Nombre: Cristina Reolid Gómez.
Edad: 22 años.
Lugar de nacimiento: Valencia, pero soy de un pueblo, Massamagrell.
Lugar de residencia: Valencia.
¿Cómo definirías tu actividad artística? Bailarina profesional en el Ballet de la Generalitat.
Cristina Reolid guiada por la casualidad y por su perseverancia en la profesión, forma parte del Ballet de la Generalitat. Desde las pequeñas tablas de un banco de adolescente, a las grandes tablas de los escenarios, se basa en el interior para conmover con el movimiento.
¿Por qué haces ballet?
Mi madre no quería que me pasara todo el día en el parque y justo tenía una academia de danza al ladito de casa. Me apuntaron y ya seguí. No salió de mí el decir “quiero bailar”, pero me gustaba porque de lo contrario lo hubiera abandonado. Mis aspiraciones crecieron, de la escuela me fui al Conservatorio de Valencia, y de allí a Londres, otros tres años. En Castellón hice un concurso de danza donde presenté unos solos míos y fui becada. Entré en el Ballet de la Generalitat con la beca y me hicieron contrato. Y sigo creciendo poco a poco.
¿Cómo recuerdas tus estudios en el Conservatorio Profesional de Danza de Valencia?
Fueron dos años, un período bastante breve. No tenía nada que ver con la escuela del pueblo porque había más exigencia. Muchas horas que te quitaban el tiempo de ocio. Era acabar el instituto por las mañanas (fue la época que hacía bachiller y luego selectividad), comías en el coche y te ibas al Conservatorio, de cuatro a nueve. Y así sucesivamente, durante dos años. Pero la recuerdo como una etapa bastante bonita.
La estancia en escuelas de otros países es fundamental para una bailarina. ¿Qué te llevaste de tu paso por la Rambert School de Londres?
Los años en Londres fueron una experiencia aún mejor. Fue casualidad el ir allí. Yo acabé el Conservatorio, audicioné para escuelas, compañías… pero no surgía nada. Al haber hecho selectividad (estudiar se me da bastante bien), opté por hacer una carrera (ADE), y mientras seguir intentándolo. Pero al final en un cursillo hice la prueba para esta escuela y me cogieron. Quería ir, mis padres se lo plantearon mucho y al final, fui ¡coincidiendo con la llegada del sobre de matrícula de la Universidad! (risas).
Formas parte del Ballet de la Generalitat Valenciana. Llegar hasta aquí ha debido ser fruto de mucho esfuerzo.
Mi pensamiento cuando estaba en Londres era conseguir un trabajo. Tenía ganas de mostrar mi evolución, de ser ya bailarina profesional, que se reconociera el trabajo de tantos años de estudio, pero no llegaba la oportunidad. Opté por este concurso en el que daban becas para compañías, cursos… dado que yo en la Escuela estaba creando coreografías mías. No perdía nada acudiendo. Lo recuerdo con mucha ilusión porque no tenía nada, y además significaba la vuelta a mi ciudad. Acabe el curso en Londres en julio, volví en agosto y en septiembre empecé en Ballets de la Generalitat. Fue todo muy enlazado. Durante este año y ocho meses que llevo, la evolución ha sido enorme. El repertorio ha sido tan variado que me ha hecho crecer en diferentes aspectos como bailarina. Hay algunos coreógrafos obviamente, que según como tú seas, te gustan más o menos, como en todas las profesiones supongo, y coreografías donde he conocido a bailarines que ahora son íntimos, los quiero mucho. En general, estoy muy contenta de haber conseguido esa beca y de continuar en ese Ballet.
¿Las audiciones son cómo las vemos en las películas: esos nervios de los bailarines, esa solemnidad…?
Nervios siempre hay. Tanto para salir al escenario, como para hacer una audición. Tienes que intentar ir relajado y seguro de ti mismo. Hay muy poco tiempo para mostrarse y dejarse ver. A veces, son muy grandes, y solo buscan a una o dos pesonas entre trescientas o más. Y todos son buenos en cierto modo. Lo que tienes que evitar es compararte y pensar por qué han cogido a esta persona y no a mí. Tú tampoco sabes lo que buscan. Intentar dar lo mejor de ti en esas clases conjunta en la que vas numerada, mientras el jurado observa la clase y tu currículum. Si pasas el primer corte ya tienes algo ganado. Luego suele ser una tanda con repertorio (de la propia compañía que hace la audición) y/o improvisación. Y también hay una entrevista.
