Paco Zarzoso en «Umbral». Foto: Jordi Pla.

Umbral fue escrita por Paco Zarzoso en 1996. La obra se componía de cinco escenas independientes, pero unidas por la incapacidad (o el desinterés, según el caso) de sus protagonistas de cruzar el umbral del amor. Un modelo y una fotógrafa; una mujer que aborda en el patio a una antigua pareja; dos vecinos que hablan por teléfono a causa de un apagón de luz en el piso de ella; una peatona que fantasea con un peatón mientras el semáforo está en ámbar; el administrador de un matadero ensayando cómo despedir a una trabajadora.

La obra regresa ahora al Teatre Talia del 24 al 28 de marzo con una sexta escena, ambientada en estos días pandémicos que vivimos, en la que se recupera la historia del matadero. Zarzoso también dirige y comparte interpretación con Lola López. Los dos ya se subieron al escenario en diciembre de 2006 cuando con su propia compañía, Hongaresa de Teatre, estrenaron el montaje en castellano. Cruzamos el umbral de los ensayos para hacerle unas cuantas preguntas a Paco Zarzoso.

¿Qué relación guardas con una obra como «Umbral» tan longeva?

La escribí hace mucho tiempo, siendo más joven, y continúa emocionando, divirtiendo… es muy satisfactorio. Me hace pensar que es una obra que no está hecha para un solo momento o circunstancia, sino para corazones humanos que rieron hace veintiseis años y también de ahora. En una época en la que vivimos en la que todo cambia, todo tiene que ser novedoso, que haya algo que permanezca es muy grato como autor. Esa gratitud de que hay personas que la vieron y quieren volver a verla. Me encanta esta posibilidad de que la obra siga viva.

Y tan viva que has añadido una sexta escena que transcurre en estos tiempos pandémicos que vivimos.

La obra incluía cinco escenas y ahora he escrito una nueva, que le da sentido. Pensando en el momento y la época en la que vivimos, los protagonistas sí cruzan el umbral. Ahora que los umbrales generados por la pandemia son tan traumáticos, he querido que finalmente sí, la última pareja lo consiga. Hemos hecho ya algunas funciones y esta escena nueva fue muy agradecida por el público.

¿Se quedará esta escena nueva en la obra cuando recuperemos la normalidad?

Sí, creo que la pandemia no quedará como algo anecdótico en nuestra historia y será recordada por mucho tiempo. Empecé a escribir sobre la dificultad humana de cruzar los umbrales y ahora, posiblemente, estoy en un momento en el que lo importante es la valentía humana de la cultura con los otros. Sí, esta escena perdurará si se sigue haciendo la obra.

Recientemente se publicó el libro Paco Zarzoso. Teatro escogido (1996-2020), un volumen que agrupa dieciseis obras tuyas. En el prólogo, Xavier Puchades escribe sobre «Umbral»: «Los diversos contextos escogidos demuestran el interés del autor por descubrir teatro en los lugares más insólitos, su gusto por encontrar algún tipo de inquietud en los espacios más cotidianos y habituales».

Los personajes de «Umbral, de alguna manera, traspasan la fronteras entre lo cotidiano y lo mágico, gracias al impulso amoroso hacen verdaderas locuras. Personajes aparentemente invisibles en lugares cotidianos son capaces de hacer como grandes hazañas. Siempre me ha gustado la idea de que detrás de ese tipo de personajes, casi invisibles, más normales, … hay alguien muy especial. Los personajes despliegan como grandes estrategias de cortejo en espacios cotidianos porque me parece muy interesante, detrás de cualquier ser humano puede existir la locura gracias al deseo.

¿Qué significa para ti la publicación de este libro?

Es como un cuaderno de bitácora teatral que ha pasado por muchos puertos. Me gusta el hecho de que en ese cuaderno, con tantas obras, he explorado muchos géneros, comedias, tragicomedias, obras políticas, otras más metafísicas, con autoficción… representa la satisfacción de poder haber hecho un viaje por pasajes teatrales muy diferentes. Detrás de ese viaje teatral, también hay un viaje humano porque muchas de esas obras se han representado, he tenido mucha suerte, en ese sentido, como autor. Y además me han ayudado a aprender mi oficio y a conocer a los actores y actrices que han participado en ellas. Viendo ese libro es como ver el cuaderno de bitácora de muchos años de trabajo.

Volviendo a «Umbral», es una obra en la que a partir de pequeñas realidades hablas de temas universales como el amor (o el desamor), la soledad…

El teatro es un gran lugar de encuentro entre la prosa y la poesía, entre nuestra vida del día a día y nuestros sueños, entre las realidades y los deseos. Para que una obra emocione tiene que estar anclada a la vida, a algo real. Y lo maravilloso es cuando ese material trasciende y aparecen por ejemplo, como ocurre en una de las escenas, las coles de bruselas, pero luego puede hablar de que cada persona es como un abismo o un pozo sin fondo. La mezcla de todo ello, de lo terrenal con lo astral, de lo cotidiano con lo universal, es algo que siempre me ha gustado como autor y en otros autores. Y en «Umbral» conviven mucho ambas.

Lola López en «Umbral». Foto: Jordi Pla.

Cada escena tiene su propio lenguaje, sus propias herramientas escénicas, su opción narrativa.

