Saludé por primera vez a Xavier Aliaga en la última Fira del Llibre. Fue un saludus interruptus porque enseguida fui desplazado por otras gentes con ansias de hacerlo. Quedamos que me mandaría su última novela, «El meu nom no és Irina», y concertaríamos una entrevista para hablar de ella y de muchas más cosas. Y aquí empezó una peculiar historia que bien podría haberse convertido en un caso del Inspector Oyono, uno de los personajes de otro de sus libros. «El caso del libro que nunca llegaba«. Hasta tres veces tuvo que hacer un envío la editorial Andana porque la novela nunca aparecía en nuestra redacción.
Quedamos en Koniec, un espacio de trabajo que comparten tres mentes tan inquietas como estimulantes. Es la hora del café, pero sólo bebemos agua. Pasada una hora, interrumpimos la charla para que Aliaga pueda renovar su ticket de la ORA. Luego tiene que participar en una tertulia y eso imprime cierto ritmo en la conversación donde se suceden los temas como si estuviéramos corriendo una contrarreloj decisiva del Tour. Sin embargo, Aliaga con su tono tranquilo, pausado y reflexivo rebaja las revoluciones que me recorren cada que vez que consulto el bloc de notas donde se amontonan las preguntas.
Xavier Aliaga es escritor y periodista. Y una de las voces más autorizadas para hablar de política local. Su anterior novela, «Vides desafinades» le colocó en primer fila (y no sólo por los premios) de los escritores valencianos. Una historia generacional que consiguió que muchos lectores volvieran a leer en su otra lengua desde los tiempos inmemoriales del instituto. Ahora tiene en las librerías «El meu nom no és Irina», un libro con el que la editorial Andana comienza una nueva colección juvenil. Aunque el de Aliaga no sea precisamente eso.
Con «El meu nom no és Irina» (Andana Editorial, 2013) vuelves a Vila-roglet (pueblo ficticio en el que ya situó sus novelas «Si no ho dic, rebente» (2005) y «Els neons de Sodoma» (2008)).
Xavier Aliaga- Yo pensaba que no volvería a utilizarlo, pero es el típico pueblo valenciano, de unos 5000 – 10.000 habitantes, zona rural, cercana a la montaña, … y me servía para contar la historia de Irina, se ajustaba muy bien a lo que necesitaba. Y me dije voy a hacer un pequeño autohomenaje a Vila-Roglet y lo recuperé. Eso sí, como «El meu nom no és Irina« no es, exactamente un libro de humor (como sí podrían serlo los otros dos en los que aparecía Vila-Roglet), me presentaba algún inconveniente, pero al final decidí que era un lugar que igual que valía para contar una historia con tintes cómicos, también valía para una dramática. Se ha dado la circunstancia que a mi lector le ha hecho gracia y al lector nuevo no le ha molestado.
¿Estuviste tentado de recuperar algún personaje de los libros anteriores que se desarrollaban en Vila-Roglet?
XA– Tuve la tentación de recuperar al profesor de «Si no ho dic, rebente», pero como al final del libro no quedaba claro si se fugaba o no, preferí dejar esa duda abierta y opté por crear un personaje nuevo.
«El meu nom no és Irina» creo que más que una novela juvenil, es una novela interpretada por jóvenes.
XA- Sí, coincido. A mí me hicieron la propuesta de empezar una colección de novela juvenil, pero también se me dijo que no fuera una novela juvenil al uso. Entonces, con esa libertad que me dieron, escribo una novela que parte de una situación similar a la de «El guardián entre el centeno». El narrador es un joven, pero lo que se va contando no es lo típico de una novela juvenil.
Además te ha permitido adentrarte en otros campos literarios que igual no hubieras visitado nunca como la ciencia ficción o las novelas de caballería, a través de las historias que Nèstor, el joven protagonista del libro, escribe.
