La ciudad de escarcha es la adaptación escénica que han realizado desde Crit Companyia de Teatre de la novela Entre visillos, de Carmen Martín Gaite, con la que ganó el Premio Nadal en 1957.
Un libro que era «un crudo retrato de la juventud de una ciudad española durante el primer franquismo. Una juventud abúlica, encerrada en su pequeño mundo de convencionalismos y estrecheces. Un panorama desesperante sobre todo para las mujeres» y que en esta versión intenta responder a preguntas como «¿Cómo se vivía en España hace setenta años? ¿Qué podían o no podían hacer los jóvenes en una ciudad de provincias de aquel tiempo? ¿Cómo se relacionaban? ¿Cómo bailaban, cómo sentían? ¿Cómo de difícil era para una mujer llegar alcanzar un sueño como el de estudiar una carrera?».
Hablando de preguntas y respuestas, en Verlanga hemos entrevistado a Anna Marí, encargada de la dirección, de la dramaturgia y una de las actrices de la obra.
¿Por qué Carmen Martín Gaite?
En Crit hacemos espectáculos para adultos, pero también tenemos una línea para adolescentes, que en realidad no son muy diferentes, porque les interesan los mismos temas que a nosotros. Lo que sí hacemos es que sean obras que tengan algo que ver con su currículum de estudios. Y en este caso, Entre visillos, de Carmen Martín Gaite, entraba a formar parte de las lecturas obligatorias para el selectivo. Por otro lado, desde hacía algo de tiempo nos habíamos dado cuenta de que hacíamos muchas obras de autoría masculina. Así que nos leímos la novela y vimos que nos cuadraba para una adaptación teatral y nos lanzamos.
Cuando nos contasteis qué era La llum del món (un montaje anterior de Crit) deciais que era “teatro, teatro alejado de los frecuentes engendros dramáticos posmodernos, porque nosotros seguimos reivindicando la vigencia del lenguaje teatral sin necesidad de añadidos”. ¿Sirve esa afirmación para La ciudad de escarcha?
La gente que viene a ver la obra suele decir que parece muy moderna, pero con los recursos de siempre del teatro. A nosotros nos gusta utilizar los artificios teatrales de siempre, pero para crear espectáculos contemporáneos. No son obras típicas, tienen un punto original, algo que se sale.
Sobre La ciudad de escarcha decís que es una fiel adaptación textual de la novela, pero concebida como un divertido y emotivo espectáculo de hoy y para hoy.
Decidimos que no podíamos presentar una adaptación hablando de esa época exactamente, sin filtros. Nos gusta poner filtros. Por eso emborronamos el dónde y cuándo estábamos. En lugar de plantarnos en una ciudad desconocida, pero posiblemente Salamanca, de los años cincuenta, estamos en una ciudad que podría ser cualquiera, en una época indeterminada. Eso provoca un choque de tiempos en el que el público ve algo que le suena a pasado y a presente, estamos en una intersección de tiempos. Y ahí es donde el espectador tiene herramientas para desarrollar un espíritu crítico, para preguntarse por qué sigue pasando lo que contamos, por qué lo estamos contando así… Nosotros sacamos todo de sus casillas, le damos otro formato que les descoloca y les hacemos reflexionar.
Aquí es donde entrarían las canciones de Moby.
Efectivamente. Desde el principio tuvimos esa voluntad de no situar claramente la obra en los años cincuenta españoles. Nos gusta que tenga un aire de todas las épocas, desde entonces hasta hoy. Y para ello, la música, como ocurre en todos nuestros espectáculos, tenía que tener un papel fundamental.
Antes de llegar a Moby miramos otras músicas. Hubo un grupo español que no nos dio sus derechos (risas). Moby te cede sus piezas, libres de derechos, por un tiempo limitado para que las puedas probar. Lo hicimos y funcionó. Así que pedimos los derechos. Es sorprendente cómo algunas canciones de Moby se fusionan tan bien con Carmen Martín Gaite.
¿Qué fue lo más complicado a la hora de abordar la dramaturgia?
