David Trashumante tiene nuevo libro, Apenas (Ya lo dijo Casimiro Parker, 2018), en el que los versos vuelven a romper cualquier límite espacial para atrapar al lector y hacerle pensar. Su militancia poética mantiene intacto su compromiso con lo que lo y le rodea.
Apenas se presenta este viernes, 13 de abril, a partir de las 19h, en la Librería Bartleby. Trashumante estará acompañado de Enrique Falcón.
Han pasado tres años desde la larga entrevista que mantuvimos y en ese tiempo has publicado cuatro libros. A lo que hay que sumar la cantidad de iniciativas culturales en las que has participado u organizado. ¿Notas que te encuentras en un momento especialmente prolífico creativamente hablando?
La creación ha sido una constante en mi vida. Me considero una persona con iniciativa, por tanto, desde que tengo memoria, he estado metido en mil “fregaos”. Pero es verdad, que desde que decidí en 2011 lanzarme en exclusiva con la poesía he notado un crecimiento en la importancia de los proyectos en los que me embarco. He aprendido mucho, sobre todo de las cosas fallidas, también he leído, visto y oído mucho en estos años. Todo este bagaje y conocimiento hacen que tenga mucha más información a la hora de jugar y crear. Pero vamos, como te digo, no noto mucha diferencia en cuanto a la intensidad de mi actividad, sí en su dirección. La madurez creativa debe ser eso, encontrar un norte.
También la actividad poética de València parece que vive un buen momento, tal y como se puede comprobar viendo las actividades que recoge Alçaveu. Desde tu experiencia, ¿por qué crees que se ha producido? ¿O realmente esa oferta amplia ya existía y lo que le faltaba era mayor difusión?
Siempre ha habido poesía en esta ciudad. Pero es verdad, que hace años eran pocos los espacios no institucionalizados que, fuera de las librerías, programasen recitales de poesía. Las jams poéticas, los micros abiertos, las autoediciones… venían popularizando la poesía desde finales de los 90, en lo que era denominado como “poesía baretera” por la poesía oficial.
Pero gracias a las redes sociales, las programaciones de este tipo de espacios fueron creciendo en popularidad. Desde el Café El Dorado (que acabó en València con el concepto de tertulia poética para implementar un formato más informal, directo y participativo a sus sesiones) a los más de 20 espacios (sin contar las librerías) que hoy día programan poesía, hay casi dos décadas. En los últimos 5 años, la cosa se ha disparado de tal forma que las contraprogramaciones eran constantes y la competición por el público estaba haciendo inviable para este poder acudir a las convocatorias. Hacía falta organización. Por eso nace Alçaveu. Como un circuito que permita disfrutar de la poesía semanalmente pero de forma sostenible para la audiencia.
Una audiencia que no para de crecer porque a día de hoy la poesía está de moda. La gente nos hemos ido empoderando con la práctica en las jams, donde prima el sentimiento identitario de comunidad, la confesionalidad, el “abrirse el pecho” y mostrar nuestros sentimientos como gesto genuino de lo poético, en detrimento del interés por la literatura o lo literario. Es un movimiento popular de respuesta ante un arte que, como la política, el fondo era puro elitismo. La gente queremos actos verdaderos, un arte que sea nuestro.
La pena es que la industria editorial ha visto las posibilidades comerciales de asunto, como siempre, y anda explotando a esta poesía ahora sin reparo alguno y también a los jóvenes poetas que la escriben. Es decir, hace lo que hace siempre, coge algo espontáneo y popular y lo convierte en una suerte de producto pop, acelera sus ritmos, ahora se valora a un poeta por los libros que vende, lo replica, por tanto, en serie, lo modela en un producto de absorción rápida (viralizable en las redes) hasta agotarlo. Ahora estamos en la cima de esta moda y por eso, se acerca tanta gente a la poesía. Hasta la academia ha doblado las rodillas y ya andan dando premios a estos poetas en vez de a sus amigotes. Pero veremos qué pasa cuando la poesía deje de ser tendencia.
Tu último libro se titula Apenas. ¿Apenas qué?