Uno de los retos más importantes de una obra es atrapar al espectador y mantenerlo. Y eso no solo pasa por la fábula, por lo que cuentas, sino por cómo lo cuentas. El oficio de la dramaturgia, de la escritura, es también poder encontrar el lenguaje, el mecanismo, el juguete de cada escena. Escenas de parejas hay millones, y en «Umbral» intenté una mirada de diferentes juguetes dramatúrgicos. Hay una perversión temporal en una de ellas (la de los peatones), hay otra espacial (la de los vecinos que hablan por teléfono cada uno desde su piso)… El teatro es juego y es un gran privilegio jugar sobre la condición humana con el tiempo, el espacio y los personajes. Ya que tenía que escribir sobre un tópico como la pareja, intenté buscar diferentes mecanismos.

«Umbral», a pesar de las historias que cuenta, es una comedia. Hay golpes de humor imprevisibles que descolocan y sorprenden al público, sin que por ello se salga de la obra.

Para que el espectador no se salga es muy importante, primero, generar una situación muy potente con unos personajes jugando a muerte en ella. Una vez está claro eso, el gran humor viene de lo imprevisible. Cuando el público recibe una gran sorpresa pero está dentro de la obra, le provoca humor porque anima a su inteligencia.

Siempre me ha inquietado mucho que en una situación dramática cuando se dice algo terrible, pero imprevisible, la gente sonríe, incluso ríe, y eso produce una gran satisfacción en el espectador. A veces la risa no es solo porque lo que se cuenta sea humorístico, sino porque es un dardo de inteligencia que hace que el público reaccione. La risa en el teatro puede ser como el olé en el flamenco, la manera de expresar lo imprevisible.

A mí me encanta la idea de sembrar vértigos, que en cualquier momento pueda pasar el milagro de lo imprevisto. Nuestras vidas son muchas veces demasiado monótonas, y el teatro es ese gran territorio de la aventura, con acontecimientos inesperados, misterios… Y si además entiende y reconoce la situación humana, si se mezcla lo previsible y lo imprevisible, es perfecto.

¿Qué relación guardas con tus personajes una vez finalizas un obra?

Sí que pienso en ellos, pero no de una manera patológica. La escena nueva de «Umbral» es precisamente sobre unos personajes de otra de las escenas que ya existía. Unos personajes que durante estos años han tenido un final terrible, que estaban todos ese tiempo sin traspasar el umbral. Sí que hay una empatía con su sufrimiento, ¿por qué les he dejado náufragos?, de alguna manera ya forman parte de tu “familia” y de tu vida, pero al mismo tiempo está la idea de que forman parte de un juego y las perrerías que se les haces si han sido para generar humor, emoción, para que se identifique la gente… si han hecho disfrutar…bienvenidas sean.

¿Cómo se llevan entre sí el Paco Zarzoso autor, el director y el actor?

En este caso, la verdad es que nos llevamos bien. Hay algo muy bonito en «Umbral» y es que la obra la escribí siendo joven, con unos 27 años, y eso que escribió un joven lo interpreta ahora un señor de 54 años que es el mismo. Yo cuando lo escribí pensaba en seres de 40 años y ahora lo hace uno de 54 y sigue haciendo locuras de jóvenes. Para mí es muy interesante que conviven ambos. Como director me ha gustado que la obra se haya podido mantener con la misma estética y que siga funcionando. Y volver a hacerla con Lola, aunque no la estrenamos en su día con Hongaresa (la obra la estrenó en valenciano la compañía Moma Teatre en 1997) ya hace quince años que la representamos, y ver que la obra ha seguido creciendo con nuestra madurez, es algo maravilloso.

¿Cómo era el Paco Zarzoso que escribió esta obra?

«Umbral» nació de un taller en Barcelona con Sanchis Sinisterra. Tres de las cinco escenas son ejercicios de escritura de aquel taller. Era un momento en el que sobre todo estaba trabajando de actor en Moma Teatre y tenía ganas de tener mi propia compañía. Fue un momento decisivo para dedicarme de una manera seria a la escritura. Ya había escrito algunas cosas, experimentos…Me ayudó mucho hacer talleres y por eso luego los he impartido. Gracias a estos de Sanchis Sinisterra aprendí algunas de esas herramientas como las que he dicho antes de la perversión temporal o de los espacios, y entendí que la dramaturgia era un oficio. Tenía muchas ganas de aprenderlo, escribiendo, leyendo, formándome… y ahí continúo porque sigo aprendiendo este oficio con un placer inmenso.

¿Reconoces en la gente que va a tus talleres ese afán por aprender que tenías tú?

Sí, ese hambre de aprender es común. En la escritura hay una parte que tiene que ver con la intuición, con la imaginación, pero hay otras que como cualquier oficio hay que aprender a dominarlas y cada vez escribir mejor. Este trabajo no solo depende de la inspiración, como también ocurre en otros oficios, como los músicos, los actores, los pintores… Puedes escribir una obra en una noche, tal vez, porque te ha salido, pero en general detrás de una obra hay mucho trabajo. Tienes que atrapar al espectador durante sesenta o sesenta y cinco minutos y para ello es importante el dominio de muchas herramientas. Además, en estos talleres, también, se sale de la soledad de la escritura, es muy gratificante compartir con los demás, anima mucho.