Dani Llabrés. Foto: Laura García.

Un ponche de ácido lisérgico, sin hippies ni Tom Wolfe, con sabor a València. Esa València por la que pasamos sin mirar y que puede esconder las historias más salvajes y desmadradas que se puedan imaginar. Los cines X de la calle Cuenca, el palacete de Aben al Abbar, la iglesia de Santa María del Mar haciendo dupla con la cercana Casa Calabuig, las callejuelas de La Xerea, la urbanización La Casbah de El Saler, L’Olivereta, Arrancapins… Dani Llabrés (València, 1971) lo agita todo en su tercera novela, Un mono marino se ha bebido mi Fanta (Colectivo Bruxista, 2021), y el cóctel hace boom.

Los protagonistas son cinco amigos pirandones, Duque, Moriarty, Boris, Santo y Kid Kubata, la escoria del soul. Gente que parece nacida para meterse en problemas mientras no para de divertirse. No hay miedo ni asco en València. Es un libro con la efervescencia y la adicción de una buena canción de tres minutos. Hay drogas, sexo, alcohol, asesinatos, mafias sin escrúpulos, un enano, un after, monos marinos, mucho dinero, maneki-nekos, golfería, una boda, cultura pop y cultura popular, algunas listas al más puro estilo hornbyano, violencia, comedia negra y una banda sonora exquisita con Dusty Springfield, John Lee Hooker, The Kinks o Dexys Midnight Runners. Una tremolina de mucho cuidado altamente adictiva. Un desacomplejado atrevimiento pulp con denominación de origen.

Diez primeras páginas, tres muertos. ¿Qué importancia tienen para ti los principios?

Mucha, por no decir muchísima. Como lector, principalmente de novela negra y aledaños, el cuerpo me pide cadáver en el primer capítulo. Como oyente, de música afroamericana de otros tiempos, la mayoría de mis canciones de cabecera tienen comienzos muy marcados, muy identificables. Basta con escuchar los primeros compases para salir corriendo hacia la pista de baile con el ceño fruncido en plan intenso. Lo mismo me pasa con las películas y las series, necesito que me enganchen desde el minuto 0. Por lo tanto, siendo coherente, y escribiendo libros que a mí me gustaría leer, lo de los principios por todo lo alto, a machetazo limpio, con las calderas al máximo y sin dejar apenas respirar es premisa prácticamente obligatoria.
También te digo que en estos tiempos que corren, que corren a tanta velocidad, con una oferta de ocio tan desmesurada, nos hemos vuelto demasiado impacientes y selectivos. Es tal la competencia, y tan complicado que alguien le dedique un rato a lo tuyo, que si lo hacen no hay que dejarles escapar.

En Un mono marino se ha bebido mi Fanta recuperas a  la pandilla llamada «la escoria del soul» de tu primera novela El día que a Dios le dio por existir.

La escoria del soul y sus lisérgicos integrantes están 100% basados en varios de mis amigos. Sí, yo también fui uno de esos adolescentes que no hicieron caso a sus madres y se juntaron con malas compañías. Aunque no están fusilados tal cual, en Duque, Moriarty, Boris, Santo y el Kid Kubata es fácil encontrar muchas de las taras de mis compañeros habituales de correrías nocturnas. En algunos casos he mezclado varias personalidades para crear un solo personaje, en otros he simplificado el carácter para hacerlo más distinguible del resto y, en todo caso, he enfatizado manías y defectos en pro del humor. Y hasta aquí puedo leer, que se dice el pecado, pero no el pecador.

Sobre la resurrección decirte que, si bien habían transcurrido bastantes años desde la publicación de El día que a Dios le dio por existir, muchos lectores se acordaban de estos personajes y de sus tribulaciones. Así que cuando La García, mi santa y sufrida esposa, me instó so pena de abstinencia sexual, para que rompiera mi promesa de no volver a escribir una novela, pensé que era un buen momento para traer a la escoria del soul de vuelta a la vida.

En cuanto a la conexión entre ambas novelas, esta no va más allá de compartir ciertos personajes. Por supuesto, que en Un mono marino se ha bebido mi Fanta hay un buen puñado de guiños para los lectores de El día que a Dios le dio por existir, pero ambas se pueden leer y disfrutar de forma completamente independiente.