XA- Fue muy divertido. Pero tenía su complicación, ¿eh? Porque al final aparece el escritor ahí. Igual un joven el tema de la ciencia ficción lo hubiera enfocado desde el punto de vista de los vampiros, pero toda la novela hay como una broma de querer deconstruir todos los prototipos juveniles. Y Nèstor piensa, escribo una novela de caballerías, pero que no sea una de estas de aventura y fantasía. Y por supuesto, como digo, fue muy divertido.
Hay una parte de la novela en la que se cuenta la vida de Irina antes de llegar a Vila-Roglet. O para ser más exacto, la vida que imagina Nèstor que tuvo su amiga. Sin embargo, dada la fluidez del texto, a medida que uno va leyendo olvida ese caracter de suposición y acepta que lo que se le está contando ocurrió realmente. Eso sí, sin poder evitar cada cierto tiempo cuestionarse la veracidad o no del relato. ¿Te costó mucho escribir esta parte para conseguir transmitir, al mismo tiempo, ambas sensaciones?
XA- Ese era el juego, que el lector estuviera preguntándose todo el rato, mientras leía esa parte, qué era ficción y qué realidad. No fue fácil escribirlo. Era una estructura muy complicada. De hecho, hubo una primera versión en la que yo pensaba que eso estaba bien acabado y tenía sentido, pero no era la complejidad que tenía cuando en un principio le conté la historia al editor. Él, haciendo muy bien su papel de editor dijo «no, vamos a darle un poco de tiempo, un par de meses» para ver si yo conseguía llegar donde quería. Y no sólo lo logré, sino que ese tiempo extra repercutió en una mayor fluidez de la historia porque dio tiempo a corregir y añadir cosas.
¿Cómo surge ese final escondido en la solapa de la contraportada?
XA- Después de darle muchas vueltas. Cuando estas escribiendo no siempre es fácil llegar donde quieres llegar. Es como una partida de ajedrez. Tienes que ir moviendo la historia, quitar capítulos, cambiarlos de sitio, de manera que al final todo tenga sentido. Y en ese juego de ir mirando mecanismos que nos aproximaran al final deseado, surgió la idea. De un detalle, de una carta que tiene que aparecer en algún momento y piensas en hacer sentir al lector la misma sensación que tiene Nèstor, el protagonista, al encontrarla y leerla. Y es una idea chula, algo arriesgada, pero que está teniendo muy buena aceptación.
La carta, al igual que la portada del libro es obra de Paula Bonet. ¿Cómo fue vuestra colaboración?
XA- Paula Bonet ya había colaborado con Andana en otro libro y la idea de encargarle la portada surge del editor. La verdad es que hablamos muy poco. Yo creo que en la portada, Paula hace una interpretación sobre todo en el tema de la mirada de Irina que a mí me resulta muy interesante. Igual mi concepción del personaje es un poco más dulce, pero también es verdad que su historia esconde situaciones, que son dramáticas, que provocan que tenga esa mirada inquietante y el dibujo de Paula lo define muy bien.
Da la sensación que en tus primeras novelas, igual por el tono cómico que las recorría, estabas más preocupado en la forma, y ahora vas más directo a contar la historia.
XA- En «El meu nom no és Irina» sí, puede que sí, pero en «Vides desafinades» (2011) no. «Vides desafinades» tuvo un proceso de elaboración muy complejo y hay en la novela mucha preocupación por la forma. Pero en «Irina…» me he soltado un poco más. Influye, por un lado, que no tienes todo el tiempo del mundo porque es un encargo; por otro, el destinatario, que se trata de un sector joven para el que determinadas complicaciones no son necesarias y hay que darle fluidez a la historia; y también porque cada proyecto surge de una manera diferente. La complejidad en «Vides desafinades» es formal, en la manera de escribir, pero «El meu nom no és Irina» es, seguramente, más compleja en cuanto a la construcción. Yo, como escritor intento explorar los límites, buscar retos. Y el de «Irina…» es la cantidad de capas que tiene y conseguir un tono que pueda ser atractivo para un lector joven, pero que no expulse al lector adulto, ni al revés.
En la novela, un clásico como «Anna Karenina» juega un papel importante. ¿Dudaste mucho en decidirte por ese libro? ¿Tuviste miedo en que pudiera provocar rechazo entre los más jóvenes?
