Si no fuera porque hubiera sonado a grupo rancio de los ochenta, igual Los Canadienses deberían haberse llamado La Ley de Murphy. Tal y como relata, a continuación, el que fuera cantante y guitarrista de la banda, Javier Canales, sobre su primer disco, todo lo que pudo salir mal, salió. Incluida una cruel crítica de Xavier Cervantes en la revista Rockdelux, en la que les acusaba de no tener imaginación, personalidad y originalidad. Eran los años del indie y Valencia apenas tenía peso a nivel nacional, motivos endógenos y exógenos mediante. Debutar con un sello, entonces emergente, como Subterfuge debería haber sido el primer paso de una prometedora carrera. Canciones no les faltaban. Pero muchas cosas se torcieron.
«Los Canadienses», Los Canadienses (Subterfuge, 1994)
Ya desde finales de los 80, en el local de ensayo más pequeño de La Frábika de Benimaclet, con apenas 6 m2 de superficie y donde fumar lo que fuera resultaba una experiencia única, sonaban nuestras versiones de Love, Neil Young, The Stooges o The Velvet Underground. Nuestras primeras propuestas coincidieron con las escuchas de los primeros discos de grupos como los Pixies o Dinosaur Jr.. Nos gustaban las melodías pero amábamos el ruido y el volumen alto. Las secuelas en forma de carencias auditivas se han hecho patentes con el paso de los años, pero las colas que dejaban los acoples de las guitarras, con aquellos armónicos imprevisibles, eran maravillosas y suplían muchas carencias musicales.
En el 92, antes de que Rita Barberá cumpliera su primer año como alcaldesa (lo fue también durante los 23 años siguientes), y después de haber quedado segundos en el concurso de maquetas que todos los años organizaba una revista musical con más rock en su nombre que en sus páginas interiores, debimos haber publicado nuestro primer LP. La realidad es que solo pudimos conseguir grabar, y gracias, un EP de 4 canciones con la recién estrenada compañía Acre. Primera y única referencia del sello, solo se vendieron unos centenares de copias, no teníamos más amistades. Escribiendo estas líneas acabo de descubrir que se vende por internet, usado, por 4 €. “Open the Sky” lo abría y “Lady Banana”, la Velvet again, lo cerraba. Eso sí, creo que fue la primera portada de disco con glasofonado mate de la historia. Éramos unos esclavos de la estética, como buenos universitarios, aunque de clase obrera. Ahora pasa menos. Y lo que nos queda por ver, o dejar de ver, como no tomemos conciencia, de clase of course.
A partir de ahí nos dedicamos a rular en furgonetas de alquiler tocando por garitos hasta que Carlos Galán, de Subterfuge, nos vio de bolo por Madrid y nos pagó un larga duración. 13 canciones, «Hello», «Conversation»,»The King» y «Zaka Waka» entre mis favoritas, donde, cómo no, se veían a la legua nuestras influencias: Camper Van Beethoven, Truman’s Water, Sebadoh, además de los anteriormente citados. Pero vio la luz en el 94, cuando casi toda la explosión indie había ya publicado su LP y nuestro lenguaje, que no propuesta, ya no era una sorpresa. Actualmente no parece un problema la falta de nuevos lenguajes o propuestas. Añadiremos al cóctel la pobre producción de la grabación porque fue imposible conseguir de la discográfica más pasta por más que insistimos: el presupuesto fue ridículo para obtener un máster en condiciones. No soy nada duro si digo que suena a lata. El resultado de todo ello provocó una división de opiniones de la crítica: gustó a todos menos a una revista de la que ya he hablado. Y fin de Los Canadienses.
Después de aquello, cada uno fue por su lado intentando otras propuestas con mayor o menor repercusión y con mayor o menor acierto. Quien esto escribe colgó la guitarra, pero acabó sumergido en el mundo de las 88 teclas, colaboró en algunos proyectos teatrales y ahora mismo forma parte de Mankind, junto a otros músicos de la época, algunos de los cuales aparecen en otras entradas de esta misma sección. Resulta difícil desengancharse de la música. Y también haber hecho esta retrospectiva, 25 años después de todo aquello, pero ha sido toda una catarsis.