València es una protagonista más de la novela, pero enfocas hacia lugares menos trillados o transitados cuando se habla de la ciudad (como el palacete de Aben al Abbar o la iglesia de Santa María del Mar). ¿Cuánto ha habido de disfrute en hacer que la acción de la novela sucediera en la ciudad?

Pues hasta que no he leído tu pregunta no me había dado cuenta de ese detalle de peso. Me lo apropio como fórmula para saber si quien escribe conoce de veras la ciudad en la que transcurre la acción. La verdad es que tienes toda la razón. Si València no hubiera sido mi residencia durante tantos años seguro que en la novela hubieran aparecido el Miguelete, la plaza de la Virgen y la Ciudad de las Artes y las Ciencias. Al ser mi ciudad he tirado de lugares más cotidianos para mí y, por ende, mucho más desconocidos.

Cuando me metí con esta novela ya iba camino de mi quinto año en Colombia, Medellín para más datos, así que, en buena parte, fue un ejercicio de pura y dura morriña. Por fortuna, soy de natural alegre, y con fuertes inclinaciones hacia la idiotez, y rara vez me dejo llevar por la melancolía.

¿Eres consciente de que una vez leído el libro pasar por esos sitios ya no será igual?

(Ríe) Pues la verdad es que no se me había ocurrido pensar que, por culpa de Un mono marino se ha bebido mi Fanta, cuando alguien pase por delante del chalé de Aben al Abbar ojeará dentro buscando un enano en pelotas. O que si te toca boda en la iglesia de Santa María del Mar estarás esperando que en cualquier momento empiecen los tiros y la batalla campal. Si de verdad es así, me alegro de aportar cachondeo a lo cotidiano.

¿Cómo trabajas el ritmo narrativo para conseguir que sea tan trepidante?

Después de años dándole a la tecla ya me sale así. Pero para llegar hasta aquí he tenido que aprender que lo importante no es gustarte a ti mismo, sino lo que estás contando. Supongo que a medida que uno va publicando tiene menos que demostrar y que demostrarse. Como soy de naturaleza barroca, rayando lo churrigueresco, esto me ha supuesto desechar mucho material en pro del ritmo de la narración. Al principio me tocaba dinamitar páginas enteras, luego tan solo párrafos y, finalmente, he conseguido parir, con buen ritmo, sin tener que mutilar demasiado. Creo que los escritores debemos mirarnos menos el ombligo y pensar más en el lector. Los libros que más me gustan consiguen mantener un equilibrio donde literatura de altura y buen argumento caminan de la mano sin entorpecerse ni ponerse la zancadilla.

La estructura de la novela maneja al lector a su antojo, lo hace casi prisionero de ella, muy al estilo (por ejemplo) de las pelis de Tarantino. ¿Empiezas a escribir con un esquema previo para que todo vaya encajando?

Exacto. Antes de empezar a escribir, antes de teclear “capítulo 1”, la historia está completamente cerrada, ya sé lo que va a ocurrir con toda precisión en cada capítulo. Las semanas previas a empezar una novela traslado el campamento base a la cocina. Allí, sobre la encimera, voy desplegando fichas y más fichas. Cada día añado algunas nuevas y muevo de sitio las existentes, y tacho, y amplío, y rompo, y vuelvo a añadir. Para mí es el momento más divertido. El más creativo. Disfruto muchísimo con esta parte del proceso. Pocas cosas son tan apasionantes para este que suscribe como que la historia esté en un punto muerto y verme obligado a lanzarme a las calles buscando una salida. Como decía Nietzsche, los mejores pensamientos son los paseados.

La música juega un papel importante en la vida de los personajes y en la propia novela, quedando muy bien integrada en la narración. ¿Qué criterio seguiste para hacer esa selección y en qué medida crees que ayuda a la trama y a que conozcamos mejor a los personajes?

