Verónica Andrés. Foto: Jordi Pla.

Verónica Andrés. Foto: Jordi Pla.

Vero y Pau llevan quince años sin verse. Un trabajo precario ha vuelto a juntar sus destinos. El de una mujer preparada (incluso en exceso) para triunfar en el mercado laboral y el de una idealista que abandonó la universidad porque creía que podría cambiar el mundo. Vero tiene más de 45 años. Pau una decena menos. Vero es Verónica Andrés. Pau es Pau Pons. ¿Por qué se han vuelto a cruzar los caminos de estas dos mujeres? Ese es el punto de partida de «ÈXIT (abans de les eleccions)», escrita y dirigida por Xavier Puchades. El dramaturgo valenciano es nuestro interlocutor

¿Cómo surge la idea de «ÈXIT (abans de les eleccions)»?

Surge hace un par de años, con la historia de un matrimonio de políticos pendientes de un juicio por corrupción. Un año después, retomo la idea para las residencias del Espacio Inestable, pero antes de ponerme a escribir, uno de los actores no puede participar y decido cambiar radicalmente la propuesta. Con Verònica Andrés, pensamos en otra historia, la de una vedette de los años 50 que desea interpretar Chejov. Es entonces cuando surge la imagen disparadora de «Èxit»: dos vedettes en el interior de una fábrica abandonada junto a una misteriosa pelota de playa. Tras ver «Trabajo ocasional de una esclava», de Alexander Kluge, todo acaba por encajar, pero necesitamos otra vedette y hablo con Pau Pons. De alguna manera, «Èxit» surge de todas estas idas y venidas que influirán en la narrativa de la obra, que comienza siendo una cosa y acaba siendo otra.

¿El parentésis del título surge por el vuelvo electoral que se produjo en las últimas elecciones? Esa circunstancia, ¿cambió en algo el texto original?

Estrenábamos poco después de las elecciones del 24 de mayo de 2015 y sospechábamos que, fuera el que fuera el resultado, afectaría a la lectura de la obra. Entonces, optamos porque los hechos transcurrieran un día antes de esas elecciones, en la jornada de reflexión. El objetivo era convertir la pieza en una jornada de reflexión válida para cualquier día del año, hubiese o no elecciones. Lógicamente, esto afectó a lo que estábamos contando, lo enriqueció. Tras las elecciones, el ambiente de euforia por los resultados nos vino muy bien, pues Èxit habla, precisamente, de cómo cada cuál gestiona los cambios, sus elecciones personales y su implicación política real con la sociedad.

Eres un autor bastante preocupado con la problemática social que nos envuelve y «Èxit» no es una excepción. ¿Por qué esa necesidad?

Admiro el cine de Mike Leigh, de Robert Guediguian o de los hermanos Dardenne. Todos ellos abordan cuestiones de gran alcance social y político desde lo más cotidiano, muchas de sus películas son homenajes a la clase trabajadora. Como se dice en un momento de «Èxit», “la precariedad laboral ha existido siempre”, más allá de momentos puntuales de vacas gordas siempre mal repartidas. Y esta situación en nuestro caso se debe, entre otras cosas, a veinte años de una gestión política basada en el espolio, la corrupción y el clientelismo. Unos hechos que dan para varias series de HBO y que el teatro valenciano, lamentablemente, apenas ha tratado.

Por tanto, siento una necesidad de explorar esa dignidad de la clase trabajadora – algo que sí encontramos en la escena valenciana reciente como, por ejemplo, en «El fandango de Marx», de Patrícia Pardo – y una necesidad de denunciar hechos políticos indignos. En este sentido, para mí fue muy revelador participar en una experiencia de teatro de urgencia como «Zero responsables» (2010), un homenaje a las víctimas del accidente del metro, que aunaba ambas inquietudes. Hay un momento en Èxit que se interna en un territorio de noticias olvidadas, que los medios han desactivado o quemado. No se trata de hacer un refrito periodístico o un panfleto, se trata de hablar de la condición humana desde referentes, más o menos reconocibles, pasados por el filtro de la ficción. El teatro debe molestar, como decía recientemente Xavo Giménez en una entrevista. El teatro ha de incidir de alguna manera en la sociedad, de lo contrario, está muerto.

