La compañía El Conde de Torrefiel (Tanya Beyeler y Pablo Gisbert) llega al Festival 10 Sentidos con Los Protagonistas (miércoles, 10 de mayo, Teatre Principal), su primer montaje dirigido al público infantil. Una obra, en palabras de Beyeler, «hija y víctima de la pandemia». De hecho, su estreno tuvo que retrasarse unos meses (de abril a septiembre de 2020) por el coronavirus. La pieza «se centra en el valor de la imaginación y la complicidad» a través de una instalación en la que cada cual vivirá su propia aventura. Tanya nos atiende al teléfono.
Es vuestra primera propuesta para un público infantil. ¿Es así por qué no os lo habíais planteado antes? ¿Por qué pensabais que no estabais preparados?
Decidimos hacer una pieza infantil porque nos invitaron a hacerlo. La directora de LU.CA -Teatro Luís de Camões, un teatro dedicado a la infancia de Lisboa, nos contó que le interesaba activar obras de teatro para niños que estuvieran hechas por compañías de teatro contemporáneo que normalmente producen para un público adulto. Nos pareció una buenísima idea y aceptamos. Además, desde el Teatre Lliure nos dijeron que nos querían coproducir algo y la idea del infantil les iba muy bien. Y a partir de estas dos instituciones activamos la producción.
Por otro lado, nunca nos habíamos planteado antes hacer teatro para niños porque no teníamos niños. En cambio en 2020 ya los teníamos, y conocíamos más el mundo infantil. Ya estábamos más en contacto, también, con el tipo de oferta teatral que hay para ellos y nos parecía interesante investigar y proponer algo más contemporáneo, una narrativa más contemporánea, una forma más contemporánea dentro de que el teatro infantil por lo menos en este país está un poco denostado en el sentido de que suele ser teatro barato, ligero y se vuelve siempre un poco a los mismos relatos, a los cuentos infantiles de toda la vida, a formas muy didácticas, y siempre con una especie de necesidad de dar una moraleja final. Como que nos habíamos quedado un poco en los cuentos del siglo XIX y nos interesaba abrir la abstracción también al mundo infantil, a un cerebro infantil, abrir las posibilidades, proponer unas formas un poco más experimentales en este sentido.
Que sea una obra dirigida a un público infantil, ¿excluye al adulto de la misma?
No lo excluye, pero el público adulto tiene que entrar en una modalidad y en una mentalidad y en una disponibilidad más propia del cerebro infantil. Para un adulto no es cómoda esta pieza, así como para los niños muchas veces no son cómodas las piezas hechas para adultos. Es una obra itinerante en la que vas caminando, vas descubriendo, se va evocando todo el rato, hay que pasar por túneles, por pasillos estrechos, hay que agacharse, ir a gatas, hay que estar sentado en sillas pequeñitas, todo esto para un cuerpo y un carácter adulto, pues es un poco más complejo, es como meterte en un parque, no cabes tan bien pero cabes.
Creo que la experiencia es enriquecedora para un adulto cuando ve cómo estos dispositivos que hemos articulado en esta pieza afectan a la emoción y al comportamiento del niño. Es muy diferente si esta pieza solo la vieran adultos, no sería tan emocionante, hay un cambio radical. Hemos hecho pases con solo adultos en los que hacen una media sonrisa, pero cuando es con niños es un júbilo y es bonito ver cómo reaccionan los niños. Por eso, nosotros siempre decimos que cada niño tiene derecho a traer un adulto.
Es una obra donde no hay intérpretes como tal. De hecho la idea y creación viene firmada por vosotros dos y el equipo técnico.
Sí, hay una marioneta gigante, pero espacial. Nos gustaba la idea de que los niños no estuvieran sentados otra vez como están en el colegio. Está esa problemática de que los niños son seres que se mueven mucho, pero que en cuanto entran en el sistema, en el mundo de los adultos, se les empieza a sentar y ya no se puede mover tanto, así que aquí están de pie. Entran en el teatro. Nosotros hemos articulado cinco escenografías que son cinco espacios diferentes que hay que atravesar, lo típico de vivir una aventura que tienes que entrar y luego saldrás. En estos espacios se entra con auriculares, hay todo un paisaje sonoro que acompaña, que estimula los sentidos, los significados…La pieza se llama Los Protagonistas porque no se cuenta ninguna historia. De hecho, los grupos que entran son los que crean la historia en su cabeza, es decir, según lo que les pasa, la historia de la obra de teatro es la que ellos contarán cuando salen.
Es un recorrido a lo largo de espacios muy distintos, muy evocadores. Hay un museo con cuadros parlantes, un espacio oscuro con un pasillo estrecho que hay que atravesar, un túnel, una especie de volcán que sube y baja y cambia de colores, un bosque hecho de luces, un teatrito y un terremoto.
Leyendo la sinopsis de Los Protagonistas, la imaginación aparece en el centro del montaje. ¿Cómo se refleja?
Sobre todo a través de la propia experiencia y de cómo vives aquellos espacios y situaciones que se te ofrecen, que son muy mínimas. Los espacios están muy vacíos, las formas son casi todas abstractas, no hay un cuento o figuras reales. La sensación que queríamos provocar es que los niños entraran solos y no hubiera ninguna presencia humana que los dirija, sino simplemente aquello que escuchan y las situaciones que se aparecen, que tengan la sensación de estar solos, de estar en una aventura, de que no hay nadie ahí para dirigirlos y decirles lo que tienen que hacer. Sí que es verdad que en realidad está lleno de gente porque somos como siete personas manipulando todos los espacios y objetos, pero ellos no nos ven nunca.
Siempre estamos alrededor y estamos escuchando porque la pieza hay momentos que juega con el suspense, con el miedo, con emociones un poco más oscuras, que también nos parecía interesante provocar esto en los niños, pero somos conscientes de que algunos niños pueden ser más sensibles o asustarse. Cuando ocurre los sacamos y les preguntamos si quieren entrar a la próxima habitación, normalmente suelen entrar, no son cosas que pasen muy a menudo
¿Qué diferencias, desde el punto de vista creativo, habéis encontrado, a la hora de crear una obra para un público infantil respecto a vuestros trabajos anteriores?
Básicamente la diferencia es el uso del texto. Normalmente nosotros nos apoyamos mucho en la escritura de textos y la creación de significados a través del texto, de figuras retóricas, de metáforas, de relatos y aquí la pieza casi no tiene texto. Siempre son textos indicativos o educativos, muy mínimos. Hemos tenido que apoyar todo lo que es el devenir, el movimiento de la pieza, en base a movimientos escenográficos y composiciones emocionales del sonido. El relato se va construyendo en la cabeza de los niños a través de una línea emocional y sensorial más que una línea discursiva y más racional.
¿Y esta experiencia se ha visto reflejada de alguna manera en montaje posteriores destinados a un público adulto?
Creo que sí, de alguna manera sí, porque los paisajes sonoros son cada vez más complejos en nuestras obras, los textos se están volviendo cada vez más poéticos y con Los Protagonistas se empezó una línea de trabajo teatral en la que se pone mucho énfasis en lo que es la imaginación, el concepto de imaginación y la posibilidad de evocar más que explicar.