Cuando la familia de Maria Varo (València, 2000) se iba de viaje, era ella, «desde pequeñita», quien llevaba la cámara «y estaba todo el rato haciendo fotos». Estudiaba en el instituto cuando le regalaron su primera reflex digital. «Pasé los primeros años sin parar de disparar para todos los lados, hice muchísimas fotos, muchísimas». Ríe al recordarlo. En secundaria no cambió nada, de hecho «el trabajo final fue un proyecto fotográfico». Vuelve a reír al recordarlo. Después llegó un punto en el que desconectó hasta que la analógica y la EASD se cruzaron en su camino y recuperó el vínculo con la fotografía. A Maria aún le queda pendiente el TFG, «lo tendría que haber hecho el año pasado, pero como me iban saliendo trabajos, preferí hacerlo en dos años y así poder compaginar los estudios y los proyectos que tenía externos a la escuela».
Uno de los proyectos más interesantes de la fotógrafa valenciana, que tiene además apartado propio en su web, es Memorias. Allí conviven imágenes tomadas en Barcelona, Ondara, Bruselas, Toulouse, Moraira, Campo Arcís, Altea, Granada, País Vasco, Napoles, Rotterdam o Bicorp, entre otros lugares, desde 2019 hasta la actualidad. Convirtiendo la cotidianeidad en belleza. Un ejercicio en el que confluyen la memoria, ahora, del presente, que será en un futuro la del pasado.
En tu página web se puede leer sobre tu proyecto Memorias que «es una recopilación de fotografías tomadas en analógico. Una memoria de ausencias y presencias».
El concepto Memorias es mi manera de clasificar mi fotografía analógica diaria, o de viajes, o de momentos concretos. Es como una memoria de mis días, de todos mis días. Lo de ausencias y presencias me parece bastante interesante, porque realmente, aunque sea fotografía diaria son fotografías que hago cuando estoy ausente de lo que es mi vida habitual. Me gusta ese juego de palabras, entre ausencias y presencias, porque es ausencia de mis rutinas, escapadas de esa vida diaria, pero a la vez es cuando más presente estoy.
En estas fotos hay varios aspectos en común como la presencia humana, el mar o la naturaleza.
El factor humano me interesa bastante, pero desde el punto de vista más evocativo, más íntimo. En realidad, la gente que sale en las fotos son mis amigos, incluso yo a veces. Respecto al mar, en mi familia tenemos un vínculo muy directo con él, mi pueblo es Moraira, me he criado allí. De hecho, el TFG lo voy a hacer sobre el pueblo. Tiene, también, que ver con la memoria, con intentar revivir las raíces del pueblo costero creando una atmósfera alrededor de la figura del pescador. Y sobre la naturaleza, lo mismo que el mar. Tiene algo que en realidad a todo el mundo nos hace estar más presentes.
¿Por qué fotografía analógica en estas Memorias?
Me gusta de la fotografía analógica que te limite a esas 36 fotos del carrete, hay una toma de decisiones mucho más grande que cuando tienes un móvil o una cámara digital. Antes sí que iba con la cámara a todos los lados, pero ahora elijo más donde me la llevo.
¿Hay algún tipo de intervención por tu parte en estas fotografías?
No. Lo que sí que noto es que, a veces, para sacar fotos necesito como un proceso de adaptación al lugar en el que estoy. Por ejemplo, he estado hace poco en la India y los primeros días no hice ninguna foto. Necesitaba, primero, entender dónde estaba, con quién, qué estaba pasando… Una vez transcurre ese tiempo ya me apetece hacer fotos, siento la necesidad de hacer fotos.
El término memoria respecto a esas fotografías nos remite ahora a un significado, pero dentro de unos años tendrá otro.
La verdad es que nunca lo había visto desde esa perspectiva, pero es verdad. Dentro de unos años el concepto de memoria de esas fotografías será aún más grande. Ahora, simplemente, es un espacio en el que ir guardando todas estas fotos que son parte de mi vida personal, de mi día a día… de mi memoria.
La memoria también está presente en otros proyectos tuyos como Lola (sobre tu abuela) o Grecia 9/19 (sobre un viaje con tu hermana, tu madre y, de nuevo, tu abuela).
Sí, totalmente. Son proyectos de memoria. Lo que pasa es que, por ejemplo, en Grecia 9/19, para mí va más allá de una simple memoria, estoy contando muchas más cosas. Por eso, me pareció lícito crear un proyecto solo de esas fotografías. Cuando me voy a Grecia no voy pensando en hacer nada concreto. Pero luego, cuando vi las fotos de mi abuela, supe que ahí había algo.
¿Qué tiene la fotografía que no tengan otras disciplinas artísticas?
De la fotografía me gusta que, por naturaleza, por esencia, es un arte más atado a la realidad que cualquier otro. Es como que en las otras disciplinas, partes de un lienzo en blanco y en la fotografía no. En la fotografía partes de lo que ya existe y haces lo que quieras, pero con lo que ya existe. Me gusta mucho esa manera de trabajar, de tener algo y a partir de ello fijarme en ciertas cosas que lo van a hacer diferente. Llevarlo a mi terreno pero sin partir de cero. Y luego, también, me parece superinteresante de la fotografía que, a pesar de estar atada a la realidad, es una forma de expresión muy subjetiva, me encanta ese contraste.