Apenas todo. Todo es escaso, para empezar el tiempo que se esfuma. Y la magia, la magia es fugaz, un instante la belleza, la poesía, su escritura, una borrachera perentoria que por no dejar no deja ni resaca. Apenas nada, no sé.
Los poemas del mismo desprenden cierto desencanto hacia los seres humanos. ¿Ha sido de manera voluntaria?
Hay un desencanto, una afectación sobre todas las agresiones que sufrimos del mundo exterior. Individualmente pero también colectivamente. He intentado evidenciar la tristeza que me provocan ciertas personas, que son crueles, competitivas o directamente idiotas. Y sobre todo hablar también de nuestra propia insignificancia, de la muerte que nos hace a todos mediocres.
También hay cierta querencia por la negritud, entendida de muchas maneras. En ese sentido, ¿crees que el entorno social y político que vivimos ha afectado de alguna manera a estos versos?
Como te digo, el mundo exterior es agresivo, sobre todo el entorno social y político repleto de banderitas, de xenófobos, de homófobos, de machistas, de precarios de derechas, de ignorantes patriotas… Estamos muy mal, al borde del ecocidio y claro, sufrimos agresiones constantemente por parte del poder. Aceptar que éstas existen, aceptar su carga de duelo y pena, que me afectan, me ayudan a mantener intacta mi capacidad de indignación. Negar la mayor es perder toda esperanza, convertirse en un cínico para bloquear la pena y no sufrir más. Decirse, así son las cosas y sería un iluso si intentara cambiarlo.
A colación de la pregunta anterior, ¿crees que el entorno (geográfico, social, político,…) de un creador acaba influyendo en su obra o este debería aislarse de ello y solo que ocurriera eso por deseo propio?
Creo que el arte debe hablar de las cosas que nos importan a las personas. Denunciar la ignominia de las injusticias nombrándolas es algo importante que a mí por lo menos me parece esencial. Como dice Antonio Orihuela si ni la prensa, ni la política hablan de lo que pasa, la poesía debe solidarizarse y hablar de lo que pasa. La poesía como tablón de denuncia, de información…
Vivimos aquí y ahora y eso influencia nuestro trabajo y toda expresión al accionarse se posiciona políticamente. Por tanto, no creo que nadie pueda escapar de lo que le rodea. Es imposible mirar para otro lado. Si creo que hay poetas de estómagos muy complacidos y que tienen las tripas suficientes para manejarse en un mundo banal e hipócrita y leo en sus poemas como construyen “paraísos artificiales”. Yo para eso prefiero comerme un “tripi” en vez de escribir un poema, sinceramente. Puede uno engañarse, pero engañar…
Apenas resulta poéticamente hablando atemporal, incluso muy comprometido con las palabras, como si quisiera huir de cualquier postureo moderno, como buscando raíces en poetas anteriores, pero a la vez resulta muy contemporáneo porque refleja esa preocupación de la que hablábamos antes sobre la realidad política y social que vivimos. ¿Cómo mantienes ese equilibrio?
Vivimos tiempos en los que lo lírico, la musicalidad del verso, la metáfora… están en desuso. Tanto las corrientes postconceptualistas de los poetas más vanguarderos como la indolencia prosaica de los poetas más pop trabajan en otras líneas de expresión. Pero todo me parece como muy atonal. Me pareció interesante recuperar un tono lírico para hablar de un mundo en desaparición y, a la vez, dignificar el entorno libertario en el que vivo, su resistencia llena de precariedad y voluntarismo. Descargarlo un poco de su dureza y mostrar toda la belleza que hay en la lucha social. Llena de seres amorosos, ingeniosos y bellos.
El libro se abre con un verso Pizarnik y casi se cierra con otros de Gelman. ¿Son poetas que te han marcado como poeta o incluso más allá de ello?
