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Foto: @geraldineleloutre

Cris Blanco dirige y protagoniza una obra donde, a través de la física cuántica, explora el léxico familiar

La creadora y directora teatral Cris Blanco vuelve a desafiar los cánones teatrales con Pequeño cúmulo de abismos, una obra en la que la realidad y la ficción se entremezclan con humor y creatividad. En esta propuesta. que se representa el 27 de octubre en La Mutant, la autora y directora nos invita a un viaje en el tiempo, atravesando su infancia y las complejidades de su vida familiar, sin que la obra caiga en la autoficción.  Blanco lo aclara: «Es un intento de acercamiento a mi realidad, pero no es autobiográfica». En cambio, la pieza se construye a partir de la investigación teatral, el juego escénico y la improvisación.

La obra, que se presenta como un homenaje a tres generaciones de mujeres de su familia, también es una reflexión sobre el teatro mismo. A través de una trama donde los personajes presencian eventos inexplicables en un teatro, Blanco construye una narrativa que es a la vez metateatral y profundamente emocional. Su enfoque combina el uso de elementos fantásticos y científicos, características recurrentes en sus anteriores trabajos como Pelucas en la niebla y Grandissima Ilusione. «La fantasía y lo sobrenatural siempre aparecen en mis piezas, es mi manera de huir de la realidad», afirma la autora.

A pesar de la aparente cercanía entre sus obras y su vida personal, Cris Blanco rechaza el concepto de autoficción, insistiendo en que su interés radica más en el aparato teatral y la investigación escénica. En su obra Pequeño cúmulo de abismos, utiliza su infancia como pretexto para una exploración teatral, pero sin caer en la autobiografía directa. La pieza se construye a partir de la improvisación y busca una forma divertida y surrealista de abordar temas personales y universales, con personajes que asisten a eventos inexplicables en un teatro.

El título de la obra es una metáfora de lo pequeño y lo inmenso, una ‘ventanita’ por la que es posible asomarse a un universo complejo, en el que la realidad solo existe cuando es observada. Blanco juega con esta idea cuántica para crear un espacio teatral donde todo puede suceder, desde viajes en el tiempo hasta la revisión de los propios abismos personales.

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