Parece imposible hablar de Emilio Gutiérrez Caba y no hacer mención a la saga familiar escénica a la que pertenece. Más aún si se hace desde València porque aquí empezó todo. Su bisabuelo, Pascual Alba, hizo en el cap i casal su meritoriaje teatral para después marchar a Madrid donde ya continuó su carrera. La suya y la de todas las generaciones que vinieron más tarde. El propio Emilio investigó a su familia dando como resultado un estupendo documental: Vida y comedia. Compañía Alba Caba Gutiérrez Escolar, que se emitió el año pasado en el programa Imprescindibles de TVE y que se puede recuperar en su web.
Emilio Gutiérrez Caba pertenece a esa inexistente escuela oficial de interpretación, de la que podrían también formar parte Manuel Galiana o Jaime Blanch, que hacen de la normalidad la excepcionalidad. Personajes que consiguen la ovación, el reconocimiento o la credibilidad con la palabra, con la gestualidad, con la expresión corporal, sin ser esclavos de una fisonomía concreta. Herederos de una tradición profesional de actores de reparto, que no secundarios, a la que respetan y no olvidan. No es casual que el propio Gutiérrez Caba fuera el impulsor de la recuperación de las memoria de José Isbert que estaban descatalogadas.
Ese final inolvidable de La caza (Carlos Saura, 1965), sus idas y venidas con la obra La mujer de negro o sus numerosos Estudio 1 forman parte de la memoria colectiva cultural de este país. Como Nueve cartas a Berta (Basilio Martín Patino, 1966), ¿Qué he hecho yo para merecer esto? (Pedro Almodóvar, 1984) o La comunidad (Álex de la Iglesia, 2000). Como El principe y la corista o La muerte y la doncella, encima de los escenarios. Como tantos papeles a los que ahora se suma el de Después del ensayo (del 24 al 27 de mayo en el Teatro Talia), una suerte de testamento teatral de Ingmar Bergman, adaptado por Joaquín Hinojosa, dirigido por Juan José Afonso y con las interpretaciones, también, de Chusa Barbero y Rocío Peláez. Como muy bien resume el texto promocional del montaje, «Bergman nos habla de la tragedia del desamor, de la asunción de la soledad y de la derrota de las creencias ante el paso arrasador de la vida». Vayan con hambre de teatro y con ganas de aplaudir.