1973. En París se celebra el tercer centenario de la muerte de Molière. Como por arte de magia, una calurosa noche de verano, seis personajes extraídos de sus obras, cruzan sus caminos en una historia de amor, desamor y celos. Este es parte del argumento de Las picardías de Molière (Sala Russafa, 5 y 6 de octubre). Parte porque falta añadir que ese encuentro se produce a «ritmo de canciones de Françoise Hardy o Serge Gainsburg y apoyándose en proyecciones audiovisuales».
Iria Márquez escribe y dirige esta obra que resucita personajes de El burgués gentilhombre, Las mujeres sabias y Misántropo, provocándoles un salto en el tiempo de tres siglos. Un estreno absoluto a cargo de la compañía valenciana Pànic Escènic y con Amparo Sospedra Tarazona, Iryna Navarro Hinojosa, Sara Soler Mayans, Marisa Pérez Clemente, Pedro Rubio Santiago y José Enrique Pérez Clemente en el reparto.
Los clásicos tienen fama de provocar mucho respeto a dramaturgos, intérpretes y público. Por eso, ante un montaje de las peculiaridades de Las picardías de Molière, le hemos pedido a la propia Iria Márquez que nos escriba un decálogo para adaptar un clásico sin miedo. Y, de paso, que relacione cada punto con su propia obra. Y este es el magnífico resultado:
1- Viajar en el tiempo
Hay que introducirse en la mente del autor o autora y encontrar la esencia de lo que quería contar al público de entonces.
El autor francés era un maestro en satirizar vicios y defectos de la sociedad francesa del siglo XVII
2- Observar nuestro tiempo
Debemos analizar nuestra sociedad, nuestro público. ¿Qué necesitamos que nos cuenten hoy en día? ¿Qué nos emociona? ¿Qué nos aterra?
Hallamos que el humor, sigue siendo la mejor arma para poner un espejo delante de una sociedad que repite muchos de aquellos comportamientos.
3- Construir un puente
Caminar a través del tiempo significa hallar la trascendencia. Si es un clásico es por algo. Lo maravilloso sigue repitiéndose, y por desgracia, lo cruel también.
Seleccionamos materiales de obras que simbolizan lo que al público de hoy maravilla y aterra. Porque el misterio del amor, sigue sin resolverse, la misantropía es un mal general y la pedantería parece instalarse en nuestra forma de mostrarnos ante el mundo.
4- Proteger lo construido
Hay que respetar un puente, cuya construcción tal vez comenzó en el S. XVII y continúa formándose en el S. XXI. La forma, el estilo o el lenguaje de antes es nuestro patrimonio, y el de ahora, será el patrimonio del futuro. Respetémoslo.
Respetamos el lenguaje del S. XVII, el estilo de la farsa… y añadimos textos en la obra de dramaturgia actual. También interpretamos según parámetros de actuación más cercanos al público.
5- Jugar y divertirse en el puente
Una vez hecho todo esto, la obra teatral es un espacio de juego y de experimentación. Podemos introducir nuevas tecnologías, músicas, vestuario, escenografía…Cualquier elemento que nos inspire y ayude a nuestro público a comprender el mensaje original y hacerlo suyo, propio, actual.
Introducimos proyecciones audiovisuales, músicas… que proponen una plástica visual y sonora remitida al cine de la década de los años setenta.