XA- Sí (risas). Pero es una novela que tiene cierta relación con la historia que se cuenta y me aprece que utilizándola se manda un mensaje a la gente joven diciéndoles que están preparados para leer ese tipo de cosas, aunque se trate de un libro extenso. Estoy convencido que, no masivamente, pero sí que hay lectores de 17-18 años que leerían fascinados «Anna Karenina» si se acercaran a ella. Por ahora lo que sí he conseguido es que algún adulto la lea (risas).
El protagonista del libro, Nèstor, reconoce que le cuesta encontrar títulos para las historias que escribe. ¿Es tu caso también?
XA- A veces sí, pero no especialmente. Es más, creo que tengo cierta facilidad para encontrar títulos. Otra cosa es que a los editores les gusten (risas). Mi intención era que los lectores jóvenes entendieran que escribir no es sólo escribir, sino que hay otras cosas, como buscar título, crear psicología de personajes, ponerle nombre a esos personajes,… mira, esto último sí que me resulta bastante complicado. Mi intención era destripar el proceso de escritura, pero sin profundizar mucho en ello. Quería explorar un poco ese proceso de creación literaria, en el que hay partes que son divertidas y otras que pueden no serlo, como por ejemplo el proceso de documentación, aunque de esto último no se habla en la novela.
Aunque en menor medida que en otras novelas, vuelve a estar presente el sexo. Pero como suele ser habitual en tus libros, no explícitamente, sino a través de fantasías sexuales de los personajes. Como si te interesara más el deseo personal que el mismo acto en sí.
XA- El sexo imaginado es infinitamente más potente que el sexo que se tiene. Excepto en momentos puntuales y casos excepcionales, suele ser un sexo bastante frustrante y muy rápido. Las fantasías son mucho más edificantes que el sexo de verdad. Normalmente es muy difícil encontrar sexo de calidad. En esta vida que llevamos no es fácil.
Otro rasgo común de tu obra, también presente en «El meu nom no és Irina», es el reflejo de la situación social que estamos viviendo, pero entroncada con naturalidad en la propia historia que quieres contar.
XA- Me preocupa que quede reflejado, pero no llevarlo a un tono panfletario.«Vides desafinades» coincidió con el inicio de la crisis y queda reflejado. Hay una serie de reflexiones de los personajes sobre ello, hay alguna sobre cómo se ha llegado allí, pero de forma natural, que forme parte del paisaje narrativo. En «El meu nom no és Irina» la crisis ya está ahí, los recortes, … y eso afecta a la familia y a la vida de Nèstor. Y pensé que, por el contexto, era interesante que eso apareciera.
La música tenía un papel muy importante en «Vides desafinades» y aunque en «El meu nom no és Irina» no sea así, si te preocupas en trazar los gustos del protagonista, como una parte más de su perfil.
XA- La música forma parte de mi vida, pero no puedo escribir si estoy escuchándola. Me distraigo. Cuando estoy haciendo cualquier otra actividad, la música está presente. Y entonces es normal que esté presente en la vida de mis personajes. Desde el jazz que le gusta a Oyono («Els neons de Sodoma») a la música independiente que escuchan los protagonistas de «Vides desafinades» pasando por la música en valenciano que le puede gustar a Nèstor, un chaval de 17-18 años de un pueblo de comarcas. Y esto es algo que se está perdiendo en las novelas. El contextualizar la música para conocer mejor a los personajes.
¿Cuando escribías «Vides desafinades» eras consciente de que estabas escribiendo una novela generacional en la que mucha gente se vería reflejada?