Pau Pons. Foto: Jordi Pla.

Pau Pons. Foto: Jordi Pla.

La obra además, pone en primer plano a un sector de la población (entre los 30-45 años) a los que nunca se hace referencia cuando se habla de la crisis (siempre se incide en los jóvenes y mayores de 50) y que está sufriendo las condiciones laborales precarias como el que más. ¿Fue intencionado o algo que nació por pertenecer tú a esa franja de edad?

Estábamos predestinados a suicidarnos todos a lo Kurt Cobain, pero no lo hicimos. La llamada generación X fue un invento perverso para convertirnos en apacibles consumidores de productos enlatados con nuestra supuesta identidad dentro. Una noche nos acostamos creyéndonos Peter Pan y, al día siguiente, nos despertamos convertidos en Geppetto. No tenemos suficiente experiencia ni contactos como para incidir en el poder, quizás nunca fue nuestra opción, ni somos tan jóvenes como para aceptar esperanzados una (auto)explotación que, por otro lado, ya hemos vivido. Pero todo esto son generalizaciones, que es con lo que se define y reduce cualquier generación.

Es curioso que las fechas de nuestros nacimientos, los de los tres, abarcan desde 1969 a 1979. Precisamente, los límites temporales que algunos propusieron para la generación X. Pensamos que podríamos aportar nuestra visión de los hechos y complementar otros acercamientos teatrales generacionales más recientes como la que ha hecho hace poco Víctor Sánchez. No somos una generación peor o mejor que otras y la precariedad laboral, en realidad, afecta ahora prácticamente a todas. Nos hemos abordado como una incógnita, más allá de lo que digan de nosotros los sociólogos. No es una obra autobiográfica, pues las biografías de los personajes evolucionan hacia territorios inesperados.

Además del compromiso social que suele caracterizar a gran parte de tus obras, vuelve a estar presente (en «Èxit») otra constante de la misma y es la memoria. La memoria en algunas de sus numerosas manifestaciones (como necesidad de no olvidar, como imprescindible para comprender cierto presente, como garante del comportamiento de las personas en determinados momentos o como recurso narrativo o argumental).

Hace poco, viendo «Kòktel Molotov», de Pep Ricart y Begoña Tena, el protagonista compartía con nosotros sus lecturas y vivencias personales, su memoria selectiva conformaba su particular posicionamiento ante la vida. Es un ejemplo perfecto de la importancia del teatro como herramienta de transmisión de la memoria como experiencia vivida. El teatro se construye con la memoria y, por tanto, debe generar memoria. Una función especialmente frágil en un mundo donde se prioriza el consumo de experiencias y se ejercita el olvido del pasado e, incluso, del mismo presente. Me gusta que los personajes se paren a pensar sobre lo que le está sucediendo y que lo compartan con los espectadores. Me interesa la dificultad con que un personaje trata de comprender y expresar las cosas que le ocurren y que esto suponga también cierto esfuerzo de atención en el espectador. No estamos acostumbrados a escucharnos. En la segunda parte de «Èxit», la memoria irrumpe de forma abrupta como un incendio incontrolado de verano, producto de una necesidad de contar todo lo callado en la primera parte, más enigmática. Las preguntas básicas planteadas al comienzo se van respondiendo después de una forma cada vez más excesiva, contestando cuestiones que ni siquiera habían sido planteadas.

Al margen del papel que desarrollan en la historia que cuentas, sueles utilizar a tus personajes para ahondar en el análisis o la naturaleza del ser humano. ¿Qué te atrae de ese viaje a la psique de los mismos?

