Clar i ras. Parlem del cáncer, el libro que ha escrito Àngels Royo Peiró (con ilustraciones de Jaume Pallardó), licenciada en Medicina y formada como especialista en oncología, empieza rememorando cómo su padre revisaba el arroz crudo antes de echarlo en la paella para evitar que ningún grano sin pelar llegara al plato. Ese recuerdo familiar le sirve para, acto seguido, hablar de que de las miles de millones de células que forman el cuerpo humano hay algunas que están defectuosas y pueden afectar al funcionamiento del mismo. Ese es el tono de las casi cien páginas del volumen. Rigurosidad absoluta, presentada de una manera amena y comprensible para el lector. Como apunta Martí Domínguez en el prólogo, «es una combinación perfecta» .
¿Cómo nace el libro?
Todo surgió gracias a una buena amiga, a la que está dedicado el libro, y que fue mi paciente hace unos años. Ella conoce mi interés por la divulgación y siempre me ha animado a escribir. Una tarde muy calurosa de verano, parece un cuento (risas), me presentó a Manolo Gil, editor de Vincle y todo surgió casi sin darnos cuenta. Manolo me propuso escribir un libro sobre el cáncer con total libertad, sin restricciones de tiempo, extensión ni temas a tratar. La idea era intentar conseguir un tono optimista llamando a las cosas por su nombre y que fuera en valenciano, ya que si hay pocos libros que traten sobre el cáncer, hay muy pocos que sean en mi lengua materna.
¿Por qué crees que un libro tan necesario no existía aún?
A ver, sí existen libros sobre el cáncer, algunos sobre testimonios de pacientes y otros escritos por profesionales de la divulgación, pero estoy de acuerdo en que el estilo de Clar i ras es diferente. El cáncer es un tema que asusta, que tal vez no llama la atención de las editoriales y que de entrada puede no atraer al público. Me alegra que digas que es un libro necesario porque aunque tenemos mucha información sobre el cáncer, no siempre es correcta o adecuada a la población a la que tendría que ir dirigida. Mi intención era escribir sobre oncología de una forma sencilla, directa, a poder ser, divertida y «para todos los públicos».
¿Tuviste algún referente a la hora de escribirlo?
Mis referentes principales han sido mis adjuntos durante el periodo de formación en oncología médica y mis compañeros de trabajo de los que he aprendido muchísimo. Además, he recordado conversaciones con mis pacientes y sus familias con los que he aprendido oncología y muchas otras cosas. Desde aquí vuelvo a reiterarles mi agradecimiento a todos. Como he comentado hay libros publicados sobre oncología más extensos y con información más detallada que el mío, destacaría El emperador de todos los males, de Mukherjee. Entre otros referentes no puedo dejar de hablar de Susan Sontag, una autora muy interesante por sus trabajos sobre las metáforas y las ideas concebidas alrededor de las enfermedades.
La introducción de muchos capítulos, algunos pasajes y el tono general (científico, pero sin renunciar al humor) no se utiliza para restar gravedad a una enfermedad que la tiene, sino para hacer más comprensible la información que se da. En ese sentido, ¿tenías miedo que esa parte menos académica se malinterpretara o se te fuera de las manos?
Empecé a escribir sin plantearme un estilo y fue surgiendo relativamente fácil. Lo único que tuve claro desde el principio fue la idea de poner en cada capítulo una frase inicial que nada, o poco, tuviera que ver con la ciencia y parece que está gustando… Mi intención era reproducir de alguna manera lo que podría contarle a un paciente o a un amigo en una conversación sin perder el rigor científico, por supuesto. Y precisamente ese rigor era lo que más me preocupaba ya que aquello que queda escrito se puede leer de muchas maneras y en muchas situaciones y sí, me preocupaba que mis expresiones se pudieran malinterpretar. Como dices, no intento quitarle importancia al tema pero sí llegar a cierto nivel de detalle de la forma más clara posible.
En Clar i ras desmitificas esa absurda tendencia a presentar a los enfermos de cáncer como guerreros de una batalla, escribes: «Como en ninguna otra patología grave no responde al tratamiento aquel que más lucha ni el que lo hace con más interés».
Es que la verdad no sé de dónde viene ese manía de culpabilizar al paciente con cáncer del resultado de su tratamiento, no ocurre en otras enfermedades. Este tema me preocupa especialmente porque he tenido pacientes que se han sentido muy mal por no ser «luchadores» en todo momento, aunque entiendo que para otros puede ser útil esa sensación de «yo me esfuerzo». Es un tema muy complicado y depende de cada uno, incluso de cada momento, así que lo que intento es que se reflexione sobre la importancia y consecuencias de ese tipo de lenguaje.
Siguiendo un poco la línea de la pregunta anterior, hay una frase del libro, tal vez más necesaria aún en los tiempos que vivimos: «En la ciencia ni se cree ni se deja de creer, cada fármaco tiene unos efectos demostrados».
Un fármaco solo se puede utilizar en humanos después de demostrar sus efectos de una forma concreta y controlada. Dejando de lado el efecto placebo, que en oncología se ve poco, un fármaco tiene unos resultados que dependen de muchas variables biológicas pero nada de la fe que tenga en él el paciente o el profesional que lo prescribe. A nuestro pesar, los fármacos no consiguen la curación de todos los enfermos, pero aquellos tratamientos cuyos efectos están científicamente demostrados son los únicos que podemos recomendar para el tratamiento del cáncer.
El libro reivindica los tratamientos en la sanidad pública, destacando que la única diferencia con centros de otros países, es que en aquellos puede que te incluyan en un mayor número de ensayos clínicos. ¿Por qué ese desconocimiento de lo que tenemos? ¿Y por qué, siendo así, ha sido tan maltratada por algunos gobiernos?
Una parte importante de la práctica de la oncología está estandarizada y regulada por protocolos internacionales que se utilizan igual en cualquier hospital valenciano, gallego o estadounidense, con la diferencia que aquí los fármacos aprobados están al alcance de cualquier paciente de nuestra sanidad pública y en otros países no. En nuestra sociedad está muy interiorizada la concepción de «si pago me darán algo mejor». Ese desconocimiento de lo que tenemos es una lástima porque no nos deja reconocer la importancia que tiene. A la última pregunta no tengo respuesta, en mi opinión la sanidad no se puede ver sólo en términos económicos, están implicadas muchas otras variables que no siempre se tienen en cuenta.
¿Has recibido feedback de parte de algún enfermo que lo haya leído?
Desafortunadamente no he podido recibir el feedback de los lectores porque apenas hemos podido hacer presentaciones del libro, también nos hubiera gustado hacer reuniones con pacientes en hospitales o asociaciones. De momento, los únicos con los que he hablado personalmente han sido familiares y amigos así que creo que su opinión estará sesgada (risas). Las reseñas publicadas en prensa también han sido favorables pero, por supuesto, me encantaría conocer la opinión de los lectores. Espero que disfruten de la lectura tanto como yo he disfrutado del proceso de escritura.