XA- Totalmente, porque estaba vomitando mi propia experiencia, directa e indirecta. Y estaba hablando de cosas que habían estado relacionadas, intrínsecamente, en mi manera de vivir. Una etapa de tu vida donde la música es una manera de vivir. Tal cual. Puede sonar exagerado, pero es así. Y yo sabía que mucha gente podría verse reflejada. Estaba convencido de que era una novela que tenía que escribir, pero al mismo tiempo, estaba convencido que iba a ser una novela de recepción muy limitada. O limitada a esa gente que digo que sabía que se vería reflejada. Y fue así, pero al final te das cuenta que la recepción fue transversal, gente más grande, más joven,… y eso sí que ha sido una sorpresa. Era, también, un tipo de novela bastante inédita en el panorama valenciano y me daba la sensación que en ámbitos literarios acostumbrados a otro tipo de cánones no les iba a interesar. Pero no, autores como Manel Alonso o Toni Cucarella hablaron bien de la novela, refiriéndose a otros aspectos, al margen del generacional, como la escritura o el lenguaje.
¿Tuviste algo de vértigo al volver a enfrentarte al papel en blanco después de la acogida de «Vides desafinades»?
XA- Sí, pero lo que pasa es que tú dispones y después aparecen otros proyectos como el de Irina. Mi idea era que como «Vides desafinades» había sido un proceso costoso, parar un tiempo de escribir y acabar el proceso de documentación de otra novela que es un proceso bastante ambicioso sobre una historia familiar. Estar unos tres años sin publicar y presentar una novela que estuviera a la altura de «Vides desafinades». Y entonces apareció la propuesta de «El meu nom no és Irina» y ahí te asaltan las dudas sobre si es el momento o no. Pero claro, el momento en el que estamos no es para ir despreciando oportunidades. Si las editoriales están en la situación que están y viene un editor y te propone un proyecto que es sensato, hay que hacerlo. Y, como el tema está así, el año que viene saldrá una nueva novela protagonzada por Oyono (risas). Es otro encargo. Y oye, si hay gente que apuesta y confía contigo, hay que ser flexibles y ajustarte los planes.
Siguiendo con «Vides desafinades», en la novela había un personaje inspirado en Senior y seguramente algún otro menos evidente (Polock tal vez). ¿Cómo le sentó a la gente que se pudo sentir identificada?
XA- Bueno, el caso de Senior es claro y público. De hecho, él presentó la novela en Xátiva y en Valencia, e incluso decía que la novela le servía a él para explicarse a sí mismo. Contó que había envíado el libro a algunos críticos de Barcelona para que le entienderan. «¿Quién soy yo? Yo soy este». Teníamos una complicidad muy especial, porque de la gente con la que tenía relación en aquella época, musicalmente muy activa, él fue uno de ellos. Somos más o menos de la misma edad, hemos sido padres en la misma franja de tiempo,… Y del resto de personajes del libro que pudieran estar inspirados en personas de verdad, prefiero no ser más explícito (risas).
Aprovechando que estamos hablando de Senior, ¿no crees que ha conseguido algo que parecía imposible como es que la escena de música (o cultural) en castellano y la que canta en valenciano encuentren un punto en común?
XA- ¿Cuál es la escena de Senior? ¿La de Manel y La Habitación Roja o la de Obrint Pas y Aspencat?
La primera.
XA- La escena de Senior es una escena indie más que una escena lingüística. ¿Qué pasa? Que gracias a Senior, determinado público valencianohablante se acerca a determinado tipo de música, y gracias a Senior, eso es lo que quiero pensar, determinado público indie escucha música en valenciano. Pero ese es un proceso que ya había empezado con Antònia Font y Manel. Senior descubrió, gracias a quien fuera, que él se podía expresar en su propia lengua practicando el tipo de música que le gustaba. Y eso le ha dado un plus de autenticidad que no tenía. ¿Que alguien critica eso por especulativo? Es posible. Pero al final, a mí, lo que me resulta satisfactorio es que hay una escena de música que, personalmente, me gusta, en mi lengua y que ya no es sólo determinado tipo de sonido el que ocupa toda la escena en valenciano. Y si eso hace que salgan grupos detrás como Arthur Caravan, El Trineu Tanoka, Tardor, … que están en unas coordenadas que no son las habituales y provocan que la escena se abra, me parece fantástico. Que ambas escenas llevan caminos paralelos o no, al final es irrelevante. Tórtel puede actuar con Senior y Senior puede actuar con Arthur Caravan. ¿Que hay una pequeña escena indie ya en valenciano? Sí, y pueden actuar juntos y pueden hacerlo en otros ámbitos. Tampoco olvidemos que Obrint Pas forma parte de una escena de ska reivindicativo que actúa igual en Barcelona que en Segovia.