En este caso, nos centramos en dos mujeres supervivientes cuyas elecciones vitales, siendo del todo diferentes, tienen un punto en común: ambas se han esforzado por ser honestas en un mundo donde ese tipo de valores no se encuentran entre los más apreciados. Nos interesaba explorar precisamente esa cuestión, ¿es posible sobrevivir en esta sociedad desde parámetros tan poco pragmáticos? Hay un texto de Brecht titulado “El reencuentro” que se me quedó grabado cuando lo leí hace años: “Un hombre que hacía mucho tiempo que no veía al señor K. le saludó con estas palabras: -No ha cambiado usted nada. -¡Oh! -exclamó el señor K., empalideciendo.” «Èxit» es también la historia de un reencuentro. A lo largo de la obra sobrevuela la cuestión del sentido que tiene cambiar para lograr adaptarse a un sistema indigno o si, por el contrario, es posible cambiar algo en ese sistema. «Éxit» habla de las pequeñas revoluciones otoñales que no salen en el telediario.

Verónica Andrés y Pau Pons son las dos actrices de «Èxit». ¿Escribiste el texto pensando en ellas? ¿Por qué las elegiste?

El texto no solo se escribió pensando EN ellas, se escribió CON ellas. Íbamos conversando sobre cada escena escrita, alimentándola y abriendo el camino hacia la siguiente. Es un tipo de creación que he ido recuperando en los últimos años, mi primer trabajo como director en 2004 fue así. Con Verónica ya lo había probado y Pau forma parte de El Pont Flotant, cuyas creaciones son concebidas de forma colectiva y elaboradas tras un largo proceso de investigación. Ahora mismo, siento la necesidad de procesos de creación más largos o, al menos, más relajados y realizados en compañía. Antes lo hice con otros autores, ahora con actores. Con Verónica y Pau ya había trabajado antes y sentimos una complicidad, un respeto y una confianza que nos anima al riesgo. Coincidimos en que el teatro debe ser siempre un regalo para el espectador y disfrutamos escogiéndolo, envolviéndolo y poniéndole el lazo. Viéndolas en el escenario pienso, ¿cómo es posible que nunca antes hayan trabajado juntas? Son unas excelentes compañeras de viaje, en tiempos difíciles para ciertos viajes. Otra actriz y excelente persona nos ha estado ayudando también en la dirección y producción, Lucía Sáez. En el fondo, el equipo de «Èxit» es una especie de matriarcado en el que me he colado y en el que soy tremendamente feliz.

Xavier Puchades.

Xavier Puchades.

Hablando de ese equipo, ¿qué papel «juegan» en la obra tanto los collages de po poy como la música de Truna i Agnès Pe?

A po poy la conocí gracias a un montaje de El Pont Flotant. Años después, colaboramos en una pieza para el Cabanyal Íntim junto a la actriz y dramaturga Begoña Tena. Desde entonces, tengo la suerte de que siempre acepte cuando le propongo colaborar en algún proyecto. Mientras escribía «Èxit», po poy publicó en su blog una nueva serie de collages a partir de iconografía medieval, era muy diferente a lo que había hecho hasta el momento. Especialmente, me llamó la atención un collage llamado “Llebeig” que, finalmente, ha acabado formando parte de la obra. Le propuse actualizar algunos de los “Caprichos” de Goya por medio del collage y ella se atrevió a hacerlo desde el imaginario medieval que estaba explorando. Los cuatro collages sintetizan visualmente diferentes aspectos de la obra y participan, junto a la música y la iluminación, en la creación de una atmósfera enrarecida y misteriosa. Los breves temas de Agnès Pe acompañan estupendamente las palabras proyectadas, a la manera distanciadora de algunas películas de Kluge. El precioso tema que aporta Truna es una versión ralentizada de un conocido tema antifascista que en la pieza adquiere un uso inesperado, alejado de la emotividad visceral y colectiva que suele provocar.

¿Tuviste alguna obra en mente mientras escribías «Èxit» o sueles aislarte cuando estás en pleno proceso creativo? Una vez acabada, ¿has descubierto alguna influencia en el texto, aunque fuera de manera inintencionada?

