
La compañía asturiana Zig Zag Danza presentará el próximo 14 de diciembre en la Sala L’Horta un espectáculo de danza concebido para la más tierna infancia: desde los 0 hasta los 3 años.
Con más de 200 funciones realizadas desde su estreno, y galardonado con el Premio OH! de las Artes Escénicas 2012 a la Mejor Propuesta Escenográfica, Aupapá ofrece una experiencia sensorial y participativa que gira en torno a una pieza escenográfica muy particular: un cubo con una superficie superior translúcida sobre la que se sitúan los bebés que aún gatean, y una estructura perimetral de madera con “ojos de buey” laterales a través de los cuales los niños más mayores pueden observar e interactuar con lo que sucede en el interior.
Esta disposición permite que la acción -construida con los movimientos de una actriz-bailarina- suceda dentro del cubo, mientras el público se sitúa muy cerca, a escasos centímetros de ella, en una experiencia de proximidad en la que los padres acompañan a sus bebés en todo momento.
Luz, música y ambiente olfativo
El acceso del público forma parte fundamental de la experiencia. La entrada a la sala se realiza en penumbra, con música suave y un ambiente olfativo sutil diseñado para generar confianza. La idea de fondo es crear una atmósfera sensorial placentera donde la luz, los sonidos, los gestos construyan un reducto de observación tranquila fuera del ritmo cotidiano. Para ello, antes de comenzar la función se explica a madres y padres cómo colocarse, qué pueden hacer y de qué manera acompañar a los bebés para favorecer su autonomía y su seguridad.
Zig Zag Danza lleva más de dos décadas investigando la creación escénica para la primera infancia. Tras haber desarrollado trabajos para niños y niñas a partir de un año, la compañía quiso adentrarse en el universo de los bebés de 0 a 1. Para ello, resultaba imprescindible adaptar el lenguaje escénico a su forma de mirar y de moverse. Tal como subraya el director escénico y cocreador Miguel Quiroga, “nos planteamos realizar una propuesta adaptándonos a la posición natural de los menores de esa edad y a su punto de vista desde la posición de gateo.”
Se trata de un trabajo profundamente emocional, como reconoce la cocreadora e intérprete de la pieza, Estrella García: “Los bebés son tan pequeñitos que al principio son reacios. Tienes que ganártelos poco a poco”.
El desarrollo de la función se basa en un arco sencillo y reconocible para los bebés: despertar, juego y descanso. La intérprete inicia la acción dentro del cubo, envuelta en una tela que recuerda a un pequeño “corralito”. Desde allí se despierta lentamente y descubre la presencia del público. A partir de ese punto, el juego se despliega de manera natural. La tela se convierte en el principal elemento escénico y en el vínculo entre intérprete y público. Los niños la tocan, la pasan por los distintos agujeros del cubo, la buscan y la manipulan según su curiosidad. El espectáculo no pretende estimular en exceso, sino acompañar. Su atmósfera suave, casi de nana, favorece la calma y la concentración.










