Marta Pazos será la encargada de cerrar la edición de este año del Festival 10 Sentidos con Soda (Teatre El Musical, 21 de mayo). Una pieza concebida ex profeso para el certamen en la que «juega con conceptos que la acompañan desde sus primeras pinturas de los años 90. La magia, los números maestros (en concreto el 11), lo invisible, el espejo y el reflejo, la fantasía y la realidad». Hablamos con Marta por teléfono.

Soda es un encargo del Festival 10 Sentidos y además es su clausura, ¿conlleva esto una doble responsabilidad añadida al proceso creativo?

Trabajo muchas veces con encargos, me muevo por el proyecto artístico, si el encargo tiene un proyecto artístico que me interpela, lo cojo. Yo trabajo con periodos de tres a cinco años y, en este caso, tenía que ver con la temática que estoy tratando. No había una presión especial porque de haberla no podría hacerlo (ríe). No pienso en eso, no puedo pensar en eso. Cuando los inputs vienen de fuera para mí es igual que cuando los genero yo, me tiene que resonar, si no no lo hago y en esta ocasión me resonaba mucho lo que me propusieron desde la dirección del festival y por eso les dije que sí.

¿Qué es Soda? ¿Cómo conecta con el lema «las ilusiones» del festival?

Es una pieza de estreno, una pieza muy conectada con los inicios de mi carrera como pintora. Había algo del lema del festival, las ilusiones, que me llevaba ahí, a mi niñez, a las cosas que me hacían ilusión de niña. Y una de ellas era pintar. Es una obra muy relacionada con eso. En la pieza participan mis hijos, son los intérpretes, que es una forma de conectar ahora desde adulta con esa vuelta a la infancia. Les pregunté si les parecía bien participar, porque en otras ocasiones para otros proyectos me dijeron que no, que no les interesaba (ríe), pero en esta ocasión sí quisieron. Coincidía también con que no perdían clase porque la semana que se presenta es la semana de las Letras Galegas y a nivel logístico me los podía llevar, porque tienen 8 y 13 años y tienen sus vidas.

Firmas la escenografía con la muralista Paula Fraile.

Está siendo una experiencia muy bonita, muy enriquecedora. Sí, estoy colaborando en la escenografía con la muralista Paula Fraile, que trabaja la ilusión en su pintura, trabaja con diferentes materiales. Es una pieza muy de investigación, de una pulsión muy genuina, que sale de un sitio muy muy íntimo y muy experimental, porque también desde la dirección del festival me dieron carta blanca, te dan los elementos pero también hay esa invitación a la experimentación.

En la sinopsis, además de hablar de la fantasía, lo invisible o la realidad, se destaca la importancia del número 11.

La numerología es algo que me interesa mucho, las matemáticas a la hora de componer, también los fractales, como las formas sacras que hay en la propia naturaleza. Y el número 11, a mí, se me repite constantemente. Me voy a coger un avión y me dan el asiento 11, o miro el reloj y son las 11:11, o voy por una calle y poso la mirada en la puerta 11, me pasa muchísimo. Y según la numerología son números que reflejan una conexión especial y trabajo con eso también en conexión con la niñez. Cuando somos niños no estamos enturbiados, tenemos una mirada mucho más especial y menos contaminada y eso nos hace encontrarnos con cosas de lo pequeño, la magia de la cotidianidad, viene un poco por ahí. También de lo gemelar, el espejo y el reflejo… al fin y al cabo la ilusión, porque la pieza no solo va de ilusiones, de la conexión con la ilusión primigenia de la infancia, sino también del oficio del teatro, de la escena, que no es otro que fabricar estas ilusiones.

En tu instagram hay una publicación de cuando preparabas la ópera Alexina B en la que mientras la escuchas y estudias pintabas abstracciones que después no formaban parte de la escenografía como tal, pero que sí te ayudaban a ir conectando con la obra, los colores…¿Forma parte habitual de tu proceso creativo? ¿Ha sucedido en Soda?

Trabajo mucho sobre el color, trabajo mucho la colometría, es una forma de estar expuesta a los colores que voy a utilizar. Y estudiar qué es lo que provocan durante una exposición continuada como es pintar un cuadro, qué sensaciones provocan y después poder llevarlo esto a la escena. Por eso hago esos estudios de las escenas con los colores que después se va a utilizar en la escenografía o en el vestuario. Y en esta ocasión, con Soda, he podido hacerlo con la confianza de Paula Fraile que me ha dicho que el mural no lo iba a pintar ella sola, que yo también lo iba a pintar. Ha sido muy satisfactorio y también ha sido clave la complicidad de Juanma Artigot, el director del Teatre El Musical, que nos ha dejado pintar un mural de 8 por 10 metros allí (ríe). No es común encontrar estas complicidades y este entendimiento del proceso artístico.

En marzo tuviste representaciones, precisamente, de Alexina B y apenas dos meses después llega Soda. ¿Cómo consigues centrarte exclusivamente en cada proyecto e ir saliendo y entrando a medida que cambia el mismo? 

Bueno, trabajo ahora mismo en siete proyectos a la vez de aquí a 2025, trabajo así siempre. Me interesa mucho esta forma de trabajar porque pues algunos son óperas, otros son espectáculos de teatro, otros son instalaciones para museos, otros son espectáculos de danza… y como decía antes trabajo como por ciclos, entonces todos los proyectos que hago dentro de esos ciclos están conectados de alguna u otra manera. A veces es por la temática, otras por la conexión con la plástica escénica, otras por un pensamiento o un objetivo que me marque que no tiene que ver solamente con lo con lo escénico, sino también con lo personal…. Son aventuras muy, muy, muy potentes. Para mí, el secreto es la presencia, el estar en cada uno de ellos presente. Cuando estoy en el Liceu estoy en el Liceu, estoy allí y no estoy pensando en El Musical. Siempre estoy pensando ahí donde está mi cuerpo presente, lo de la presencia es un ejercicio consciente en esta vida tan trepidante que llevamos. Me gusta mucho la aventura, la creación, conocer equipos y teatros nuevos, me encanta. Lo disfruto mucho, no lo llevo como un sufrimiento como “ah, qué inestabilidad”, no, no, para mí el no saber es muy interesante.