Con el tiempo, «Dos días, una noche», de los Dardenne, creo que ha influido más de lo que pensaba. Las influencias trato de que sean lo menos intencionadas posibles. En el proceso de escritura leo y veo muchas cosas, a veces aparentemente contradictorias. Por poner un ejemplo: «El bandido», de Robert Walser y una biografía de Zaplana. Hay un momento en «Noticias de la antigüedad ideológica: Marx/Eisenstein/El Capital», donde Kluge conversa con Hans Magnus Enzensberger, este afirma que Eisenstein empleaba “el método de la ballena”: «Era alguien que trabajaba con enorme cantidad de material. Era imposible realizar todo lo que imaginaba. Uno deja entrar todo el placton, deja que se acumule… Y algo queda». Mi forma de trabajar es parecida y, a veces, tampoco consigo realizar todo lo que he imaginado. Un espectador me comentó que «Èxit» le recordaba a Chirbes, ya me gustaría, pero es cierto que también lo estuve leyendo entonces y lo sigo haciendo ahora.

Tus dos obras anteriores como director fueron «M i les balenes» (en la que también compartías autoría con Guada Saéz) dirigida al público infantil y «Gore», en la que contaste con un plantel interpretativo joven. ¿Varía en algo tu trabajo cuando se trata de un proyecto de estas características a cuando se trata de un montaje (llamémosle) adulto?

Independientemente del destinatario, varía según el proceso y este depende de las condiciones económicas, el tiempo de investigación, si se parte de un texto acabado o no, la experiencia y la confianza del equipo, si es un encargo… Cada cierto tiempo he tenido la suerte de dirigir obras con intérpretes jóvenes, son los procesos que más padezco pero de los que más aprendo. Creo en la necesidad de poder experimentar el teatro con intérpretes y equipos con formación y edades diferentes. Esto es algo que, por diversas causas, no es habitual en nuestro teatro, como comentaba hace poco Pilar Almería en un artículo.

Yendo un poco más atrás en tu trayectoria llegamos a «Lúcid». Al margen de por la presencia de Verónica Andrés y de algunos de tus colaboradores (collages, música,…) ¿Crees que hay algún tipo de conexión (más allá de la cuestión argumental) entre ella y «Èxit»?

Algún guiño puntual hay a «Lúcid», sí. Para mí, y creo que para todos los que participamos en esa obra, «Lúcid» ha marcado nuestras vidas. Y esto ha impregnado el proceso de creación de «Èxit», sin duda. Verónica, cuando hicimos la primera lectura del texto completo, comentó que su estructura recordaba a la de la obra de Spregelburd. Es posible, en Èxit también hay giros repentinos y experiencias dolorosas escondidas. Por otro lado, en ambos casos, estamos ante personajes en crisis donde lo familiar y lo social afectan por igual, aunque se busquen estrategias de supervivencia claramente diferenciadas. Quizás, si «Lúcid» hablaba de todo lo contrario a lo que el título podía anunciar, en «Éxit» nos hemos acercado al concepto de la lucidez desde otro ángulo. Dirigir textos de otros autores cada cierto tiempo pienso que es fundamental para avanzar en tu propia escritura.

Verónica Andrés y Pau Pons. Foto: Jordi Pla.

Verónica Andrés y Pau Pons. Foto: Jordi Pla.

La obra se estrenó este verano en Espai Inestable, ahora llega a Ultramar y a principios del año que viene a Las Naves. En este periplo, y al margen de por el espacio de cada sala, ¿el texto ha ido evolucionando (y lo seguirá haciendo) a medida que se suceden las sesiones y compruebas las reacciones de la gente, lo que funcioa o no en escena, o en ese sentido eres bastante fiel al primer «montaje»?