¿Y esa evolución de la música en valenciano se ha producido o siempre ha existido, pero sólo destacaban los grupos que hacían ska, reggae,…?
XA- Antes había muy pocas propuestas que se escaparan a eso. Estaban los cantautores y el rock-ska combativo, aunque también estaba Óscar Briz que es cantautor pero su propuesta es más pop, Remigi Palmero, … Sí que es cierto que hay un momento de eclosión, no se sabe bien porqué y aparece un grupo de hip-hop, aparece uno de stoner rock como El Corredor Polonês, aparece un grupo como Inopia que son muy difíciles de ubicar,… Hubo un momento, hace 6-7 años que todo comenzó a diversificarse.
Además de escritor, eres periodista. Tu carrera como tal se inicia en el semanario local setabense Noticia-7, que llegaste a dirigir.
XA- Yo llegué al periodismo de una manera accidental. Hacía crónicas de deporte cuando era muy joven, con 18 años, para la radio y para el semanario local de Xàtiva. Los textos estaban bastante bien escritos y eso despertó el interés del editor que me propuso que me incorporara como becario. Pasó el tiempo, fui redactor jefe y acabé dirigéndolo. Era un medio comarcal, que dicho así puede no resultar muy estimulante, pero si te pasas 10 años trabajando eso, conociendo alcaldes, regidores, historias de todo tipo,… acaba convirtiéndose en una buena escuela periodística y también humanística.
¿Ya era Alfonso Rus alcalde de Xàtiva?
XA- Rus llega a la alcaldía estando yo trabajando en el semanario. Y llega porque en Xàtiva no existía un proyecto ilusionante. Las cosas no pasan por generación espontánea. Rus se había presentado a diversas elecciones como independiente hasta que entra en la candidatura del PP, en una operación que apadrina Mariano Rajoy, y en un momento de cambio se vale de su discurso populista, de su carisma para ganar la alcaldía. Se dieron las circusntancias de una vida política y social bastante plana de la ciudad y Rus impone su proyecto, o falta de proyecto, y consigue ilusionar a la gente. Es paralelo a escala al ascenso de Zaplana.
Como periodista también has sido responsable de prensa de los grupos parlamentarios de Esquerra Unida, Entesa y Compromís a las Cortes Valencianas.
XA- Ese trabajo tiene dos cualidades importantes: una, te obliga a recorrer todo el país, de arriba a abajo, muchas veces. Y dos, conoces a un montón de gente. También te permite conocer la política por dentro. Pero trabajar para políticos provoca un desgaste muy grande y lo recomendable es que transcurrido un tiempo, en mi caso fueron 9-10 años, digas «hasta aquí», aunque pueda resultar atractivo porque está muy bien pagado. Como experiencia comunicativa, personal y vital es absolutamente impagable.
¿Y esos 9-10 años te han dado las claves de por qué la izquierda no ha conseguido ser una alternativa de gobierno en esta comunidad?
XA- Sí (risas).
¿Y las puedes compartir?
XA- Primero hay un tema de diversidad y, además, de diversidad de intereses. Pero no intereses en el aspecto peyorativo, sino que hay gente muy interesada en el tema de las mujeres, quien lo está en el tema medioambiental, … Y después hay diferentes perspectivas ideológicas. En ese sentido hay mucha pluralidad. En el PP puede ser que también, pero está más integrado. En la izquierda es más complejo.
