.
Una canción:
Soy indecisa y todas estas preguntas me cuestan mucho… Depende del momento, pero me encanta Suzanne de Leonard Cohen, Ain’t Got No de Nina Simone o Cry Baby de Janis Joplin. Pero si me preguntas mañana, igual te digo otras. Según mi estado de ánimo cambia mi banda sonora.
Una película:
Cold War de Pawlikowski… Me gusta mucho el cine y sé que me estoy dejando por el camino otras películas maravillosas. Casablanca, Blue Jasmine de Woody Allen…
Un montaje escénico:
Recuerdo haber disfrutado mucho hace años ya de Un dios salvaje con Aitana Sánchez Gijón y Maribel Verdú. También recuerdo la primera vez que vi el espectáculo Mulïer de danza, me impactó ver a esas bailarinas sobre zancos.
Una exposición:
Como soy pintora, veo muchas expos de todo tipo… y paradójicamente cada vez disfruto más, en el caso de la pintura, de pasarme horas en El Prado. Me emociona redescubrir la buena pintura y volver a los maestros y al oficio. Pero me gusta mucho ir de exposiciones y disfruto con cualquier disciplina. Y ahora he aprendido también a disfrutar de los montajes.
Un libro:
Un libro que leí hace poco gracias al club de lectura del IVAM que dirige Álvaro de los Ángeles y me encantó fue Tengo miedo torero de Lemebel. Pero el que me tiene enganchada estos dos últimos veranos es Rafael Chirbes con sus Diarios. Este verano me tocará el tercer tomo.
Una serie:
No soy muy de series porque no sé verlas, me genera mucha ansiedad saber que el siguiente capítulo está ahí y no verlo, así es que suelo optar por películas… Pero me gustó mucho The office, la versión inglesa y anterior a la americana.
Un podcast:
Con los podcasts voy picoteando, no sabría recomendar ninguno, y sé que se están haciendo cosas muy interesantes… Bueno, el de mi amigo Marcos, La línea del cielo.
¿Quién te gustaría que te hiciera un retrato?
Ya tengo un retrato de la fotógrafa Miriam Lozano, que se utilizó luego para un cuadro de Enrique Zabala dentro de un proyecto de estos dos artistas, Celebra_tu_trauma. Pero me hubiera encantado un retrato de Goya.
Una comida:
Cualquiera de cuchara, soy muy guisandera. Las lentejas de Dukala, un restaurante marroquí muy recomendable y que son espectaculares.
Un bar de València:
El Richard siempre ha sido uno de mis favoritos, un bar pequeño de los de toda la vida y con manteles de papel donde el producto es fresco y el dueño compra todos los días en el Mercado Central. Pero se ha vuelto muy difícil encontrar mesa, ya no se puede improvisar y hay que reservar con semanas de antelación. Una locura.
Una calle de València:
Cualquier calle tranquila, que invite a mirar fachadas y comercios. Me gusta a veces perderme por los barrios y pasear sin rumbo. Y como vivo en el centro cada vez es más difícil perderse. Pero caminar por la calle Quart y darte de bruces con las Torres me sigue pareciendo una experiencia brutal.
Un lugar de València que ya no exista:
Tantísimos… Mis tiendas de Bellas artes y droguerías donde comprábamos el material para pintar, los comercios que han ido cerrando, las fábricas antiguas… El barrio del Carmen de hace 30 años. Recuerdo un local con buena música que me encantaba, Barro. Estoy muy nostálgica y no me gusta la transformación que está viviendo la ciudad con la turistificación desaforada, el cambio de usos, la expulsión de vecinos y comercios, y la pérdida de alma y autenticidad.
¿Con quién te tomarías un vermut?
Con quien me quiera bien!!!!!