Kurt Weill, Lucho Gatica, La Lupe, Talking Heads, David Bowie, Isabel Pantoja o Madonna suenan en «El intérprete», en la voz de Asier Etxeandía. Un espectáculo en el que el actor expulsa sus fantasmas a golpe de canciones. Aquellas que le han ido marcando en su vida personal y laboral. Porque la música siempre ha sido para él como ese amigo que nunca te abandona.
¿Cuál es tu primer recuerdo musical? ¿Qué se oía en tu casa cuándo eras pequeño?
Mi madre con la radio. Y sobre todo una cinta en la que iba grabando las canciones que le gustaban. Recuerdo, especialmente, “Si amanece” de Rocío Jurado, que le encantaba a mi madre. Pero también tengo el recuerdo de Parchís y Enrique y Ana y todo ese mundo.
Tuviste una infancia muy dura, sobre todo en el colegio. ¿Buscabas en la música refugiarte de esa asfixiante realidad? ¿Qué canciones escuchabas entonces?
Era muy “popi” en esa época. Me gustaban mucho Michael Jackson, George Michael, Queen, … me fascinaban. U2 también. Y cuando me fui de casa de mis padres, con 17 ó 18 años, ya empecé a escuchar más rock and roll. Descubrí a David Bowie, a los Stones, Led Zeppelin, Janis Joplin,… pero en los 80 yo era muy fan de Madonna.
¿Consiguieron aquellas canciones trasladarte a otros mundos y hacerte olvidar el que vivías con angustia?
La música, para mí, es de todas las artes, la que crea más atmósfera emocional. La melodía me metía en un lugar de autoestima muy grande, de fiesta interna continua. Sobre todo porque los artistas que elegía eran como grandes prolongaciones de ellos mismos, era como “aquí estoy yo, con mi forma de ser y con ella hasta el final, y me convierto en un héroe”. Su personalidad se convertía en su mejor estandarte. Eso me ayudaba mucho a salir adelante. Yo me sentía un friki, pero, curiosamente, esos artistas lo eran mucho más que yo. Me hacían escapar de la realidad y de la mierda que me rodeaba. Y de lo común, que me aburría totalmente.
Hablamos de los años 80 en el País Vasco, cuando el Rock Radikal Vasco se encontraba en su máximo apogeo, ¿te interesaba musicalmente?
Nunca me gustó (risas). Me gustaba y me gusta la música vasca. Pero cosas como Benito Lertxundi o Mikel Laboa. La Polla Records y muchos de ese mundo no cantaban en euskera, aunque sí formaban parte importante de Euskadi, pero nunca me atrajeron demasiado. Les faltaba cierto glamour.
¿Recuerdas el primer disco que te compraste?
“The final countdown”, de Europe (risas). Pero no me lo compré por mí, sino por mi prima Inma que le fascinaba. Yo no sé la edad que tendría (risas). Cintas de casete compraba más, pero el primer vinilo fue ese. Y después “Like a virgin” de Madonna.
¿Qué importancia ha tenido la música en tu vida?
He cantado toda mi vida. Mucho más que actuar. Lo que pasa es que se me ha conocido mucho más interpretando. He estado en muchos grupos. Tuve una banda, en Bilbao, que se llamaba Ajo y Agua, y me dieron el premio al mejor cantante. Luego estuve en Circusmania, el grupo con el que más años he estado. Hacíamos versiones de los Allman Brothers, Janis Joplin, David Bowie, Toto, … era la hostia. Después, me gané la vida en una orquesta de verbena, durante bastante tiempo, para pagarme la escuela de teatro. Fue durísimo porque cantaba canciones horrorosas, no me gustaban nada. Era todo terrible, porque trabajar en una verbena es como trabajar en un circo: montas, desmontas, viajas, casi no duermes, … y te pasas la vida en el escenario, si es que se le puede llamar así. Eso sí, me curtió muchísimo. También he formado parte de muchas otras bandas. Como los Blue Aliens Temple, con los que hice uno de los discos de los que más orgulloso me he sentido jamás, pero que tal y como estaba la industria musical, fue imposible sacarlo.
Uno de tus trabajos alimenticios que más llaman la atención fue en un sex shop de Vitoria, ¿qué música le pondrías a ese recuerdo?