Y después, los partidos son un reflejo de la vida cotidiana. Si tú tienes una reunión de escalera, lo mas normal es que acabes discutiendo por la diferencia y confluencia de intereses. Pues lo mismo con los partidos. Y no hay que olvidar que el sistema de partidos, tal y como está montado, provoca perversiones. Al PP se le puede acusar de tener a mucha gente profesionalizada en la política. Pero a escala, todos los partidos de izquierda también los tienen. Y una persona profesionalizada que la única vivencia laboral que tiene es la del partido es un peón que se utiliza, dentro de esos partidos, para ganar congresos a cambio de entrar en listas y seguir en nómina. Y eso explica cómo los partidos, entre otras cosas, se han vaciado de valores y de gente que no está dispuesta a hacer esa carrera de obstáculos que es entrar en un partido, integrarte en una familia, … Y se ha acabado perdiendo a mucha gente válida. La vida interna de los partidos es muy cansina en la izquierda.
Y por último están las cuestiones externas. El PP supo en el momento oportuno tocar una serie de teclas que hizo que el tema de la identificación, que en política es absolutamente necesario, funcionara de manera muy potente. Una de ellas fue la autoestima, otra la exaltación de la riqueza, también estaba el tema del agua que era algo muy visceral,… Y todo ello acaba convirtiendo el deambular de la izquierda como una travesía en el desierto. Por suerte, tanto Esquerra Unida como Compromís han encontrado una revitalización gracias al 15M y a la debilidad del PSPV, pero es necesario un partido socialista con un proyecto ilusionante para que se produzca el cambio ideológico.
¿Y crees que llegado el momento las fuerzas de izquierda sabrán entenderse?
XA- Hay una historia fuerte de desencuentros por cosas personales, por tocar poder, por imponer cada uno su propia agenda,… Yo quiero ser claro en eso. Un votante de Esquerra Unida no tiene porqué compartir todo el programa de Compromís ni al revés. Y el del PSPV igual. Son compartimentos y cada uno tiene ciertas particularidades. Yo, en este punto en el que estamos, prefiero pensar que se harán las cosas que se tienen que hacer. ¿Fórmulas? Hay muchas. Puede ser un acuerdo de dos partidos y un tercero que supervisa desde fuera; pueden estar los tres; pueden estar dos fuera,… Y luego no hay que olvidar que, salvo que pase algo, UPyD va a subir bastante. Mi sensación es que no habrá mayoría absoluta del PP, pero hay muchos escenarios abiertos.
También has trabajado como guionista de televisión. ¿Qué recuerdos tienes de aquellos años?
XA- La experiencia, en general, fue buena. Y además recibí una lección de vida de esas que son necesarias. Cuando yo empiezo a trabajar de guionista para Conta Conta (Autoindefinits, Socarrats, Evolució) ya tenía una novela publicada y a mí me daba la sensación de que se me podía dar bien, que podría hacer guiones de humor y destacar. Entonces, te integran en un grupo de gente superbrillante, muy ingeniosa, que tienen muy asimilado el código audiovisual, que te llevan una ventaja brutal en cuanto a visionado de series y eres, prácticamente, el becario. Fue un baño de humildad. Trabajé mucho, aprendí mucho, pero una de las cosas que tenía muy claro es que no tenía asimilado el código como mis compañeros, que tenían más mecanismos y recursos que yo a la hora de hacer ese tipo de guiones.
Un Canal 9 que parece irrepetible.
XA- Yo es que hay cosas que no acabo de entender. Autoindefinits fue un éxito. Tuvo índices de audiencia muy buenos que, claro, con la entrada de la tdt se redujeron. Pero más productos en valenciano como L’Alqueria Blanca, Trau la llengua o Gormandia funcionaron muy bien en prime time. Esa era la función de Canal 9 y no hacer Tómbola aunque tuviera mucha audiencia. Se demostró que cumpliendo su función pública se podría conseguir audiencia.
Colaboras con El País, Levante-EMV y varias revistas culturales. ¿Cómo ves el futuro de la prensa escrita?
