Foto: Jonatan Ibáñez.

El baloncesto y el teatro tienen muchas cosas en común. Por ejemplo, la necesidad del equipo o la multifuncionalidad. Si todos suman, el resultado sube. Cuando una parte falla, las otras se resienten y acaba afectando al todo. Robert de la Fuente es como un pívot que, desde la altura, se preocupa de que las cosas marchen en armonía, que cada pieza se encuentre cómoda y que se avance con determinación, jugando bien, seguro de que la vida sin ningún alley oop que echarse al cuerpo es menos vida.

Robert firma el texto, la música y se sube al escenario en California (Espacio Inestable, 10 y 11 de abril). Se trata de una versión extendida de la pieza que presentaron en Cabanyal Íntim en 2018 y en la que de la Fuente también se encargaba de la dirección. La historia nos habla de tres personajes: «Alex, que decide volver al rancho donde daba de comer a sus tres caballos: Torino, River y Michael. Pero ya no queda hierba, ni forraje, ni heno, ni paja que ofrecer. Ya no quedan caballos que tuviese que mantener. Decide volver al piso de su padre, para volver a escuchar una canción. También está un quarterback que busca a Ray y el Guardián que escucha ladrar a un perro cuando realiza su programa de radio de sucesos paranormales.

Pedimos un tiempo muerto y entrevistamos a Robert de la Fuente.

¿En qué se diferencia el California del Cabanyal Íntim de este?

En la magnitud de la producción y la duración del espectáculo. El California de ahora cuenta con una ayuda del IVC y un equipo artístico y técnico más numeroso. En el Cabanyal, empezamos esta movida mi pareja, Alex Monterde, y yo, contando un momento puntual de su vida. Concretamente una conversación que tuvieron ella y su papá una noche en California, un par de semanas después de que él falleciera en Cullera.

Sí, Alex ve cosas, Alex tiene poderes.

Hoy contamos con Xavo Giménez en la dramaturgia y en la dirección, con Leo de Bari como actor con un nuevo personaje en la trama, Diego Sánchez nos hace las luces, María Cárdenas las fotos, Sergio Maldonado el video y Carlos Amador me esta ayudando a justificar la ayuda. Gracias, titi.

Foto: Jonatan Ibáñez.

¿Por qué escribes teatro?

Escribo teatro por necesidad. Escribo teatro porque me da trabajo. Escribo teatro porque prefiero el do it yourself a esperar a que suene el teléfono, porque no suena.

¿Qué fue lo primero: escribir, dirigir o interpretar?

Lo primero actuar, yo soy actor, me resulta raro decir que soy dramaturgo o director, me da como cosa, me da mucho respeto, son dos caminos muy interesantes, que los estoy llevando a cabo por lo que comentaba antes, por pura necesidad, por y para poder simplemente trabajar, ya que no siempre se dispone de una ayuda económica para poder levantar el teléfono y llamar a quien te apetezca llamar.

¿Qué te aporta escribir que no lo hacen la dirección o la interpretación?

No lo sé, la verdad, nunca me había planteado qué me aporta creativamente escribir en comparación a la dirección o la interpretación. Hoy, te podría decir, que para mí la escritura es cómo plantear las reglas de un juego que está por terminar, mientras que como director esas reglas las cambias, y como actor las juegas.

¿Qué tipo de textos te interesan y te interesarían escribir en un futuro?

No soy un gran lector, no te voy a engañar, no voy a ir de ese palo, no soy así. A mi me inspira Netflix, me inspira HBO, me inspira Spotify, me inspira el lenguaje narrativo que tienen los videojuegos de hoy en día, y me inspiran las personas. La gente es la hostia, somos todos como muy raros, como muy personajes que tienen alguna historia que contar.

En un futuro… En un futuro me gustaría actuar más y escribir menos. 645 43 70 29.

¿Interpretar sería el colofón creativo en una obra, el poner en carne y hueso la historia?

Para mí el colofón es que el equipo, al final del espectáculo, esté contento, si no es una mierda, es una gran mierda, no tiene sentido intentar generar una movida y luego ver caras de palo, ¿Qué estoy haciendo aquí? Ya me ha pasado, y me pasará, pero el otro lado de la moneda es maravilloso, vale la pena jugársela por ese lado de la moneda.

Foto: Jonatan Ibáñez.

¿La adrenalina en el escenario es exclusiva de los actores?

