«El Moviment». Foto: Santiago Carregui.

¿Estamos involucionando? ¿Por qué crecen los extremistas que cuestionan la democracia y Europa? ¿Qué relación hay entre Franco y estos líderes? ¿Los jóvenes conocen nuestra historia reciente? ¿Sabemos dialogar y llegar a pactos? Estas son algunas de las preguntas que se hace la obra El Moviment (Teatre Micalet, del 23 de octubre al 24 de noviembre), con texto de Manuel Molins y dirección de Joan Peris.

Ximo Solano es Carles, «un profesor de secundaria que pone en marcha un plan para mostrar a los alumnos lo fácil que es manipularlos». Junto a Solano, en el escenario, una buena nómina de jovencísimos actores (Paula Albert, Helena de Luis Sapiña, Mateo Medina, Sergio Novella, Edu Rodriguez y Cristina Sanmartin). Sacamos al profesor de sus clases ensayos para hablar de sus alumnos compañeros, del montaje, de los tiempos que vivimos, del teatro valenciano y de muchas más cosas.

«El Moviment». Foto: Santiago Carregui.

Desde el punto de vista de su argumento, ¿qué es lo que te atrajo de El Moviment?

No hay otro tema más candente, actualmente, que el ascenso de nuevo del fascismo, algo que mi generación pudimos llegar a pensar que estaba solapado, casi oculto, que era minoritario. Un ascenso tanto a nivel europeo como a nivel global, porque ya se sabe que Europa es muy peligrosa en ese aspecto. Es verdad que en València no ha desaparecido nunca del todo. Ha habido connivencias muy oscuras con el fascismo y siempre ha estado latente. Muchas veces activado por parte del propio estado, evidentemente. Y El Moviment es una obra que describe tanto ese auge del fascismo como lo fácil que es manipular a la gente joven, y a la que no lo es tanto, para que entren en este tipo de moviments.

Y si hablamos desde el punto de vista creativo y más concretamente sobre tu personaje, ¿qué es lo que más te interesaba de dar vida a este profesor?

La capacidad de juego dialéctico que tiene para acabar produciendo un efecto manipulador. Y la gracia que tiene el texto de Manuel Molins es que no es lineal y que al final no controlamos totalmente todas las cosas. El profesor Carles Bosch es un personaje con muchas aristas y eso es muy atractivo.

Rodeado de unos compañeros tan jóvenes sobre el escenario, ¿te has sentido alguna vez como un profesor para ellos durante los ensayos?

Siempre es normal que ellos acaben preguntando todo tipo cosas, qué cómo es posible que haya vivido de mi trabajo hasta ahora, a quién he conocido, … Muchas veces son preguntas que no son de tu trabajo, sino de aquello que lo rodea. Pero una vez estamos metidos en harina, creo que no hay ninguna diferencia entre ellos y yo, y la cuestión en un escenario siempre es mirarse a la cara y transmitirnos energía. Y eso es lo que tiene que llegar al público. Me he encontrado con unos chavales superprofesionales, dispuestos a aprender y experimentar con ellos mismos.

Si la pregunta es si al lado de ellos me he sentido en algún momento viejo, sí, en algún momento, porque esa energía desbordante de la gente de 17, 18, 19 años, ya no la tengo (risas), la pongo en otro sitio. Tampoco es que la envidie, ¿eh?.

«El Moviment». Foto: Santiago Carregui.

Tratando temas tan actuales como los que trata El Moviment, ¿has estado tentado de incorporar a tu personaje vivencias personales relacionadas con esos temas o en ese sentido eres un actor escrupulosamente fiel al texto?

Los autores dirán que no soy escrupulosamente fiel al texto, porque sí es cierto que a veces intento aportar cosas que pienso que me pueden ir mejor. Eso tiene un problema con los autores vivos, evidentemente (risas). Lo digo desde el cariño absoluto a Manolo Molins, con el que tengo ya una relación de muchos años y al que aprecio mucho tanto como persona como dramaturgo.

Los personajes, al final, los haces a partir de tus propias experiencias, si no no los podrías hacer. Por eso cuando un actor madura es capaz de enfrentarse a los personajes de una manera más poliédrica. Y sí, claro, yo tengo presente intentos de manipulación que he vivido, sobre todo cuando era más joven, y eso se acaba plasmando en mi personaje.