XA- Muy preocupante. La cultura del gratis total de internet no sólo ha hecho mal a los creadores, sino que ha provocado una distorsión importante en el tema de la prensa debido a que son contenidos que están disponibles en la red. Los modelos aun se están explorando, pero a mí me da la sensación que vamos hacia un modelo en la que habrá un periodista en una situación de debilidad grande que va a repercutir en un descenso de la calidad informativa. Cobrarán menos, trabajarán más y se harán trabajos más funcionariales. Se perderá la capacidad de reflexión, en términos generales. No sabemos cuanto tiempo aun perdurará el papel, pero será una transición muy larga y en el camino deberá ir definiéndose el modelo de negocio de las grandes empresas
Y después, como los periodistas no desaparecen, dedican sus esfuerzos a proyectos, normalmente digitales, muchos de ellos como el caso de Verlanga, muy beneficiados y de mucha calidad, pero que va a ser complicado que en el contexto actual de crisis económica que puedan consolidarse. Yo espero que sí salgan adelante por lo que supondrían de salida profesional para algunos periodistas y de satisfacción para los lectores.
¿Cuál es tu menú periodístico diario?
XA- He cambiado bastante los hábitos. El fin de semana todavía soy comprador de prensa y el resto de días, la lectura digital que hacía ha variado. Antes iba web por web de cada medio y ahora ese proceso lo he sustituido por la lectura twitter. Confío en la selección que hacen las 1900 personas a las que yo sigo. Me parece fantástico. Y revistas, compro el Rockdelux e intento leer el Mondo Sonoro cuando la encuentro. Alguna revista de historia de vez en cuando y me suelo comprar El Temps.
Ya que has mencionado twitter, ¿qué importancia tienen las redes sociales y cualquier otra herramienta tecnológica en tu trabajo, tanto como periodista como escritor?
XA- Hay que dedicarle tiempo porque es importante. Hay una parte de difusión de tu obra y otra de interacción. Ahora es muy fácil que el lector te interrogue, te cuestione, te critique o te alabe. Y además, te pone en contacto con gente que al tenerte tan al alcance te puede proponer que vayas a su pueblo a dar una conferencia o a presentar un libro. Como digo es tiempo, pero en mi caso es tiempo bien invertido. Mi blog me sirve no sólo para interactuar, sino para tener un sitio de publicación y para recopilar otros escritos a los que la gente igual no puede acceder.
Además eres de los que contesta todos los comentarios que allí te dejan, algo que no es muy corriente.
XA- Igual es por una cuestión de edad, pero cuando me habla alguien me parece de mala educación no contestar. Y lo hago incluso con los maleducados y trolls (risas).
No sé si en el blog, pero sí en alguna entrevista y en tu twitter has destacado que si hubo algún grupo que te marcó mucho fueron The Smiths.
XA- The Smiths es un grupo que si te marca la adolescencia te la marca mucho. Y eso tiene la parte positiva y negativa y te acompañará toda la vida. Esa visión del mundo de Morrissey, interiorizada, si te toca, necesitas una cierta madurez para asimilarla bien (risas).
¿No crees que muchos de tus personajes tienen esa visión?
XA- Sí, es probable. Es un reflejo. Yo lo dije medio en broma, pero salió de titular en La Vanguardia, en una entrevista que me hicieron, que yo había tenido una adolescencia un poco tortuosa…no, exactamente, demasiada emotiva.
¿Ahora hay algún grupo que ocupe ese lugar?
XA- Estoy entusiasmado con Deerhunter desde hace dos temporadas o tres, pero ya no tiene esa penetración. Los oigo de otra manera. Cada cierto tiempo hay un grupo que te marca, pero el de los años de la adolescencia es de los que más se recuerda.
¿Qué opinión te merece Valencia?
XA- Yo soy mucho de Xàtiva. Mi identificación con Xàtiva es muy difícil de explicar. Dicho esto, creo que mis años más felices e intensos son los que viví en Valencia. La ciudad te ofrecía una oferta cultural y de ocio que no tienes en las comarcas. Valencia es una ciudad más viva de lo que parece, más aprovechable de lo que está, que vive en valenciano mucho más de lo que la gente cree gracias a la gente de comarcas que la hemos colonizado. Es una ciudad que adoro, pero al mismo tiempo me genera cierta incomodidad.