En Inestable estrenamos como residencia y eso implica, por definición, experimentar y cambiar. Llegamos muy apurados al estreno, la obra no tenía aún su ritmo y detectamos algunas decisiones precipitadas de dirección que no ayudaban. Hicimos entonces algunos cambios y para las funciones en Ultramar añadiremos otros nuevos. En teatro no se puede ni se debe ser fiel al primer montaje, siempre hay cosas que retocar o probar. Es una de sus ventajas, ver y escuchar las reacciones de los espectadores y decidir qué hacer con ellas.

¿Esa triple representación en salas es lo ideal para cualquier obra? ¿En qué beneficia y perjudica a la misma? ¿Cuál crees que sería el método ideal de difusión?

Que te programen en cualquier teatro ya es beneficioso. Y si lo hacen en varios, mejor. Cada teatro de esta ciudad tiene su público más o menos fiel que, posiblemente, no ha ido o ni siquiera conoce el teatro en el que estabas unos días o meses antes. Es cierto que lo ideal sería estar más tiempo en un mismo teatro, el boca oreja en esta ciudad no funciona hasta la segunda semana. Y cuando estás llenando, si la cosa va bien, te tienes que marchar. Es una de las perversiones de un ecosistema teatral que ha ido enfermando por una mala gestión pública de décadas. Se dan situaciones absurdas como que montajes que se mueven en el circuito llamado alternativo consiguen giras nacionales e, incluso, internacionales cuando no tienen bolos en poblaciones cercanas ni pisan escenarios del teatro público. Cuando lo hacen, solamente están un par de días. ¿Por qué interesan en Chile o en Islandia y el programador del pueblo de al lado se excusa diciendo que esos trabajos a su público no le interesan? Bueno, es algo que se deberían plantear los futuros gestores.

La clave, por tanto, está en la gestión. Algún teatro municipal está empezando ahora a pagar un caché mínimo y a iniciar una línea de producción propia, algo que entra en el terreno de cierta normalización y que es una muy buena noticia. No sé cuál sería el método ideal de difusión, pero sí sé que las obras de teatro necesitan hacer funciones de forma continuada y, a ser posible, en el mismo espacio teatral. Así es como crecen hasta hacerse lo suficientemente fuertes como para poder viajar a otros lugares.

¿Cómo ves la situación actual del teatro valenciano? ¿De qué adolece? ¿Qué te hace confiar en el futuro?


Confusa. Observo ciertas inercias en el funcionamiento heredadas del pasado, peligrosamente contagiosas, y muy cómodas para futuros gestores que no apuesten por el riesgo. Yo soy un defensor del teatro público, entendido como una locomotora esencial para el buen funcionamiento del ecosistema teatral. Esa locomotora lleva años descarrilada y oxidada a las puertas del Rialto. Ponerla de nuevo en marcha será complicado. Será un trabajo de todos o no será. Paradójicamente, la falta de oportunidades, ha provocado una gran efervescencia creativa. Sorprende la madurez de algunas propuestas que han sobrevivido años en la más absoluta de las precariedades y la ilusión con que la gente más joven da sus primeros pasos. Pero esta efervescencia muchas veces es más de cantidad que de calidad, algo hasta cierto punto lógico por las condiciones de trabajo. Y entre toda esa desbordante cantidad, surgen proyectos hermosos. Si todo este impulso no lo sabe gestionar nadie desde el teatro público, incluso desde el privado, acabará desapareciendo igual que apareció. Adolece, por tanto, de una buena gestión que resuelva problemas enquistados referidos a los presupuestos, a las ayudas, a los encargos, a las residencias, a los laboratorios, a la promoción, a la educación, a la formación, al intercambio intergeneracional… Una gestión, en fin, que apueste por una concepción del teatro que vaya más allá del mero entretenimiento y consumo. Está todo por hacer. Es una oportunidad, el momento es propicio porque hay talento y ganas. Y si algo me hace confiar en el futuro es observar cómo todas las semanas hay muestras de ese talento en los teatros de esta ciudad.

«ÈXIT (abans de les eleccions) podrá verse los días 23 y 24 de enero en Las Naves.