Soy Rocío Tuset y desde hace algunos años hago un poco de todo en Redacción Atómica.
Soy realizadora audiovisual, fotógrafa, programadora de conciertos y también escribo, sobre todo mails, pero cuando me pongo, incluso alguna que otra crónica. Por las tardes doy clase de baile a niñxs que generalmente me doblan la estatura. Y ante todo, y a jornada completa, soy feminista, que es casi lo que más tiempo me lleva.
También soy torpe, peliculera y una férrea defensora del humor negro. Aunque a veces me cuesta acatar esto de que el humor tiene que hacerse de abajo a arriba y resulto irreverente para algunos, sin pretender yo nada de eso.
Y para conocerme un poco mejor, dejo a continuación un listado de cosas que me gustan, me conmueven y supongo que me definen.
Una canción: Elegir una canción me parece misión imposible pero voy a intentar resumir para que no se haga esto más largo de leer que El Quijote. Llevo tatuada «Imagine» porque era la canción favorita de mis padres. De adolescente le decía siempre a mi madre que de mayor yo lo que quería era ser libre y ella me respondía que no había existido mujer en el mundo más libre que Chavela Vargas. Recuerdo que cada vez que sonaba «Paloma Negra» pensaba que Chavela igual era muy libre, pero también era muy esclava de muchas cosas, y desde entonces, cada vez que no soporto mis contradicciones, me refugio en esa canción. La encargada de descubrirme a Vetusta Morla, otro de mis grupos cabecera, también fue mi madre. Me recogía del colegio y me ponía en bucle Mapas. De Vetusta me quedo con «Cuarteles de Invierno», mi canción “de llorar” por excelencia. Mi padre también tiene mucho que ver en todo esto de que no sepa elegir una sola canción. Siempre digo que de él he heredado saberme mejor algunas discografías completas que las tablas de multiplicar. Aunque si tengo que elegir una canción que me lleve directamente a él, «Walk on the Wild Side», de Lou Reed.
Además, fuera ya de influencias familiares, son imprescindibles en mi vida «El tango de la muerte», de Carlos Gardel; «Tan Joven y Tan Viejo», de Sabina; «canción de muerte y salvación», de Zahara (bueno, todo el disco Puta), y cualquiera de La Faraona, aunque «Dime» es probablemente la canción que más he bailado sola en casa delante del espejo.
Una película: Mi sueño es vivir dentro de una película de Almodóvar, así que, cualquiera de sus cintas supone siempre abrir una puerta a un universo donde todo es más colorido, histriónico y mejor. Mujeres al borde de un ataque de nervios es, probablemente, la que más veces he visto y aún así, siempre me río a carcajada suelta con el “es que es horroroso, horroroso” de María Barranco.
Midnight in Paris, de Woody Allen es otra de mis películas favoritas. Me parece de una delicadeza exquisita y toda una oda a París y a la Generación Perdida. Charada, de Stanley Donen; La fiera de mi niña, de Howard Hawks y Una noche en la ópera, de los Hermanos Marx son siempre un refugio para días grises.
Otra película que me marcó muchísimo cuando salió fue Pájaros de Papel, de Emilio Aragón (hijo), me sabía los diálogos y canciones de memoria y me parece una película infravaloradísima. Y más recientes me partieron en dos Verano 1993, de Carla Simón y Jojo Rabbit, de Taika Waititi.
Un montaje escénico: Vi, hace poco, Sonoma, de La Veronal, uno de los mejores espectáculos que he visto, de los de no parpadear ni un segundo. Otro montaje que me ha encantado es Viva!!, de Manuel Liñán, que destaca, además de por su espectacularidad técnica, por ser toda una reafirmación de la libertad y una defensa de la diversidad sexual y de género.
Una exposición: Me podría pasar horas viendo «Los Nenúfares», de Monet, en el Museo de L’Orangerie en París. También intento revisitar siempre que voy a Madrid la colección de Surrealismo del Thyssen-Bornemisza, donde se encuentra uno de mis cuadros favoritos: «Sueño causado por el vuelo de una abeja alrededor de una granada un segundo antes de despertar», de Dalí.
Un libro: Con 19 años decidí que mi libro favorito era Castillos de cartón, de Almudena Grandes y de ahí no me sacabas. Ahora que han pasado algunos años me parece imposible tener un libro favorito. De los que me he leído últimamente me quedo con Éramos unos niños, de Patti Smith; París era una fiesta, de Hemingway; La anguila, de Paula Bonet; El baile de las locas, de Victoria Mas y Ofendiditos, de Lucía Lijtmaer.
Una serie: La verdad que mentiría si no te dijese que la serie de mi vida es Cuéntame cómo pasó. He crecido viéndola y a día de hoy me sigue pareciendo fascinante. No es una serie como tal, pero me lo pasé pipa con Pretend It’s a City, de Scorsese y la inimitable Fran Lebowitz. Y, por último, Veneno, de los Javis me tuvo dos días llorando como un aguacero. Me parece fundamental empezar a incluir en el imaginario colectivo referentes que han estado históricamente (y siguen estando) discriminados y desde luego, Veneno es un retrato visceral y absolutamente necesario.
¿Quién te gustaría que te hiciera un retrato? Me gustaría verme a través de los ojos de Kandinsky o que Dalí diese rienda suelta a toda su fantasía y me rodease de elementos salvajes. Siendo más realistas, me encantaría que me retratasen dos ilustradoras a las que admiro muchísimo porque tienen un talento descomunal: Belén Segarra y Sara Antolín.
Una comida: Hombre pues comerse un buen arroz del senyoret mirando al mar es un placer de dioses. Aunque mis amigas me matarán cuando lean esto si no digo que el ceviche, siempre que sea de pescado.
Un bar de València: El Restaurante Ostende, en El Puig (ahí me he comido uno de los mejores arroces del senyoret de mi vida), Splendini y La Chingada en Russafa y La Otra Parte en el Cabanyal.
Una calle de València: Antiguo Reino, con parada obligatoria en Los Madriles, El Congo y la Librería El Imperio.
Un lugar de València que ya no exista: Me dio mucha pena cuando cerró el Convent Carmen, lugar donde convergían ocio, cultura, gastronomía y vanguardia y que, sin duda, aún tenía mucho que ofrecer a nuestra ciudad.
¿Con quién te tomarías un vermut? Me tomaría un vermut con Lola Flores en un Tablao Flamenco; con José Luís Cuerda comiéndome unas bravas; con Groucho Marx siempre que pueda acompañarnos mi padre; con Isabel Calderón y Lucía Lijtmaer desmontando a todos mis ídolos y por supuesto, me tomaría un último vermut con mi madre, que se nos quedaron muchas conversaciones pendientes.