Luis García Berlanga y José García Poveda, El Flaco (Mula, Múrcia, 1950) no fueron amigos, pero siempre tuvieron una relación cordial y respetuosa. Feliz se podría decir viendo el legado fotográfico de la misma. El segundo capturó al primero en innumerables ocasiones. En la Mostra, en presentaciones, en entrevistas, en rodajes, en homenajes… retratado solo o en compañía de, por ejemplo, Elia Kazan, Nino Manfredi o Marco Ferreri. Algunas de esas instántaneas forman parte de la estupenda exposición Berlanga per El Flaco (MuVIM, hasta el 19 de septiembre), una oportunidad no solo de hacer zoom sobre el cineasta valenciano, sino también de trazar una panorámica sobre las dos últimas décadas del siglo pasado en esta ciudad.
¿Cómo nace la idea de la muestra?
A raíz de la celebración del Año Berlanga busqué fotografías suyas en mi archivo. Cuando falleció, en 2010, ya lo hice, pero ahora encontré más que entonces, en total más de doscientas. Y eso que alguna cosa importante suya me perdí, como cuando le nombraron doctor honoris causa por la Universitat Politècnica de València y yo estaba en Cuba en el entierro del Che Guevara. Cuando supe que en el MuVIM iban a hacer algo sobre Berlanga les comenté que yo tenía una serie de fotografías. Las agrupé y se las presenté a Amador Griñó, el responsable de las exposiciones en el museo, y me dijo que le interesaba. Y así fue, me lo trabajé, pero fue algo casual también. Por cierto, que la foto que hay en la exposición en la que salgo con Berlanga no sé de quien es. Le he preguntado a todos los fotógrafos, incluso de fuera de aquí, pero nada.
La exposición queda perfectamente engarzada con la muestra ¡Viva Berlanga! ocupando un fondo de la misma.
Estoy muy contento. Pepe Beltrán (Matra Museografía) ha hecho algo muy bonito, ha agrandado un espacio pequeño y lo ha hecho con mucha coherencia, yo le llamo la bombonera. Y, por otra parte, me gustaría destacar el trabajo del Estudio Paco Mora que ha positivado las fotografías, se notan mucho las manos profesionales que hay detrás de la exposición.
¿Cómo era Berlanga a la hora de ser fotografiado, colaboraba?
Dicen que no lo era, pero conmigo desde el principio fue muy simpático. No éramos amigos, pero había mucha cordialidad mutua cuando nos veíamos. Yo le regalaba fotos a veces, de hecho en la exposición hay una carta que me mandó porque en su 80 cumpleaños le mandé unas cuantas, no recuerdo cuales, y me pedía disculpas por no habérmelo agradecido. En Peñíscola, cuando iba por el festival de cine, siempre le llevaba un regalo porque su cumpleaños coincidía con esas fechas, un año por ejemplo fue la fotografía que hay en la exposición en la que sale con Elia Kazan, en la Mostra de 1993.
¿Con qué fotografía te quedarías de todas las expuestas?
Hay una que me gusta mucho que es cuando Berlanga hace las paces con Bardem. No se hablaban desde hacía casi 30 años, los reunió un día Ricardo Muñoz Suay y tuve la suerte de estar ahí para hacer esa foto.
Con Berlanga tuve cierta complicidad y alguna vez me pidió una foto concreta. Por ejemplo, una que está con Juan Diego y Concha Velasco, muy bonita, que están los tres sonriendo, esa también me gusta mucho.
Y luego está la de la gorra del Negrito. Un día, en Barcelona, le hice una foto a Pepe Rubianes con una gorra del café Negrito de València que yo tenía. Desde entonces la llevaba siempre conmigo y cuando le hacía una foto a alguien conocido luego le pedía una con la gorra. Al acabar la rueda de prensa del rodaje de París-Tombuctú se lo pedí a Berlanga y me dijo “coño, a ver si voy a coger piojos, ¿se la has puesto a mucha gente?”. Le mentí y le dije que cada vez la desinfectaba, en broma, claro. Esa foto, sin la gorra, va a ser la portada del catálogo que no tardará en salir, porque el diseñador del mismo al ampliarla se dio cuenta de que yo aparecía en uno de los ojos de Berlanga.
¿Qué puedes avanzar de ese catálogo?
Aparecen las 79 fotos de la exposición. Y le pedí colaboración a tres amigos, Sigfrid Monléon, Antonio Llorens y Miguel Ángel Villena. Esos serán los textos que se incluyen, más uno mío y los que vayan oficiales del MuVIM.
¿Cuál es tu película favorita de Berlanga?
El Verdugo. Imposible olvidar esa escena con ese paseo, esa nave, ese tipo arrastrándose…
En tu anterior exposición, La València d’El Flaco, en La Nau, en 2017, se pudo ver una muestra de tu extenso archivo, memoria viva de esta ciudad. ¿Ha habido algún interés por parte de alguna institución pública para hacerse cargo de él en un futuro para preservarlo?
Las fotografías están todas en Alboraia, en Artero Fotógrafos, el estudio de mi sobrino Manuel Artero, que también es fotógrafo, y tengo allí el despacho. Faltarían las del archivo de la Cartelera Turia. A mí cada vez que utilizaban una foto me la pagaban, fuera una o tres veces, no adquirían los derechos, así que son mías. El archivo en Alboraia está ahí para cualquiera que lo necesite para hacer difusión. Tengo controlado tanto el analógico, como el digital, este aún más. Encuentro las cosas de manera muy fácil. Lo que pasa es que últimamente parece como un cementerio porque llevo varios días sacando fotos de gente que se ha muerto para hacerles homenaje en las redes sociales, Pilar Bardem, Rampova…
¿Algún nuevo proyecto en mente?
Después de La Habana del Flaco (exposición que hubo en la sala Parpalló del Muvim en 2013), La València d’El Flaco y Berlanga per El Flaco, había pensado en El mundo de El Flaco y sacar fotos de los viajes que he hecho y contar historias. Siempre que iba de viaje llevaba un diario y escribía las sensaciones que tenía en los momentos en los que estaba solo. Podrían aparecer Kenia, Camboya, Birmania… lugares donde he pasado algunos ratos. Igual lo hago un día.
¿Qué es para ti la fotografía?
Es muy importante, prácticamente todos los días hago fotos, si no salgo de casa las hago desde el balcón. No empecé pronto, la verdad, a hacer fotos, la primera creo que es de 1983 de un concierto de Radio Futura en Riba-roja. Diría que también fue la primera que publiqué en la Turia. No voy a dejar nunca de hacer fotos. La jubilación es una cosa y la vida otra.