Soy Pilar Pedraza. En primer lugar, gracias por la invitación. La verdad es que no creo que le interese a nadie mi comida preferida, pero siempre es simpático recordar y jugar con la falsa memoria, es decir, con la memoria de cosas pasadas, quizá las más auténticas. Imposible responder una sola cosa a cada pregunta. Lo siento.

 

Un disco: Varios, entre ellos, Chavela Vargas, con La Llorona; Sting, con Un inglés en New York; The Beatles, con Lucy in the Sky with Diamonds.

Una película: Ordet, de Carl Theodor Dreyer; Inferno, de Dario Argento; Giulietta de los espíritus, de Fellini. Todas me han marcado a fuego y hay muchas más…

Un montaje escénico: La performance de Tilda Swinton en Londres, llamada The Maybe (1975), en la Serpentine Gallery de Londres como parte de una de las obras de la gran Cornelia Parker. Más recientemente, el montaje de El amor brujo, de Víctor Ullate, que me erizó el vello de los brazos.

Una exposición: Mi preferida absoluta es la muestra El salvaje europeo (CCCB, 2004), comisariada por Roger Bartra y por una servidora, en Barcelona; su hijuela de la Caja de Ahorros de Valencia fue más modesta, pero también cabe mencionarla.

Un libro: Todos los cómics de Moebius para Métal Hurlant. Como libros: El Golem, de Gustav Meyrink. Leído y releído desde mi adolescencia, me sigue influyendo; Malpertuis, de Jean Ray, lo mismo; las Claudines, de Colette, también forman parte de mi mochila.

Una serie: Mi preferida absoluta, de la que me he vuelto tan adicta que todos los días tengo que degustar uno o dos capítulos antes de ponerme a hacer la cena: Lo que hacemos en las sombras, de Jemaine Clement y Taika Waititi.

¿Quién te gustaría que te hiciera un retrato? Leonor Fini con un gato o varios. Y que el cuadro se llamara: La vida feliz.

Una app: No sé qué es eso. No tengo teléfono móvil ni se espera que lo tenga.

Una comida: El besugo al horno, los sesos fritos, la pizza romana hecha por un pizzero italiano.

Un bar de Valencia: La terraza del Café Lisboa, bajo el olivo centenario.

Una calle de València: La calle Caballeros, de trazado vitruviano, antiguo decumanus cuando València fue romana, y calle de palacios nobiliarios de una aristocracia que prefería vivir en la ciudad a cuidar de sus posesiones agrícolas.

Un lugar de València que ya no exista: La antigua plaza de la Virgen, con su modesta fuente central, antiguo foro romano, convertida ahora en plató de comedia musical y pavimentada con lonchas de jamón de York un poco rancias.

¿Con quién te tomarías un vermut? Con María Antonieta, la noche antes de su ejecución, aunque, quizá, mejor que un vermut, una copa de champagne y unos pastelitos.