El domingo, 15 de marzo, entró en vigor el estado de alarma en toda España por el coronavirus. Un día después, Víctor Coyote publicaba en su instagram la primera de sus historias que bautizó como Días de alarma. Cinco viñetas sobre la nueva realidad que empezábamos a vivir, centrada, en este caso, en la panadería de su barrio. Durante setenta y dos días siguió dibujando. Todo aquel material, más un epílogo postalarma ha sido (muy bien) editado por Salamandra Graphic con el título, como no, de Días de alarma.
«La idea nace de ver que hay una situación especial que afecta a todo un país, bueno a muchos países, que podría ser interesante para dibujar y que genera situaciones para historias, chistes o reflexiones interesantes», cuenta Víctor Coyote. «Al principio iba dibujando para publicar en Instagram. Eso era todo. Cuando vi que la situación era continuada, que iba acumulando historias, que la cosa iba creciendo en volumen y en importancia, entonces empecé a buscar editor. Y Salamandra se interesó inmediatamente».
Los dibujos de Coyote reflejan cómo vivió aquellos días. «Por supuesto, hay días en que el centro de la historia soy yo. Cuando uno está confinado no tiene mucha vida social. Pero no es un diario permanente y claro que hay licencias. Yo no he intentado hacer un documento de mi vida». El confinamiento nos regaló todo el tiempo del mundo. Pero tal vez ese exceso podría haber provocado cierta dispersión cuando se persigue un objetivo diario. Coyote estableció una rutina que consistió en «trabajar todos los días para publicar una historieta todos los días. A veces me retrasaba, no llegaba y recuperaba al día siguiente. Aparte de eso, no seguía una rutina estricta, de 8:30 a 13:30, por ejemplo».
Las viñetas dibujadas guardan algunos puntos de conexión entre ellas, llamadlo estilo si queréis. Por ejemplo, la crítica y la ironía tienen un estupendo protagonismo en el libro. «Los cómics, tradicionalmente, siempre han tenido un componente humorístico. Mucha literatura, mucho cine y mucha música, también. La crítica satírica es un género clásico. De todos modos hay una diferencia entre crítica y humor: uno critica lo que no le gusta o lo que le parece mal. Pero uno se ríe de lo que le parece mal y de lo que le parece bien, incluído uno mismo. Esta diferencia no la tiene en cuenta todo el mundo». También la gama de colores utilizada («colores primarios, pasados por tramas como usaban los cómics antiguos») ayuda a unificar la narración total y que todos los días de alarma, más allá de por la temática común, queden integrados en una historia general.
Víctor Coyote aparece en algunos de los dibujos y siempre lleva mascarilla, incluso cuando se encuentra en el interior de su propia casa. «Convertí la mascarilla en una característica del personaje, aunque fue a partir de la segunda tira. Me pareció una buena solución gráfica usar una mascarilla, y sobre ella dibujar la boca con sus expresiones. A partir de ahí, mi personaje se quita las gafas para dormir, pero no la mascarilla».
Días de alarma va más allá de lo que fue el confinamiento en sí, se habla de actualidad, de recuerdos, de la República, de sueños, de la profesión de ser músico… «En el confinamiento no sólo estás pendiente de las cuatro paredes que te limitan. También piensas en las fiestas de tu pueblo cuando son las fechas y no se van a celebrar, en el local de ensayo al que no puedes ir, o en la ecuatoriana que no tiene balcón, si no un ventanuco en su casa. Dos de esas historietas están protagonizadas por un personaje muy interesante, Fardón, que incluso podría tener más recorrido en el futuro. «Ese personaje forma parte de las dos páginas de recuerdos de las fiestas de San Telmo de mi pueblo, que son en abril y coincidió el estado de alarma). Comprendo que un personaje “setentero” tenga mucho atractivo para determinada gente, pero no me he propuesto nada con él».
Después de las setenta y dos entregas de días de alarma (del 15 de marzo al 25 de mayo) hay un epílogo, Tiempo de Postalarma, con catorce historias, la última de ellas tan demoledora como real. «Surgió para incluir en la edición impresa una serie de páginas que no hubieran sido publicadas en redes sociales. A la vez, servía como una serie de “conclusiones” a las que habríamos llegado después de pasar la pandemia, pero esas conclusiones, aunque válidas desde el punto de vista post-Estado de Alarma, no son válidas, por razones obvias, como conclusiones post-pandemia».
¿Cómo crees que envejecerá el libro? ¿Te gustaría que permaneciera como documento o testimonio de lo que se vivió?
Espero que envejezca bien.. Que sea interesante dentro de veinte años. Pero no como documento, testimonio o eso que se dice de “para que no se vuelva a repetir”. Frankenstein no es el testimonio de una época devastada por la peste ni El Quijote hizo que la gente dejara de leer novelas populares. No creo en eso de “solucionar” las guerras haciendo una película anti-bélica. Pero creo que dentro de unos años podrá ser interesante porque Días de Alarma habla de personas, de relaciones, de sentimientos, de preocupaciones y de tonterías de las personas. Eso es lo que vale.