La música es muy importante en mi vida, siempre lo ha sido, así que supongo que es normal que también lo sea en las cosas que escribo. Normalmente, lo que estoy escribiendo me suele remitir a alguna canción, y esta acaba siendo parte del relato o dando título a un capítulo.
La escoria del soul es obsesiva y extrema en todas sus filias. Lo que les gusta, les gusta mucho, a rabiar, hasta el delirio, y eso incluye, como bien sabes, un amplio abanico de estupefacientes, así que creo que su pasión por la música, por cierta música, ayuda a conocerlos mejor. Además, me encanta que la novela, que ya de por sí es bastante visual, tenga su propia banda sonora, accesible gracias a un código QR que te lleva a Spotify y que se incluye al final del libro.

Destaca en la novela tu pericia para las descripciones de ambientes o de grupos de personas, yendo al tuétano de comportamientos, sin tener que recurrir a tópicos.

Soy mirón y tengo muy mala retentiva, por lo que siempre voy con la Moleskine encima. Infinidad de veces la García me estira de una manga porque me he quedado embobado observando a la gente. En los USA, donde mirar fijamente es sinónimo de buscar problemas, ya me habrían tiroteado. La mayoría de las anotaciones del cuadernillo de turno dan el salto a lo que escribo, por lo que si me ves por la calle corre o prepárate a ser novelado.

Otra habilidad descriptiva del libros son las referidas a cuestiones anatómicas / médicas, sobre todo cuando se producen agresiones en el libro. ¿De dónde surge ese interés?

Antes de ponerme a escribir un capítulo suelo visualizarlo en mi cabeza, y lo cierto es que este tipo de cuestiones me las imagino de esa manera. Cuando un suicida se estampa contra el asfalto, en mi mente sucede a cámara lenta y con visión de rayos X, por lo que veo con todo lujo de detalles cómo sus costillas astilladas van ensartando partes blandas y cómo sus vísceras van reventando una tras otra. Conforme digo esto, no me está pareciendo muy normal… Si hay algún psiquiatra en la sala, por favor, que se guarde su diagnóstico.

Se habla en la solapa del libro de que mezclas «sin complejos referencias subculturales con el pulp más salvaje». Que eso conviva con una realidad valenciana aumenta el interés de la novela.

Tiene toda la intencionalidad del mundo. Aquí tienes un clarísimo ejemplo del “escribe de lo que conozcas”. Pienso que València es un escenario ideal para cualquier relato. Por un lado, no está tan manida como Madrid o Barcelona y, por otro, todo lo que necesita una buena historia se puede encontrar por estos lares. València tiene grandes momentos históricos, leyendas, secretos y misterios. Cuenta con paisajes para todos los gustos y necesidades: ciudad, campo, playa y hasta una Albufera que ya a Blasco Ibáñez le dio mucho juego, y a Tonet también. Además, los valencianos, con nuestro meninfotismo, buena mano para la corruptela y crapulismo de serie, somos grandes motores narrativos, motores de gran cilindrada.

¿Cómo conviven tus novelas con tus libros infantiles (la serie Little Niño descubre a…) o los centrados en la cultura mod?

Pues, de momento, y a pesar de su disparidad, conviven como buenos hermanos. Los cuentos de Little Niño, los libros sobre mods y las novelas tienen el denominador común de la música de otros tiempos. Y las novelas están plagadas de mods y otros animales noctámbulos y subculturales. Así que, para bien o para mal, creo que se nota la mano negra que hay detrás.

¿Qué planes de futuro tienes?

Pues seguir alimentando la colección de Little Niño con mi amigo y partenaire, el ilustrador Jaime Pantoja. Este mes ha salido una nueva aventura en Francia, por lo que Little Minot (que es como se llama por allí) ya ha descubierto en Las Galias a los Beatles, Bowie y Elvis Presley. Además, estamos terminando Little Niño descubre a… los Kinks, que saldrá en España y Francia en febrero de 2022.

También estoy trabajando en una nueva novela protagonizada por Duque. Un spin-off donde el dandi de la escoria del soul ejerce de periodista musical y se ve envuelto en una trama de lo más misteriosa mientras prepara un artículo sobre un famoso grupo español de los años 60.

Y todo esto compaginado con mi sección de cada martes en el programa Abierto a mediodía, presentado por Ramón Palomar en la 99.9 Plaza Radio.