Vicente Fabuel no solo vende discos (en Oldies), sino que también es responsable de la publicación de algunos (los volúmenes de «¡Chicas!» o «Algo salvaje», por ejemplo). También los colecciona y, a veces, los pincha o escribe sobre ellos. Además de la música, le encanta pasear por las calles de la ciudad, así que era un invitado perfecto para esta sección con la que rebautizamos el callejero de Valencia.
Una calle para … la sala Bataclán
Un sugerente regalo eso de bautizar de nuevo una calle valenciana que acepto gustoso. Me quedo con la céntrica calle Horneros (o Carrer dels Forners), y ya que el juego consiste en sustituir el actual nombre por el sugerido y a pesar de mi enorme respeto al gremio del pan, escojo ésta por ser una denominación excesivamente genérica. La calle está situada en el corazón laico y mundano de la ciudad, el otro centro neurálgico, el de los poderes fácticos de Iglesia y Gobierno, giraría en torno a la Catedral, y es una callecita realmente diminuta que va desde el Paseo de Ruzafa a la c/ Ribera, tiene apenas 2 números en sus escasos 20 metros de longitud y en relación con el número de transeúntes que pasan cerca de ella, debe de ser la calle menos conocida de Valencia. Poco importa, aún menos intuida sería su nueva denominación, Calle del Bataclán.
Fue el Bataclán la sala musical más longeva e importante que probablemente ha tenido nunca Valencia. Estaba situada exactamente en lo que ahora son los cines Lys, a escasos metros pues de la calle que debería llevar su nombre. Funcionó desde 1916 explotando con los felices años 20, plena Belle Epoque, hasta 1956 coincidiendo con la inauguración del cine Lys que entonces estrenaba el nuevo y olvidado avance técnico del Cinemascope. Sala de conciertos big bands, music-hall, varietés, ballroom, teatro de comedias psicalípticas de origen parisino con nombres que hablan por si solos (“El vicio y la bacanal de Tiziano” o “La borrachera de la morfina”), llegó a contar con una orquesta musical propia íntegramente compuesta por señoritas, las Grikett’s y cinco escenarios distintos (¿?). No me resisto a rescatar una de las frases publicitarias que usaba: “El salón más ventilado, higiénico y elegante”. Queda claro, esta sala era un frenesí.
Por allí pasó lo mejor del jazz hot, el swing o el boggie woogie nacional (antes de la llegada del rock’ n’roll, la vanguardia musical más exclusiva) y que los carteles publicitarios de la época muestran: los Clippers, la Orquesta de Luis Rovira con Bonet de San Pedro, el Quinteto Hot Saratoga, la gran Lolita Garrido (de Manises) o la Orquesta Dolz (de Rocafort), todo un mundo cosmopolita y ensoñador en esa privilegiada zona valenciana, el Paseo Ruzafa antes de que fuese invadida por las multinacionales, repleta de luminosos, cines, restaurantes, cafeterías, teatros y clubs, que justamente habría que considerar como lo más parecido a Broadway que hemos tenido en esta ciudad. Ninguna duda que su recuerdo, por cierto, a fecha de hoy celebrando anónimamente su centenario, bien merece esa calle minúscula en la que no cabe nada excepto ese gran nombre.