Si uno se da una vuelta por la mesa de novedades de literatura juvenil e infantil (LIJ) parece que sólo existen libros de aventuras de otros mundos, sea ciencia ficción primitiva, fantasía élfica, vampirismo adolescente o filosofía emo del más allá. No es una crítica, es una observación. Nada nuevo apuntará alguien si se hace el mismo experimento con las novelas para adultos. Imitaciones de Grey y ficciones históricas luchan, a codazos, por hacerse un hueco ante los ojos del lector que ha salido de pesca. Cierto es que también depende de la librería en cuestión, pero ¡qué narices!, ustedes son listos y saben lo que quiero decir.
Puede también que mi prevención hacia esas temáticas sea una cuestión generacional y que esté cayendo en el Síndrome del Padre Nostálgico, incluso sin tener hijos. Y, que por consiguiente (cuanto tiempo sin oír esta expresión) todo se reduzca a que el que esto escribe es un viejuno de tomo y lomo y añora aquellos tiempos en que las aventuras las protagonizaban una pandilla de amigos del colegio (o instituto) y no una chiquilla que cuando abre la boca muestra un buen par de colmillos, y eso en el mejor de los casos.
Afortunadamente, la oferta de LIJ es tan amplia que todos podemos satisfacer nuestra necesidad. Y si ustedes son como yo, y a los seres con ojos luminosos los quieren tan lejos como Mariano a Bárcenas, busquen, por ejemplo, El club de los malditos. Maldita hermana de Gemma Lienas (Destino) o Los casos del Inspector Cito y Chin Mi Edo de Antonio G.Iturbe y Alex Omist (Edebé), y sean felices.
El primero de ellos cuenta la historia de tres amigos ante uno de los mayores retos de su corta vida: el primer curso en el instituto. Gemma Lienas huye del relato blanco y en el libro hay lugar para todo. Lejos de esa ola de protección excesiva, que parece que roza el absurdo, y que aboga porque las ficciones de los más pequeños sean lo más política e insipidamente correctas. Aunque luego, eso sí, se pasen la tarde pegando tiros en un videojuego o cuando llegue Navidad se les invite a probar el alcohol. Lienas no escatima palabrotas si son necesarias, ni evita ridiculizar (o reírse) de comportamientos supuestamente maduros. Reivindica lo diferente y tiene incluso tiempo de darle una colleja a los especuladores. Todo, sin perder de vista que su principal objetivo es entretener y divertir. Resumiento, trata a sus jóvenes lectores como seres con un cerebro desarrollado. Además, el libro cuenta con el atractivo de las viñetas de Alex Omist, que reproduce las aventuras (imaginadas) del alter ego de uno de los protagonistas, el superhéroe Marcpower.
Precisamente, Omist se encarga de los dibujos de la segunda recomendación. Un nuevo caso de esa pareja que está pidiendo a gritos una serie de animación: el Inspector Cito y su ayudante, el sargento chino Chin Mi Edo. En esta ocasión, intentan desvelar unos extraños sucesos que se repiten en una fábrica de paraguas. Su lectura es como un viaje en el tiempo a aquellas tardes de merienda y tebeos. Aquellas historias, a golpe de humor, en las que se resolvían enigmas, malentendidos o intrigas, de manera escalonada; apartando supuestos culpables y pruebas hasta dar con la solución. Antonio G. Iturge consigue dotar al libro de un tono cómico, sencillo pero eficaz, capaz de hacer reír a los más pequeños y a los que dejamos de serlo hace tiempo. Y es que, ¿cómo no ser fan de un inspector aficionado a la tortilla de patatas?