¿Cuál es la parte de tu profesión que más te motiva a seguir adelante?
Los retos, el hacer diferentes cosas dentro de mi profesión. Sí, bailo siempre pero las coreografías son diversas. Vas superándolas. También me motiva cuando hay coreógrafos que se basan en la improvisación para crear. Ese lado me gusta porque puedo explotar mi creatividad, mis inquietudes artísticas. Es una aportación personal que el coreógrafo se encarga de explotar. No todos emplean la herramienta de la improvisación. Otros estipulan unos pasos y tu los ejecutas. Siempre aportando emociones pero son los pasos del coreógrafo. Pero los hay que utilizan sus ideas en ti, y luego crean las coreografías.
¿Y la que a veces te pueda desalentar?
Me desalienta cuando sientes que la coreografía no es lo más adaptada a tu estilo, es un poco difícil. Porque no te sientes 100% a gusto, en plan de decir, “me cuesta”. Es más complicado pero al final por cabezona lo consigo.
¿Es la improvisación, en tu oficio, una mezcla de creatividad con técnica?
Cuanto más tecnica y control de tu cuerpo tengas, más cosas aportarás. Corporalmente has de acompañar a esa creatividad. También depende del conocimiento que el coreógrafo tiene de tus habilidades.
¿Y puedes prescindir del espejo para saber que esa corporalidad se está cumpliendo y es la perfecta?
Sí, pero los bailarines tenemos esa manía de mirarnos muchísimo al espejo porque como es una estética. Estás un poco obsesionado, pero claro, cuando estás en un teatro no tienes el espejo. Creo que es una cosa que debemos recordar cuando estamos ensayando en un estudio, que está bien mirarse porque observas las líneas y la ejecución correcta de los pasos, pero a veces, al mirarte pierdes un poco la emoción. En el teatro, por fuerza, esa concentración en la emoción es total. Es más fácil que cuando hay espejo. Juegas también con la complicidad de bailar en pareja, en grupo, de sus reacciones…
¿Cómo es el proceso creativo que sigues para incorporar un personaje que has de interpretar?
Intento saber qué es lo que el coreógrafo quiere dar a entender con ese personaje. Cuando la coreografía está más terminada, los pasos ya están hechos, puedo ir probando diferentes emociones: más agresiva, más enamoradiza, más ruda… Viendo lo que pega más al personaje con la historia.
Has experimentado las dos vertientes de la danza: coreógrafa y bailarina. ¿Cuál es el proceso creativo para crear una coreografía?
Por el momento, yo solo he coreografiado para mí. Me inspiro mucho escuchando música. Hay canciones que me despiertan emociones, se me van ocurriendo ideas que a lo mejor no tienen que ver con la canción. Pruebo en el estudio y veo cómo funcionan. No me siento en una mesa y me pongo a pensar qué quiero transmitir. Experimento aquello que pueda transmitir emociones.
Danza clásica y contemporánea, ¿hay una gran distancia entre ellas?
Hay distancia pero también están muy relacionadas. Hoy en día, los bailarines contemporáneos tienen una base clásica brutal. O las bailarinas clásicas tienen que tener nociones de contemporáneo. Yo me siento más segura haciendo el lado contemporáneo. Toda mi vida he estudiado clásico, hasta que me fui a Londres donde empecé a explorar el otro lado. Y me costó el proceso hasta saber disfrutarlo para saborearlo bien. El clásico tiene otro tipo de exigencias, pero están íntimamente ligados. Un ballet clásico también hace cosas neoclásicas que llevan parte de contemporáneo en el repertorio.
¿Hay alguna historia que te gustaría interpretar?
Hay un personaje, Carmen, que todo el mundo conoce. La música es espectacular, sería un personaje bonito de interpretar. Aunque tampoco es una cosa que tenga siempre en mente. ¡Con tal de bailar! (risas)
¿En un futuro que espacio te gustaría ocupar en el mundo de la danza?
¡En un futuro lejano, espero bailar mucho aún! (risas) Me gustaría probar muchas cosas. Volver a cuando estaba en Londres, hacer coreografías mías para mi. Como último paso relacionado con la danza me gustaría ser repetidora, que es la persona que se encarga de limpiar las coreografías, enseñarlas a bailarines nuevos cuando se retoma un repertorio, ponerlas en definitiva a punto. Y también me gustaría poder llegar a tener mi propia compañía con amigos. Tengo muchas ilusiones. ¡Qué no falten!