Foto: Eva M. Rosúa.

El diseñador Enric Jardí ha publicado el libro de explícito título Así se hace un libro (Arpa, 2019), en el que explica precisamente eso. Pero más allá de un manual para compañeros de profesión o especialistas del ramo (que también funciona como eso), es una suerte de colonoscopia a esos volúmenes de papel que nos hacen la vida más feliz, de la que puede sacar enseñanzas el público en general al tiempo que los entenderá mucho mejor.

¿Cómo surge la idea del libro?

Sale de la estructura que me armé para hacer un curso online en la plataforma Domestika. Una vez terminado el curso me di cuenta que era mucho trabajo haber sintetizado toda una serie de conocimientos sobre cómo se hace un libro hoy y pensé que valía la pena aprovecharlo y hacer una versión escrita.

Escribes: “Los libros son así por costumbre”, “Llevamos más de 500 años haciéndolos prácticamente igual”. ¿Por qué crees que son difíciles los cambios en ese sentido?

Las formas escritas de las lenguas son muy conservadoras. Fíjate en cómo escribimos: en muchos casos la ortografía podría haber cambiado pero por razones etimológicas o sencillamente porque las autoridades lingüísticas son conservadoras, no lo ha hecho. Es verdad que esto nos permite, por ejemplo, entender obras del siglo XVI, pero podemos decir que la letra y la manera de usarla no responde siempre a cuestiones prácticas.

En el apartado del formato vas más allá de lo estrictamente referido al diseño hablando de la anchura de la columna y la dificultad de leerlas tanto si son muy estrechas como muy ancha. ¿Qué tipo de formación crees que debe de tener un diseñador para incorporar a su trabajo conceptos e informaciones como esta?

En algunos casos hay datos basados en estudios de legibilidad que el diseñador puede utilizar en sus obras, como por ejemplo el ancho de columna que está estudiado que funciona mejor dentro de un rango determinado de número de caracteres. Otros aspectos como el tamaño de la letra son cuestiones de sentido común.

El libro se caracteriza por una minuciosidad enorme, contemplando todas las posibilidades en cada apartado. ¿Cómo fue el proceso de elaboración de los contenidos del libro para que el resultado fuera tan completo? ¿Cuándo dejaste de pensar en lo que debería incluir y te pusiste a escribir u hoy en día seguirías añadiendo supuestos?

Es muy difícil decidir qué dejas dentro y qué dejas fuera de la obra. A cada momento te estás preguntando si eso es demasiado experto o si has hecho lo correcto al dejar eso otro fuera. De la misma manera, pasado un tiempo, cambiarías cosas, eliminando y añadiendo, pero creo que esto es inevitable. Al final ha quedado un libro que cuenta muchas cosas de InDesign y al principio eso no me gustaba porque le daba un carácter de manual de informática. Pero más adelante comprendí que sirve de poco explicarle al lector cómo es algo sin explicarle cómo lo puede hacer.

¿Qué porcentaje del libro se debe al Jardí diseñador y cuánto al Jardí lector?

50% Jardí diseñador y 50% Jardí lector. Cuando un libro está bien hecho el Jardí lector lo agradece y después lo olvida, que es como debe ser. Si veo algo mal hecho en un libro, me enfado y lo recuerdo.

Enric Jardí. Foto: Pep Ávila.

Dices que la mejor letra para un libro es aquella que estemos más acostumbrados a leer. El hecho de que estén cambiado sustancialmente tanto las maneras de leer como los soportes (tableta, móvil,…), ¿acabará afectando a esta afirmación? ¿Y al diseño de los libros?

No, será lo mismo: la letra que mejor leemos seguirá siendo a la que nos acostumbremos. Si los nuevos dispositivos nos traen letras nuevas, al principio nos costará leerlas pero después se convertirán en las mejores para la lectura, en la medida que nos acostumbremos a ellas. Tal como dijo Dostoyevsky, “El hombre es un ser que que a todo se acostumbra y esa es la mejor de sus cualidades”. Eso no solo vale para su conducta, sino también para los procesos de percepción y aprendizaje.

¿Por qué crees que muchos libros autoeditados están tan mal diseñados, expulsando al lector de la lectura y no por su contenido? ¿Podría ser uno de los objetivos de este libros subsanarlo?

No sé si el mal diseño expulsa lectores. Los libros autoeditados probablemente tienen pocos lectores porque tienen poca difusión y poco prestigio. Pero sí, este libro puede ayudar a los diseñadores de sus propias obras para que parezcan más profesionales.

¿Qué editoriales actuales son tus preferidas atendiendo al diseño de sus libros (al margen de los que has diseñado tú, que ya salen en el libro)?

Por lo que se refiere a tripas, que es el tema principal del libro, y ciñéndome al mercado español, Acantilado y Turner son dos buenos ejemplos.



¿Cuánto hay de obsesión o deformación profesional a la hora de leer un libro? ¿Puedes concentrarte en la lectura sin prestar atención a su diseño? ¿Eres de los que cuando viaja (sobre todo fuera) visita librerías para descubrir nuevos libros, colecciones, diseños, tipografías?



El diseño de tripas es muy similar en todas partes, especialmente en los mercados de lenguas que utilizan la escritura latina. Yo puedo leer un libro y olvidarme del diseño si es bueno, pero recuerdo muchos malos. Si es bueno, al principio me quedo con el tipo que utiliza y algún detalle de los párrafos, el foliado, etc. pero después lo olvido. Eso es que el diseño es bueno. Con las cubiertas es otra cosa.

¿Qué información sería para ti la ideal que debería aparecer en una cubierta (autor, título,editorial, nombre de colección, traductor, ilustrador,…)?

La cubierta es un envoltorio industrial para la tripa, que es la obra en sí. La cubierta, tal como la entendemos hoy, es un invento del siglo XX cuando la imprenta y el sistema editorial ya se ha industrializado. Deberíamos considerarlo como un tema de packaging. Es un artefacto tridimensional donde hay que poner textos e imágenes para ser exhibido y venderse. Dependiendo del respeto que tenga el editor por el autor, el traductor o los prologuistas, pondrá sus nombres en la cubierta. De la misma manera le puede interesar utilizar estos factores par dar prestigio a la obra. Por ejemplo, en ficción traducida de calidad, cada vez es más frecuente poner al traductor. En cuanto a las imágenes también dependerá de la política editorial. ¿Cómo hay que presentar el libro? ¿Debe explicar el argumento? ¿Debe sugerir? ¿Debe despistar? ¿Nos conviene poner una foto del autor? Todo esto son decisiones que debe tomar el editor y que el diseñador debe ayudar a plasmar.