Dices en tu web: No busco mostrar las cosas tal cual son, si no adentrarme en ellas y visibilizar ese interior.
Es lo que decía, que hay una fotografía más objetiva, más documental, de hacer fotos a las sensaciones que te vas encontrando. Y luego, a mí, me interesa buscar dentro de esa realidad los detalles, el interior de las cosas, que no sea una fotografía muy directa, sino que haya espacios que no están explicados, que no esté todo superconcreto, superexplicado, supermasticado. Que haya espacios que alguien como espectador pueda ocupar.
¿Ha evolucionado tu manera de fotografiar, tu mirada?
Sí, porque a lo mejor sigo haciendo cosas muy parecidas, pero ahora las decisiones que tomo son de manera mucho más consciente, al haber estudiado en la escuela y tener un bagaje de la historia de la fotografía, de la técnica… Antes, seguramente, era algo mucho más intuitivo, ahora es más consciente.
Además de la fotografía, el audiovisual también forma parte de tu trayectoria. ¿Cuándo surgió tu interés?
Fue un poco más tarde que la fotografía. Me metí en el bachiller artístico, siempre he tenido una parte de mí que me tiraba hacia las artes, pero no tenía muy claro si hacia lo plástico o hacia lo fotográfico, pero al final acabé decantándome por eso, jugando un poco con lo que es el mundo del videoarte.
Has dirigido muchos videoclips (Tenda, Bernal, Kakao, Nam…), ¿qué te atrae del formato?
Me gusta mucho la relación música-imagen que se establece, porque está en el punto intermedio entre hacer algo para alguien y hacerlo para ti también. Tiene un punto creativo muy fuerte. La creatividad porque sí mola, pero si tú puedes utilizar esa creatividad para darle a un producto lo que necesita, me parece mucho más interesante. Descubrir qué es lo que necesita y buscarlo en las cosas que te gusta hacer, en tu creatividad, en tus distintas vertientes, averiguar qué le puedes dar… Empecé por mis amigos de Tenda, son totalmente cruciales para mí, fueron los primeros que me lo dijeron. Desde que empecé siempre he estado yo con ellos y se ve una evolución increíble en los trabajos, y eso me alegra.
Dirigir videoclips es un trabajo mucho más en equipo que hacer fotografías, ¿cómo te manejas en esa diferencia?
Hasta este año, los videoclips que he dirigido han sido a súper pequeñita escala, con un equipo como mucho formado por otras dos personas y yo. Pero con el de Kakao fue la primera vez que tuvimos un presupuesto un poco más grande, que nos permitió contar con más gente y que hubiera un equipo en el que cada persona asumía su rol en concreto. A mí me gusta muchísimo dirigir, trabajar con un equipo me parece muy interesante porque aunque una idea sea mía hay gente que la va a hacer mejor que yo, la va a ejecutar mejor. Y sí, es verdad, que es bastante diferente de la fotografía, porque esta es como muy individual, por así decirlo, y en cambio la producción audiovisual es con equipos. Eso sí, el producto audiovisual que intento hacer está muy vinculado con el tipo de fotografía que me gusta y que hago.
¿Cómo ves València desde el punto de vista de la cultura?
València me encanta. Siempre ha habido un factor bastante creativo, es una ciudad de la que sale mucha gente artista en todas las ramas, pero también es verdad que mucha de esa gente se acaba yendo fuera de Valencia porque no se fomenta mucho la cultura joven. Sí que es cierto que desde hace un año, más o menos, está empezando a cambiar y vemos en la calle, cada vez más, eventos culturales y oportunidades de exposición y de expresión enfocada a los jóvenes y llevada por jóvenes, que eso también está muy bien. Hay muchísima gente de València que me gusta un montón lo que hace y que, de hecho, para mí, son referentes.
¿Crees que hay algún tipo de barrera generacional?
Puede ser, porque cuando voy a eventos de proyectos jóvenes cuesta mucho ver a gente más mayor. Siempre el público objetivo es gente joven y tal vez sea lo que le podría faltar a lo que se está empezando a cultivarse aquí, de mostrar el arte joven. Hay que intentar derribar esa barrera para consolidarlo más.
¿Y existen, también, si hablamos de colaboraciones artísticas entre distintas generaciones?
Sí, también la hay. Al final, vemos siempre colaboraciones entre jóvenes y, a lo mejor, para dar ese paso de consolidación habría que derribar esas barreras generacionales. No hay muchos proyectos en los que puedas ver esa mezcla. También es verdad que a los jóvenes nos gusta mucho, y creo que es muy importante, apoyarnos entre nosotros, porque estamos en la misma situación y queremos crecer juntos. Entonces, quizás, el paso debería ser que proyectos más sólidos de gente más mayor contaran con jóvenes.