Sexpiertos. Foto: Juan Diego Castillo.

Telmo Irureta ganó el Goya al Mejor Actor Revelación 2023 por su papel en la película La consagración de la primavera (Fernando Franco). En su discurso, al recoger el premio, pronunció su ya famoso «existimos y follamos», reclamando mayor visibilización de la discapacidad en las ficciones. Visibilización y normalización, como puntualiza él mismo unas líneas más adelante. Con Sexpiertos (Sala Russafa, del 9 al 12 de noviembre) sigue apuntando en la misma (y necesaria) dirección.

Un periodista con parálisis cerebral y una vendedora de caramelos en plena crisis vital se quedan atrapados en un ascensor. Lo angosto del espacio y lo estrecho de la situación hará crecer una amistad en la que ambos contrastan sus impresiones sobre la vida, el sexo y las relaciones afectivas. Porque son experiencias muy distintas cuando se viven desde una silla de ruedas, aunque todo el mundo tiene su parálisis particular, sus miedos, sueños e ilusiones. Este es el argumento de la obra, escrita por Irureta y el dramaturgo Kepa Errasti (originalmente en euskera), dirigida por Mireia Gabilondo y con Miren Arrieta compartiendo escenario con él.

Sexpiertos. Foto: Juan Diego Castillo.

¿Cómo nace la historia de Sexpiertos? 

Telmo Irureta: Nace de las ganas que teníamos Mireia Gabilondo y yo de trabajar juntos. Habíamos coincidido antes, en 2017, en una pieza teatral llamada Strip tease, que también iba sobre el tema de los deseos, el autismo…relacionado con la intimidad y desde la discapacidad… y lo disfrutamos mucho.

¿Tienen algo de ti tanto el periodista como la vendedora de caramelos?

Ambos personajes tienen que ver conmigo, más él que ella, porque lo que cuenta el periodista está basado en mis experiencias y anécdotas. Pero ella también tiene algo en común, como la soledad que siente y las ganas de sentirse querida, de encontrar el amor.

Hay un fragmento de una frase en la sinopsis que dice: «demostrar que, cada uno de nosotros, con su parálisis particular, tenemos diferentes miedos, sueños e ilusiones».

Todos tenemos nuestras movidas, miedos, sueños… y todas son distintas, cada persona es un mundo. La discapacidad es una mochila que llevo yo, o que la lleva mi personaje, pero la otra persona aunque no tenga esta mochila tiene la suya. La mía es como más visible, una silla de ruedas, un cuerpo no normativo, pero ella tiene también sus problemas y al final es lo que los une como personas. Son distintas pero eso mismo les hace muy iguales también.

¿Cuánto hay en la obra de visibilizar la discapacidad también en las ficciones, pero desde el lugar protagonista que le corresponde, teniendo en cuenta su presencia en la sociedad?

Hay mucho. Visibilizar, pero no solo eso, también normalizar y romper esquemas. La obra habla de tabúes. Hay miedos, prejuicios y para eso es muy importante la visibilización, porque la discapacidad en la calle se ve aunque seamos minoría, pero luego en las ficciones aparece mucho menos. Yo no he visto muchas sillas de ruedas en televisión. Si hubiera tenido más presencia la discapacidad en las ficciones me sentiría menos solo y me aceptaría más. 

Sexpiertos. Foto: Juan Diego Castillo.

En este caso, además, es como «un más difícil todavía» porque se trata, también, de visibilizar la sexualidad de los discapacitados. ¿Eras consciente de que es el doble de complicado?

No creo que sea doblemente complicado, pero sí doblemente interesante. Porque si la discapacidad da miedo, da mucho más miedo hablar de la sexualidad de estas personas. Y me pone, me gusta ser un poco picante, provocativo, jugar con la erotización. De lo que no se habla parece que no existe. Y como sí existimos, tenemos que hablar.

¿Cuánto tiene Sexpiertos de comedia y cuánto no? 

Tiene mucho, bastante, un 80-90% es comedia. Y luego tiene un punto muy serio, sobre todo hasta el final, muy potente. Está muy bien ese contraste entre lo divertido y lo duro de la vida. El humor negro presente en la obra nos lo permite el poder reírnos de nosotros mismos. Eso es mágico. Para mí ha sido, también, muy terapéutico, un desahogo.

¿Cómo ha afectado en tu trabajo (más ofertas, ser un reclamo para una obra de teatro…) el Goya que ganaste por La consagración de la primavera?

Por ahora no ha afectado mucho. Soy un poco más visible, conocido, por lo menos saben que existo. Como dije cuando cogí el premio “existimos y follamos”. A ver si en futuros proyectos se animan y me llaman, me encantaría. El Goya me ha servido como motivación, me da fuerza para seguir adelante.

¿Cómo acaba un licenciado en Magisterio y Pedagogía siendo actor?

Dándome cuenta de que el tema de la enseñanza no era lo que más me llenaba. Busqué más cosas. Siempre me había gustado el teatro, me matriculé en la escuela de interpretación de Donosti y dije “ah, vale, vale, esto me gusta más”. Y he acabado encontrando un punto que lo une todo porque las artes escénicas pueden servir para educar. Sigo teniendo un punto de educador, solo que en lugar de en un aula lo hago en un escenario con excelentes compañeras como Miren Arrieta y Aitziber Garmendia, que comparten personaje, cuando Aitziber no puede lo hace Miren y yo feliz de la vida.

 

Sexpiertos. Foto: Juan Diego Castillo.