En cuanto a la adrenalina… Yo lo paso peor, mucho peor, cuando tengo que estar de técnico y poner la canción en el pie que toca, o poner esa luz en el momento exacto que tiene que ser. Eso sí que es adrenalina, si estás dentro actuando y la lías, pues la lías, y reconduces, miras al compañero o a la compañera y te salva. Si es un monólogo, suerte.

¿En qué crees que te beneficia y perjudica ser actor cuando diriges o escribes?

Me beneficia porque tengo más información de la pieza, y me perjudica porque inevitablemente quieres estar en todo, y muchas veces no llegas.

¿Cuándo descubriste que querías ser actor?

Lo descubrí con 20 años. Mira antes de todo esto, yo quería jugar en la NBA, en mi casa ha habido siempre mucho baloncesto, desde que era crío. La verdad es que se me daba muy guay, de pequeño era un abuso, pero crecí y ya no lo era tanto.

¿Cómo definirías el trabajo de director de teatro?

Me gusta pensar que el director es la mezcla de un entrenador de baloncesto, y un psicólogo grupal. Sí, algo así. Tienes que entender qué jugadores tienes, cuáles son sus virtudes y sus defectos, si tienes a Victoria Salvador en tu equipo, y Victoria Salvador tira muy, pero que muy bien de tres, pues vas a hacer todo lo posible porque Victoria Salvador tire de tres todo el rato, porque te va a hacer ganar el partido.

¿Dejas a los actores que improvisen o el texto es sagrado?

Depende de la situación, me guío mucho por el instinto, hay momentos en que el texto tiene que ser sagrado y otros momentos en que lo mejor que puedes hacer es romperlo.

Foto: Jonatan Ibáñez.

¿De qué directores has aprendido?

Me flipa el universo de Xavo Giménez, el amor con el que hace las cosas, su humor, sus cambios de última hora. «Esto de hacer teatro, Fontana, es un juego», él me llama así, y a mí me gusta jugar. Me gusta mucho.

Mis hermanos de Caterva Teatre, Jaume Ibáñez y Fernando Soler Roig, no tengo palabras para estos dos, me lo han dado todo. Mira, yo soy un desastre, tengo mis cosas buenas, pero soy bastante desastre, han tenido mucha paciencia conmigo y yo se lo agradezco. Hola chicos, estoy en Verlanga.

¿Qué haces durante las representaciones cuando no eres actor de esa obra?

Si soy el director, estoy al servicio del equipo. Si soy el escritor, también, si pongo luces, también, si tengo que montar y desmontar, que no me mola nada, también, si te tengo que traer un café, pues también. Creo que esto no va de si estas ejerciendo un rol u otro, esto va de contar una historia y que la peña esté contenta y con los pies calentitos.

¿Cómo se llevan entre sí el Robert dramaturgo, el escritor y el director?

Se llevan guay. Cuando coinciden todos en la misma obra es un desgaste, pero creo que con el tiempo lo llevo mucho mejor. La primera vez, con BIOS, fue un auténtico fracaso, no conseguí transmitir el amor que yo tenía al equipo y eso afecta al resultado. Pero de las hostias se aprende, vaya que si se aprende.

Cúando en algún montaje falta alguno de los tres, ¿acaba apareciendo de alguna manera, aunque no sea su cometido?

Cuando falta alguno, hoy por hoy, se queda en casa, lo encierro en casa. Antes no, antes me pegaba por cada punto, y por cada coma, pero eso se acabó. Mira, tengo 30 años, tengo mucho que aprender. Empecé con 24 a ejercer otros roles por necesidad, y puedo entender a la peña que diga, ¿Pero dónde vas, flipao? Y probablemente tienen razón, pero cuando acabe en la ESAC no había nada, no había tele, ni producciones públicas, nada. Yo diría que mi generación somos un poco la generación de actores y actrices revolución, estamos en el fango, convivimos con el fango, nos lo tenemos que hacer todo mientras escuchamos el eco de que antes de nosotros hubo una época de bonanza. En el Sawyer me echaron la bronca un día porque puse mi atrezzo en su sitio, y Yolanda me dijo, Robert, que eso lo hago yo. Ahí te das cuenta de que por la crisis estamos hechos de otra pasta, bendita pasta.

Estamos aquí, Roberto García. Estamos preparados. Dejadnos demostrar nuestros éxitos y dejadnos equivocarnos.