No lo sé. Tal vez alguna canción de Marvin Gaye o de Prince.
¿Y qué canción asocias a la primera vez que pisaste un escenario?
Ni idea. Quizás algo de Kurt Weill. O “Cabaret”. No lo tengo claro. Es que mis gustos musicales son tan amplios que elegir una canción me cuesta muchísimo. Escucho desde María Dolores Pradera a Rage Against the Machine. Me es imposible elegir. Eso sí, de la escuela de teatro tengo muchos recuerdos de Silvio Rodríguez. Allí descubrí sus letras. Ahora, la verdad, es que no sé donde colocarlo. Pero todavía hay canciones de Silvio Rodríguez que, cuando escucho unos acordes, me hacen llorar.
Ahora que has mencionado “Cabaret”, ¿cuándo la representabas te venía en algún momento a la mente aquel niño que vivía sus propios espectáculos en su habitación, huyendo de su cruel realidad, en los que puede que también hicieras, incluso, de maestro de ceremonias?
Yo me sé “Cabaret” de memoria desde que tenía 6 ó 7 años. El disco estaba en mi casa, mis padres lo ponían y me lo sabía entero. Desde siempre el maestro de ceremonias me inquietaba brutalmente. Interpretarlo fue como un sueño realizado. Y siempre que estoy en un escenario, en algún momento del montaje, pienso “Lo estás haciendo. Estás haciendo lo que querías”.
La muerte del cineasta Manuel Toledano truncó el musical «El lunes puede esperar» (en el que compartías protagonismo con Hugo Silva y Eduardo Mayo), que iba a contar con canciones de Fangoria, Chico y Chica, Ellos, L-Kan,… ¿Recoge de alguna manera «El intérprete» algo de aquel espíritu?
De aquella experiencia me quedó un regalo maravilloso que me hicieron Alaska y Nacho Canut, y que de alguna manera me lo hizo también Manuel, que fue la canción «¿Por qué a mí me cuesta tanto?», que para mí es como si fuera mía, sin dejar de ser de ellos, claro. Me siento totalmente identificado con la letra y siempre que la canto recuerdo a Manuel y lo que pudo haber sido. Pero de alguna manera, todo rima en la vida.
Esa canción la interpretaste en uno de los momentos más emotivos del reality «Alaska y Mario» y tuvo cierto éxito, sobre todo a nivel de redes sociales. ¿Esperabáis que ocurriera eso?
Sí (risas). No me sorprendió. Es un tema maravilloso. Y todavía tiene mucha más vida. Yo la canto en “El intérprete”. Hacemos una versión más “soulera”, más años 60, muy divertida, pero diferente.
En el musical mencionado iban a participar algunos de los nombres más pujantes de la escena independiente del momento. ¿Estas al tanto de lo que ahora sucede en la misma? ¿Qué grupos actuales te interesan?
Me gustan Love of Lesbian, Depedro, Vetusta Morla,… Tampoco tengo mucho tiempo últimamente y me gustaría ir a más festivales de los que voy, porque lo que más me gusta son los directos.
¿Y a nivel internacional?
Soy muy fan de Arcade Fire. Estoy muy triste por la separación de The Knife. También me gustan mucho Hot Chip o Róisín Murphy, por ejemplo.
¿Hay alguna canción que no puedas acabar de escuchar por los recuerdos que lleva aparejados?
No. De hecho sería al revés. Soy bastante machacón conmigo mismo. Como note algo que me cuesta o que me duela, me lo pongo. Pienso que si eso ocurre hay algo que investigar y algo que vivir. Es más, muchas de las canciones que canto en “El intérprete” no las podía cantar porque me recordaban algunas, excesivamente, a mi madre, o a mi infancia. Y, precisamente, las elijo porque creo que son en las que más expuesto me muestro y eso es lo interesante. Ya que me expongo, me expongo de verdad.
¿Que tema definiría al Asier Etxeandía actual?
La palabra “definición” la aborrezco porque acaba limitándonos. Hace un momento estaba escuchando a Jorge Drexler y me he pasado de golpe a Ella Fitzgerald, después a Raphael, y con las tres me he vuelto loco. Me interesa todo. Y estoy en esa búsqueda de no catalogarme en un estilo musical.