Vuelve a dirigirte Joan Peris. ¿Qué ventajas e inconvenientes hay al trabajar con alguien que te conoce y al que tú conoces tan bien?

Todo son ventajas a la hora de trabajar con alguien a quien conoces. Siempre sabiendo que el director respeta al actor y el actor respeta la postura del director, que al final es el que manda. Eso, a veces, es complicado cuando se tiene una relación tan cercana como la que yo tengo con Joan Peris. Con los años hemos mejorado la manera de trabajar. Y eso es maravilloso. Todo son ventajas al trabajar con alguien que te conoce tanto que sabe cuando estás bien, cuando mal, que sabe cuando estás buscando, cuando tiene que parar, cuando apretar, que conoce tus puntos débiles y tú conoces los suyos. Me encanta.

La obra lanza varias preguntas, entre ellas la de si estamos involucionando. ¿Qué opinas al respecto?

No, yo no creo que estemos involucionando, poco a poco mejoramos, aunque no notemos la mejoría. Creo que hay periodos en nuestra historia cercana y reciente en los que sí evolucionamos, pero hay partes que nos toca vivir de nuevo. ¿Eso significa que involucionamos? No. ¿Significa que es circular? Puede que sí, puede ser aquello de que el hombre tropieza dos veces con la misma piedra. Y por eso volvemos siempre a las mismas preguntas, a las mismas situaciones, pero porque podemos pensar que el fascismo es algo que se inventó en el siglo XX, y no, el fascismo directamente relacionado con el poder, los tiranos, el autoritarismo, es una cosa casi eterna en la historia de la humanidad, en los conflictos de los griegos ya hay totalitarismo, la historia de Roma igual.

«El Moviment». Foto: Santiago Carregui.

Y si extrapolamos esta pregunta anterior a las artes escénicas valencianas, ¿qué contestarías? ¿Cómo crees que está de salud el teatro valenciano?

Es una pregunta que me hacen mucho. El teatro resiste, el teatro está bien, y los conflictos a los que ahora se enfrenta el teatro valenciano, y me refiero a conflictos artísticos, están bien. Y vemos que hay muchas compañías que están llegando a los 25 años, y algunos más. Es decir, la importancia del momento actual es que no se corte el hilo, que cuando mi generación empezó no existía. Ese hilo se había roto en algún momento y había amateurismo. Ahora no, ahora hay profesionalidad, mi generación se enfrenta a grandes papeles que antes no se podían hacer porque no había tanta gente que pudiera hacerlos. Hay más dramaturgos que nunca y se llevan sus obras a los escenarios, sin ningún problema, mezclados con los grandes nombres de la historia del teatro. Evidentemente, faltan cosas, siempre faltan cosas, pero si he de hacer una radiografía yo pienso que estamos mejor, pero podríamos estar mucho mejor si se entendieran ciertas dinámicas que no se acaban de entender.

¿Puede la cultura ser una buena herramienta para luchar contra la manipulación?

Hace poco leía sobre una obra de teatro que se había representado en Estados Unidos, y creo que también en Londres, sobre el conflicto de Afganistán, y los periodistas decían que a partir de la sublimación de los conflictos mediante el teatro se conseguía profundizar más en la realidad. ¿El teatro ayuda a comprender mejor la realidad? Sí, porque el teatro hace preguntas y, sobre todo, hacer las preguntas correctas. Preguntas que no tienen fácil respuesta, que a veces son paradójicas, y que te acercan a la profundidad de los conflictos, tanto los personales como los genéricos. Por lo tanto, no es que pueda ser una buena herramienta, es que es una herramienta fundamental para luchar contra la manipulación a través de las buenas preguntas y la buena reflexión. Eso lo debería entender una sociedad que en momentos de crisis, necesita al teatro más que nunca. Al final de la Segunda Guerra Mundial, por ejemplo, hubo una eclosión de proyectos teatrales en toda Europa. ¿Por qué? Porque la gente no necesita el teatro solo para divertirse, sino también para comprender qué ha pasado.

¿Hay algún/a profesor/a que recuerdes especialmente de tus primeros años escénicos?

Profesores he tenido muchos y de todos he intentado aprender algo. Suena muy tópico, pero es verdad. No hay ninguno que me marcara especialmente, no tengo ningún profesor de referencia. Pero sí que muchos de los profesores que he tenido me han marcado, bien para caminos que he seguido u otros que no. Los profesores te pueden influir en una manera positiva y negativa.