La novela es bastante innovadora en lo formal, hay dos narradores combinados con un tercero omnisciente, hay muchos planos de la realidad. Tiene una estructura bastante compleja y rara. Al principio nos generó dudas sobre si poníamos uno o dos protagonistas, o si todo lo veíamos desde fuera. ¿Narramos o no narramos? ¿Quién narra? Al final, decidí respetar al máximo la estructura original de la novela y que las escenas cuadraran casi con los capítulos. También, seguirla cronológicamente y mantener quién narraba en cada momento. Y así, casi casi sin tocar nada, ha salido nuestra ciudad escarcha.
Firmas dirección y dramaturgia y te subes al escenario con Daniel Tormo, Maribel Bayona, Josep Valero y Rebeca Izquierdo.
Daniel y yo llevamos mucho tiempo actuando, con otros compañeros, pero Josep, que también es de Crit, se había encargado últimamente más de otros ámbitos, como por ejemplo dirigir, y queríamos encontrarnos los tres sobre el escenario, ya que somos un poco el alma de la compañía. Mientras preparábamos la obra, hacíamos matinales en la Inestable. Y con Jacobo y Maribel, de la sala, compartíamos nuestros pensamientos y decidimos que para este montaje podíamos colaborar de alguna manera. Maribel se ofreció a actuar y nosotros encantados. Además, nos cedieron el espacio e hicimos residencia.
Empezamos a ensayar los cuatro y tanto la ayudante de dirección Maria José Mora, como la asesora de movimientos María José Soler, como yo, nos dimos cuenta de que hacía falta un quinto personaje, las dos chicas tenían demasiado peso, estaba mal repartido. Y entró Rebeca, con quien ya habíamos trabajado en L’increïble assassinat d’Ausiàs March, que se puso las pilas enseguida.
La obra cuenta, además, con las voces en off de Victòria Salvador, Alfred Picó, José Montesinos, Empar Canet, Laia Sorribes, Núria Martín, Maribel Bravo y Panchi Vivó.
Llamamos a unos cuantos actores que habían trabajado con nosotros estos diez años que llevamos como compañía, para tener un poco de calor. Lo de las voces en off fue una propuesta que hice yo, algo arriesgada porque no sabíamos si funcionaría o no. Somos cinco actores que damos vida a dos personajes cada uno, pero lo interesante de la novela es que estos protagonistas se ven acompañados por un coro de voces que les van indicando lo que tienen que hacer. Los protagonistas son un grupo de jóvenes que se ven angustiados por lo que la sociedad espera de ellos y esto se plasma a través de las voces de sus padres, profesores, vecinas, rumores de los bares… que los van ahogando. Había que escuchar cómo la ciudad oprimía a sus ciudadanos. Y esas sensaciones las subrayan las voces en off de manera, incluso, más fuerte que si hubiera actores en escena.
TVE emitió hace muchos años una serie sobre la novela de Carmen Martín Gaite. ¿La viste antes de preparar vuestra adaptación?
Es horrible. Para empezar, era muy poco creíble porque a los personajes, que deben aparentar 16 años, les daban vida actores que no bajarían de 45 (risas). Lo interesante de la novela es que a mitad te planteas si está pasando algo o no, hay gente que pasea, habla, va a discotecas…Pero cuando la acabas desaparece esa duda, es como si todo hubiera ido circulando por debajo, dolores y tensiones soterradas, sobre todo en las mujeres. En la serie eso no está presente y en nuestra adaptación hemos querido que sí, que incluso el espectador se pregunte si quiere que sigamos contándole la historia o no, porque hay un poso muy fuerte en lo que se narra.
¿Cómo ha afectado el covid a la obra?
En marzo hicimos algunas matinales para probar el espectáculo porque estrenábamos el día 20, y claro no pudimos hacerlo. Por lo menos, nos dio tiempo a hacer el vídeo y las fotos, todo el material de difusión. De no haberlo hecho, hubiera sido un poco un cataclismo. En agosto lo presentamos en Sagunt a Escena y ahora vamos al TEM. Y a partir de ahí ya veremos porque hay interés, pero los programadores tienen muchas incertidumbres con lo que pueda pasar. En ese sentido, diciembre es un mes clave.