Cientos de poetas me han marcado. La poesía debería entenderse como entienden las disciplinas científicas su saber. El progreso es de todas. Y desde ese enfoque escribo, en constante diálogo con otros poetas que me precedieron y también con poetas coetáneos. Pizarnik es la poeta por excelencia de la tristeza y Apenas no deja de ser un inventario de penas, así que se hizo necesario que abriera una cita suya el libro. Gelman es un poeta de una obra cambiante y enorme, pero, en concreto, en su libro Hechos y relaciones, que escribió cuando yo todavía no había nacido, se preguntaba por las formas de relación de la poesía con los “hechos” de la realidad. Hay mucho de eso en Apenas. Y aunque no es un libro que conteste a hechos concretos sí que tiene muy presente lo que sucede como un “continuum”, los mismos que metían en galeras a los esclavos son los que ahora permiten que se ahoguen los migrantes en el mediterráneo.
En este libro está Juan Carlos Mestre, su imaginismo, su lírica, el Enrique Falcón más alucinado, Jorge Riechman, Isla Correllero, Ana Pérez Cañamares… y servidor, quiero decir, que es un libro que recoge mucho de lo aprendido en libros anteriores y los fusiona a nivel expresivo.
¿Hay poetas que hayan dejado de acompañarte durante estos años?
Cualquiera de los que se adscriben al canon de la poesía de experiencia, que me hablan de viajes a Dublín, de bares cenicientos, de taxis, de luz iluminando venus de milos en los ceniceros, del paso del tiempo, de infancias vaporosas y de que si mascaba chicle su prima como si fuera afrodita libando nenúfares. La musa con vaqueros decían.
En ocasiones utilizas la repetición como recurso poético. ¿Qué crees que aporta a tus poemas?
La repetición se puede usar para enfatizar, o para todo lo contrario, para anestesiar, en plan letanía. Es un recurso que viene en mi caso de la oralidad. El oído tiene menos memoria que el ojo, y las repeticiones, así como los estribillos ayudan rítmicamente y nmemotécnicamente, acercan el texto al que escucha.
Pero también, uso la repetición por aquello que pone en práctica constantemente la propaganda: repetir una mentira hasta que se convierta en verdad. Contrarrepito, podríamos decir, para que sus verdades se muestren como lo que son, mentiras.
En muchos de los poemas, hay versos (destacados en cursiva y que recogen lo que «dice» alguien) que extraídos del poema al que pertenecen acaban teniendo cierto semtido unidos. ¿Es intencionado?
Si, es intencionado. Gelman, “inventó” esa voz impostada, ese pepito grillo que le va diciendo al poeta durante todo el libro lo que no es capaz, lo que debe o no decir o lo que debe hacer. El gran cínico del pensamiento neoliberal.
También es esa voz que despacha la vida como si fueran un listado de asuntos. La que pasa el dedo de meme en meme y tiene la capacidad de comprensión lectora de una ameba.
Vivimos en crisis de la presencia, del tiempo y la escucha. La redes sociales son un nido de opinadores que no contrastan su opinión, de gente acrítica llena de certezas que consideran propias sin saber que han sido adiestrados para repetir como papagallos.
En este libro (y es algo que ya ocurre en otras obras tuyas y que suele ser habitual en tu muro de facebook) reflexionas sobre la poesía. ¿Qué te interesa de ello? ¿Crees que es necesaria esa visión crítica?
Me adscribo al espíritu de Withman y entiendo a la poesía como la lengua del humanismo. Por eso me da tanta rabia cuando veo que los poetas repetimos las mismas formas del sistema: competimos, nos ninguneamos, hay corruptelas, amiguismos, ambición, estructuras de poder,… Me parecía importante desmontar ese perfil, evidenciarlo. Creo en la autocrítica como una de las mejores formas para crecer como persona. En el caso del arte, creo que es una exigencia. La crítica nos invita a abandonar los estatus de confort. Y como me dijo el poeta Bernardo Santos el otro día, escribir siempre lo mismo y para los mismos es burgués. Y yo tengo más de pastor que de accionista o emprendedor. A la poesía le pido ya poco últimamente, con que sea honesta me es suficiente. Por lo demás si los compañeros les da por valorar un trabajo poético por los premios que tiene o por los libros que vende, a mi plín. Prefiero leerlos y opinar por mí mismo, y seguir “haciendo amigos” claro (risas).