Miguel Cortes. Socias de un club de senoritas tomando unos cocktails. Madrid, diciembre de 1934. Fondo MCSE.

«El pretexto es la noche, pero queremos contar quiénes somos». La frase la pronunció Lucía Laín, comisaria de la exposición NOCTURNES 1900-1960. Mentre la ciutat dorm… (La Nau, hasta el 27 de febrero) en la presentación de la misma y define a la perfección no solo las intenciones de la muestra, sino también lo que transmite, que de alguna manera viene a ser (o debería ser) lo mismo.

A través de 120 fotografías en blanco y negro recorremos calles, cafés, cines, teatros, parques, cabarets, plazas, chocolaterías, bodegas, juergas, refugios, verbernas… de diversas ciudades españolas, celebraciones y sucesos trágicos, nocheviejas, veladas familiares o instantáneas en las que la pobreza se ha instalado perenne. Cada foto esconde detrás una historia (habla de nuevo Laín).

Salazar. Las cuatro de la madrugada en un cafetín económico. Madrid, mayo de 1916. MECD, AGA, Fondo MCSE.

La exposición (que tiene como bonus track unas magníficas fotografías de València de Luis Vidal, realizadas entre los años 1945 y 1968) traza varias líneas argumentales, todas igual de interesantes, y convida al público a detenerse ante cada imagen, a acercarse despacio, a volver a verlas, a descubrir relatos, lugares, personas.

Dentro de esos hilos que proyecta la muestra, sin olvidar el puramente contemplativo ante la belleza de una fotografía (independientemente de lo que recoja la misma), hay tres especialmente sugestivos. Está el histórico, porque siguiendo el orden cronológico de las imágenes asistimos a la realidad (aquí la nocturnidad es un elemento más) del país durante más de medio siglo, con su cambios, sus avances, sus tristes retrocesos y con el reflejo directo de algunos acontecimientos concretos (la huelga del 34, la Guerra Civil…).

Catalá Roca. Sesión nocturna: “Un lugar en el Sol”. Barcelona, 1952. Fondo fotográfico F. Catalá Roca.

La mujer sería otro de los pilares sobre los que se sustenta NOCTURNES. Paralela a la evolución del país (no siempre avanzando hacia adelante) se puede recorrer cómo se reflejaba en sus realidades. La emancipación de la mujer, su independencia, su derecho a vivir la noche, la modernidad y como la guerra lo amputa de raíz. En términos similares podríamos hablar de un hilo sociológico, que refleja las luces y las sombras, las fiestas y la miseria que sufre parte de la población, la diferencia de clases, la diferencia en las calles (del Pasaje de José Abascal a García de Paredes de Madrid al barrio chino de Barcelona) o como a partir de 1939 la oscuridad adquiere protagonismo con algún destello impostado de luminosidad.

Adolfo Zerkowitz. Rambla de Canaletas al anochecer. Cine Capitol. Barcelona, 1928. Archivo Adolfo Zerkowitz

Y junto a todos ellos, el propio hilo fotográfico. Por un lado, asistimos a los cambios que se producen con los años (consecuencia tanto de las transformaciones técnicas como del progreso y variación de la mirada e intereses de quien está detrás de la cámara) y por otro a un opíparo banquete de fotoperiodismo. Un despliegue de nombres que esta exposición recupera y descubre y que, ojalá, fuera el principio de un reconocimiento mayor.

Siendo como es una exposición con la que es difícil no reincidir (quien esto escribe ya la ha visitado tres veces) resulta imprescindible su catálogo.

NOCTURNES está organizada por Acción Cultural Española (AC/E) y el Vicerrectorado de Cultura de la Universitat de València, con la colaboración de la Comunidad de Madrid.

Julio Hoyos. La Plaza de Castelar, València, 1931. MECD, AGA, Fondo MCSE.