El número Pi, π, unos cuantos bichos, la Naturaleza, bailes, figuras geométricas, proyecciones, los bichos de antes y sus ruidos, la Naturaleza moviéndose, el respeto al entorno… todo eso es Pi, de la compañía Otra Danza (producción del Teatre Escalante, en Sala Russafa, con funciones escolares hasta el 8 de febrero). Pero también es muchas más cosas. Sobre todo ante los ojos de los niños, espectadores a los que va principalmente dirigida. De ellos, de su comportamiento, del fantástico vestuario, de los audiovisuales y de muchas más cosas hablamos con Asun Noales, directora y coreógrafa del montaje.
¿Cómo de un concepto matemático como el número Pi se concibe algo tan poético como vuestro espectáculo?
Pi surge por ese número mágico que me parece muy interesante y que está en tantos lugares de la Naturaleza. Y nace para intentar conectar esas imágenes de la Naturaleza con las matemáticas. Intentar acercar a lo cotidiano esa abstracción, algo que puede resultar tan geométrico.
¿En qué se diferencian vuestros espectáculos dirigidos a un público familiar, como Pi, de los dirigidos a un público adulto?
Cada espectáculo para niños que hemos hecho ha sido como un reto. A mí me gusta mucho cuidarlos, tratarlos como personitas. En Pi quería que fuera un espectáculo que, también, disfrutaran los adultos. Que no fuera ñoño, ni simple, ni mero entretenimiento. Está trabajado con la misma precisión y exigencia de calidad con que hacemos los espectáculos para adultos. No solo en la coreografía, sino en todos los aspecto de la obra. Por ejemplo en la música, que está compuesta expresamente para Pi. Siempre que hablaba con su autor, Jose Navarro, le decía que no quería que sonara infantil, que fuera una música que moviera e hiciera bailar.
¿Qué te ha llamado la atención especialmente de la reacción de los niños cuando ven Pi?
No sé si los niños llegan a entenderlo todo porque hay muchas capas dentro del espectáculo, pero sí les llega algo y ellos ya componen su propia versión. Hay una cosa que me resulta muy interesante y curiosa, se plantean si los bichos son chicos o chicas. El vestuario es muy andrógino y neutro. Y se pasan la obra investigando. También me parece muy bien que intenten identificar a los bichos.
Durante la obra hubo cierta tendencia por parte de los profesores que acompañaban a los niños a silenciar cualquier reacción de ellos.
Es algo que hemos visto todos los días. Entendemos que los profesores quieran mantenerlos en calma y que está claro que a los niños hay que educarlos para que aprendan a estar en un teatro. Pero hay momentos en los que ellos están expresándose, compartiendo con el de al lado lo que versionean del espectáculo, lo que les llega a sus cerebros. Hubo un momento divertido de la obra en el que se rieron y les hicieron callar. Pero entiendo también a los profesores, que los pobres tienen que controlarlos y no siempre es fácil.
Pi exige cierta participación de los niños, en el sentido de que no se les da todo masticado. De hecho, habrá cosas que ellos no entiendan. ¿Es intencionado?
Sí. A mí me gusta mucho pasear por paisajes. Lo hago también en mis obras para adultos. Huyo de la narrativa a excepción de algunos espectáculos que te obligan porque tienen una historia muy clara, pero en su mayoría mis espectáculos son escenas, imágenes que me llegan a la cabeza y que las intento unir y tejer unas con otras.
Son imágenes que a los niños les atraen por el mero movimiento del bailarín. Eso ya tiene una explicación. Es como cuando uno escucha una música que no tiene que saber qué historia le cuenta esa música para emocionarse. Con el cuerpo pasa lo mismo. Tú ves algo y te llega una emoción, una imagen que vas a llevar a tu propio campo. En ese sentido es más creativo. El niño crea en su mente lo que imagina porque no se lo estás dando todo masticadito.
Incluso el inicio de la obra, cuando vamos conociendo a cada bicho, puede resultar lento para ellos acostumbrados como están a la rapidez que envuelve hoy en día todo. Sin embargo reaccionan bien, con expectación por lo que vaya a ocurrir.
Para mí era la manera de relajarlos en la butaca. Vienen de la calle, del cole, de estar gritando de camino al teatro y lo que pretendo es bajar su ritmo y meterlos poco a poco en el espectáculo. Me encanta. Todos los días esa primera escena, que dura ocho minutos, tampoco mucho más, crea mucha curiosidad en los niños. Empieza a moverse cada bicho, descubrimos su velocidad, el sonido que emite y otras características. Y ellos están muy atentos. Cada vez que aparece uno nuevo se les oye preguntar «¿Qué es eso?» (risas). Me planteé mucho la música de ese inicio. De hecho pensaba que no iba a funcionar la que se había compuesto porque podía resultar demasiado mística, pero conforme fui trabajando con ella descubrí que cuadraba perfectamente.
El vestuario confeccionado por Ana Esteban destaca poderosamente y ayuda muhco a definir a los personajes. ¿Cómo lo trabajastéis?
Le pasé imágenes que me gustaban porque yo quería, al principio, trabajar mucho con la florescencia. Me gustan mucho estos animales que están en los fondos marinos, en los fondos abisales, de formas muy extrañas, con una especie de pelos, que se mueven de manera muy sinuosa como flotando u ondulando. También vimos insectos como la mantis religiosa, que me parece muy curiosa. Siempre hablamos de que el cuerpo se viera bien y que ellos se transformaran dentro de ese vestuario. Me trajo unas laminitas de acetato que llevan como pelitos y son transparente y muy chulas. Teníamos claro que tenía que ser una licra porque queríamos que fuera un vestuario ajustado. Creamos como muchos volúmenes, muchas capas, como costuras que parecen caparazones. Trabajamos mucho sobre él. Me parece muy elegante y sugerente. Mucha gente me ha dicho que le gustaría ver el vestuario de cerca.
Es la primera vez que has utilizado audiovisuales en un montaje tuyo. ¿Qué han aportado a Pi?
Me ha ayudado a introducir el concepto matemático, la geometría, para que la coreografía pudiera ser más orgánica. Me ha permitido trabajar elementos como una lluvia de triángulos que se transforman en girasoles, en espirales de caracol, en romanescu, elementos en los que está implícito la repetición de un patrón que es de lo que quería yo hablar, en el sentido de que somos cíclicos, somos una repetición y en el universo está todo conectado y no se puede romper este orden natural de las cosas porque nos cargamos el planeta. Y ya lo estamos haciendo.
¿Qué campos se te abren como coreógrafa y creadora con el uso de audiovisuales?
A partir de ahora se me abre un campo muy grande porque ya conozco cómo se puede trabajar con los audiovisuales. He sufrido un poco porque el audiovisual se ha ido retrasando, no han sido los tiempos que pensaba que podría tener. Me hubiera gustado desarrollarlo aún más, aunque es cierto que llevamos mucha infraestructura. Pero como digo tengo la sensación de que se me abre un mundo. Ya tengo el material, ya lo conozco, ya sé cómo se trabaja, y hay cosas que he empezado a crear en Pi y que creo que puedo desarrollar más en un futuro. Me apetece muchísimo investigar y trabajar con audiovisual e imagen real en tiempo real.