Hay mucho en la obra de Julian Opie (Londres, 1958) de hipnótico y misterioso. Más allá de sus colores atrayentes, las imágenes diseminadas en el claustro del Centre Cultural La Nau y por la Plaza del Patriarca alternan su más grandes esculturas hasta la fecha (estas sin color) con otras de dos metros que representan a caminantes y a personas que esperan en la plaza pública. Unos pocos son flâneurs atentos a los estímulos circundantes, otros están enfrascados en su devenir diario: quemándose las pestañas con la pantalla del móvil (como cuando andábamos leyendo un libro, sí, esto también pasó) o mirando al frente con la mirada petrificada por trenes que se pueden perder, citas a las que se puede fallar, listas de la compra y reuniones interminables. Cómo nos suena ese caminar con rumbo que nos lleva, en fin, a la deriva. Opie lo sabe y nos hace pensar sobre el lugar que ocupamos en el espacio público para que no olvidemos que pese a ese ir y venir repetitivo (las más de las veces), nuestra presencia sí que importa.
En la Sala Acadèmia de La Nau, la exposición (hasta el 19 de septiembre) sigue atrapando con animaciones informáticas de sus personajes casi de cómic y luces LED que pueden dar mucho juego en su captura por las redes sociales. Son más caminantes pero esta vez dotados de movimiento, lo que les convierte en gifs de lo mundano, o jeroglíficos del siglo XXI que simplifican el devenir en una especie de humanismo digital para que los leamos a nuestro antojo. Y es que Opie tiene más capas que una estratigrafía y se puede gozar desde la que el espectador desee o se encuentre a gusto, esa es su grandeza.
La oportunidad de disfrutar del inglés proviene de un encuentro, hace un año en Lisboa, con Hortensia Herrero cuya fundación ha hecho posible la visita y estancia de estos caminantes, algunos ex profeso pensados para su espacio, València. Son gente, 47 personas, conocidas por él y también anónimas, que dialogan con lo que se encuentran como es el caso de la estatua de Luis Vives que con Opie luce más dinámica que nunca. Y es que el humanista también recorrió el camino inverso València-Londres para aconsejar en la corte de Enrique VIII como apunta con acierto el comisario de la exposición Javier Molins. Curiosamente, el pensador fue un precursor de la idea de Europa más allá de barreras geográficas, pacifista y solidario, con tratados pioneros para la ayuda social y reformadoras ideas educativas. Todo esto conviene seguir recordándoselo a Europa y los caminantes de Opie parecen querer escucharlo.