Eduardo Almiñana de Cózar (València, 1987) es escritor y periodista.
¿Somos lo que leemos?
En cierto modo sí. Aquello que leemos, para empezar, ocupa un tiempo que evacúa el tiempo que ocuparían otras actividades. Sea como sea la experiencia que se derive de esa lectura, será una experiencia solo nuestra, una experiencia única e intransferible. Además, esa lectura llevará a otra, bien buscando un placer similar, bien huyendo de la decepción, bien por cambiar de aires. En todo caso, lo que leemos será un evento que dará lugar a otros eventos y esa consecución de eventos lectores será indefectiblemente una parte constituyente de nuestra persona, así que sí, diría que somos lo que leemos.
Un libro de tu infancia:
Drácula, en aquella maravillosa edición en tapas duras de la colección Tus libros de Ediciones Generales Anaya, con ese gato al que se le eriza el lomo frente a la Luna. Drácula fue el primer libro para adultos que leí y cambió radicalmente mi forma de entender la lectura. Lo tomé prestado de la biblioteca municipal de Bejís, donde mi familia tiene una casa y donde las horas estivales de finales de los noventa desde la comida hasta la merienda eran horas de retiro breve para hacer la digestión y leer mientras mi familia cumplía con la siesta.
Un libro de tu adolescencia:
Los mitos de Cthulhu, de HP Lovecraft, Biblioteca de fantasía y terror de Alianza Editorial, la de los lomos amarillos. Digamos que el maestro de Providence cogió el testigo de Edgar Allan Poe en mi cabeza, comenzó a correr y aún no ha parado. Creo que a mucha gente le ha pasado lo mismo que a mí. La forma lovecraftiana de mirar los abismos del espacio, del tiempo e incluso más allá es de una belleza tal que una vez sientes el sobrecogimiento ya nada vuelve a ser lo mismo. Ahora parece que Lovecraft se está convirtiendo en lo que fue la moda zombie, aunque tengo la sensación de que va a ser difícil ya no de emular (intentándolo se ha descalabrado hasta Stephen King con Revival, por ejemplo), sino de trasladar a las pantallas. A mí me encantaría ver una buena película o una buena serie al respecto, pero es que si le das forma a estos horrores, ya no son tan horrorosos. En este caso la abstracción es mucho más poderosa que la figuración.
Un libro de tu juventud:
Los vagabundos del Dharma, de Jack Kerouac. Por entonces ya había leído En el camino y si bien me había gustado, no me había llegado a impresionar tanto como lo haría poco después Los vagabundos del Dharma. Ese libro construyó una parte de mí que todavía sigue en pie y que espero no acabe cediendo ante los rigores de la vida a los treinta y dos y en adelante. Pienso en el tacto de las páginas de la edición de Anagrama y viene a mí el olor de los Viveros en primavera donde lo leí, releí o hablé de él con otros fugitivos recientes de la rutina que estrenaban libertad universitaria de las facultades previas al plan Bolonia.
Un libro actual:
Sin duda, Le ParK, de Bruce Bégout, de la extinta Editorial Siberia. Una idea fantástica, imagínate: un magnate ruso y un inquietante arquitecto moldavo construyen un parque que es la madre de todos los parques, un parque que acoge todo aquello susceptible de ser parquificable, de tal manera que puedes disfrutar de un espectáculo de majorettes de pesadilla junto a un campo de concentración mientras corres el riesgo de que te devore una fiera salvaje porque todo ello es a la vez un zoológico. El parque tecnológico, un vivero empresarial, es además un terrario. Es increíble. Vuelvo a Le ParK una y otra vez.
Un libro de siempre:
Platero y yo. Qué puedo decir de él. Es droga. Es una genialidad. Es bellísimo.
Un libro por leer:
Ciberfeminismo. De VNS Matrix a Laboria Cuboniks, de Remedios Zafra y Teresa López-Pellisa. Tengo muchas ganas de ponerme con él, lo haré en breve. Lo ha editado Holobionte Ediciones, un sello al que hay que seguirle la pista, igual que a Materia Oscura Editorial. La revolución intelectual que no será televisada está en sus catálogos.
Un libro que no pudiste acabar de leer:
La montaña mágica. Me lo he empezado dos veces y las dos he mordido el polvo, y ya no sé si hacer caso a Borges y dejar los libros que me acaban sacando a patadas de sus páginas o esforzarme y creerme aquello de que querer es poder. O igual es que no quiero.
Un libro que te gustaría haber escrito:
Uf, muchos, muchísimos, pero mira, el primero que me ha venido a la cabeza ha sido, precisamente, Gárgoris y Habidis, de Sánchez Dragó, aunque en varios volúmenes, no deja de ser una misma obra. Estoy con él ahora y me parece algo de una erudición sobrenatural. Creo que si escribes Gárgoris y Habidis y encima ganas el Premio Nacional de Ensayo con él ya puedes echarte a dormir tranquilo. Si yo hubiese escrito Gárgoris y Habidis me despertaría cada mañana, caería en la cuenta de que soy el artífice de semejante heroicidad literaria y empezaría el día con un nivel máximo de autoestima. Conozco las críticas que se le han hecho y lo que se le ha reprochado, y no comparto la mayoría de las animadversiones de Dragó, pero es que da igual: es innegable que es una obra maestra de la mitología.
Un libro que te gustaría que existiera:
Todos los recogidos en Vacío perfecto, el libro de reseñas de libros inexistentes del polaco Stanislaw Lem. Está en el catálogo de Impedimenta y es una obra increíble, de una inteligencia pasmosa. No ha habido otro como Lem, un escritor capaz de cambiar de registro hasta el punto de hacerse pasar de una forma creíble por una inteligencia artificial a años luz de las capacidades humanas. Y es que quizás lo fuese.
Tres cosas que te gustan más que leer:
Escribir algo bueno y sentirme satisfecho, recordar y descubrir.