El Bar El Paraíso no es nada especial a pesar de su nombre, pero tiene una buena terraza a la sombra. A las 17.30h de un día de julio en València eso es un match. Aunque los dos dobles de cerveza que pedimos no vengan acompañados de cacaos, ni de nada. También es cierto que no fue la primera opción. La periodista y escritora Lidia Caro Leal (València, 1990) llega en bicicleta a la entrevista. Durante la misma, su radar no para de captar historias entre la gente que deambula a nuestro alrededor o toma algo en las otras mesas. Así, de alguna manera, surgieron los protagonistas de algunos de los relatos de Hijas de algo, su primer libro, publicado por Festiu.

Seis cuentos en los que se escarba en la superficie para que las historias vean la luz; en los que se radiografía a los seres humanos con sus miserias y pequeños oasis; donde los conflictos desencadenan las tramas y, también, los momentos más cómicos; en los que los giros son fruto de las necesidades y virtudes literarias y no meras decisiones efectistas. Pequeños instantes de (ir)realidad (salpicados de Riskettos, Nesquik, Lady Di o Peret) sobre el lado oculto de una monja, sobre bares de pedanías que valen por todos los estudios sociológicos del mundo, sobre una pareja con ese momento tan de cine griego actual o sobre ese aprendiz de todo y maestro de nada que se llama Antonio y fue vaquero de vacas bravas.

Foto: Vicente Lara.

La mayoría de los relatos (todos salvo “El destete”) están escritos en primera persona. Más allá de por lo que tengan de autobiográficos, ¿qué te interesa de esa opción, literariamente hablando?

Creo que para el lector es más atrayente, le acerca más a la historia. Luego, sí que en algunas de los relatos estoy yo como narradora, pero no soy la protagonista. No quiero ser una narradora dios que sería un poco aburrido (risas). Aún así, voy jugando con los narradores. También es que a veces cojo una época y digo sí, primeras personas, pero luego pienso ¿y si juego a un narrador que sabe cosas, pero no interviene ni en el futuro ni en el pasado de los personajes y las historias?. Es un poco el momento. Me gusta mucho hacer narradores que son conscientes que son narradores escribiendo, que interpelan al lector. Por otro lado, lo que no es autobiográfico está sacado de la realidad. Y la realidad soy yo que he oído y apuntado esas cosas porque tengo la tendencia de contar cómo me impactan esas persona o lo que me transmiten.

Los protagonistas de tus relatos podrían ser personas con las que nos cruzamos por la calle que, a simple vista, no tienen ninguna historia interesante detrás. ¿Cuánto hay de imaginar a partir de lo que la realidad nos ofrece, de encontrar la materia prima a nuestro alrededor?

La materia prima es la gente. Y mucha gente. Es un Frankenstein de escuchar una conversación, presenciar una situación o fijarme en un rasgo de una persona e ir tomando notas. Es ficción porque, a veces, no son ni apuntes, simplemente me parece que alguien dijo que nosecuantos y a partir de ahí invento. Recordar es inventar ya las cosas, porque los recuerdos dependen de las percepciones y sensaciones que hayas tenido en el momento. Y en base a eso escribo. Tomo muchísimas notas en el móvil y, también, llevo una libreta. Tengo una amiga que me llama Esponjita. Puedo estar en un bar con el ordenador y si escucho una conversación que me interesa la voy transcribiendo. Podría haber sido de la KGB (risas). Al final escribir es como ir cocinando, tienes unos ingredientes y el recuerdo de cómo es una receta y lo haces, pero luego vas cambiando las cantidades y te pegas la inventada considerable.

Todos los relatos tienen una historia principal que casi siempre convive con otras, dijéramos, secundarias.

Creo que tengo, como casi toda la gente de mi edad o más jóven, el cerebro fragmentado (risas). Y esa falta de economía de atención de tanto ir de una cosa a otra, con tantos estímulos, creo que se refleja en mi forma de escribir. Y, también, que soy muy nerviosa. Como surgen muchas ideas yo voy tomando todos los caminos y, por supuesto, equivocándome en algunos momentos. No me suelo hacer ningún guion previo, pero sí suelo saber, más o menos, hacia donde quiero llegar. Siempre hay una historia más gorda que me gusta, que puede surgir simplemente porque he conocido a un taxista que llevaba en el coche un toro de este tamaño (indica las medidas con las manos) y te dice un par de frases y enseguida ves que esa persona tiene un relato, tiene una historia vital detrás que yo no la conozco, pero me la voy a inventar. Pero en ese momento no sé hacia dónde va a ir.  A partir de ahí puedo ser hija de puta y jugar a los Sims y ahogarlo si me da la gana (risas).

Foto: Vicente Lara.

A lo largo del libro aparecen referentes culturales en los relatos. ¿Qué crees que aportan a lo que se cuenta?

La educación literaria cultural es imposible no transmitirla si te ha impactado mucho. Hacerlo me da otro punto de sustento y equilibra a los personajes que son muy callejeros. El contraste, la mezcla, es bastante divertida, aunque tampoco cito a grandes referentes de la alta cultura, pero ¿qué es la alta cultura? (risas). También, como decía antes con lo de narrar en primera persona, creo que esos referentes acercan mucho la historia a quien lo lee. Es otro tipo de herramienta y materia para jugar.

El humor, la ironía, también están muy presentes en los relatos.

Que algo sea humorístico o tenga un tono distendido no quiere decir que tenga menos peso o valor. Mi voz es distinta cuando escribo un relato, una novela o un artículo o un reportaje. Cada cosa tiene su propio registro. Para mí escribir relatos es pasármelo muy bien, no pensar, no hace falta estructura, es ir viendo lo que va saliendo y les pega muy bien a los personajes este tipo de humor triste que utilizo, no hay una megadesgracia, es como que están al margen del margen, nos reímos de las películas que nos pasan también a todos, pero siempre sin faltar, desde el respeto.

En algunos relatos adoptas determinados formatos periodísticos como la crónica. ¿Cómo conviven delante del word en blanco tu yo escritora y tu yo periodista?

An mí me gusta mucho Leila Guerriero, el suyo me parece un tipo de periodismo fantástico. Una vez escribió que no entendía por qué el periodismo no puede beber de todos los elementos de la narrativa. Pues eso y a la inversa. Si los manejas te aportan mucho, puedes hacer descripciones más precisas en el caso de los relatos y que confluyan las cosas, que no haya barreras tan estancas con los géneros. Incluso en el periodismo. Si hablamos tanto de periodismo transmedia, que se rompa la propia estructura porque si no parecen teletipos y la parte buena que tiene el periodismo es llevarla a la narrativa también. Luego ya está el estilo de cada uno. Yo, por ejemplo, tengo una lucha con las comas, pero me parece muy interesante que cada cual utilice los signos de puntuación de una manera, es un rasgo de estilo y un juego. Ahora estoy intentando escribir más fragmentado con más puntos y eso provoca que el lector se ponga nervioso, que haga pausas, que lea despacio.

Hijas de algo lo escribiste durante la pandemia, pero solo en uno de los relatos, «Hipocampo», hay una mínima referencia a ella por las mascarillas que lleva alguna gente en un bar.

Me agobia la literatura pandémica, pero tengo dudas. ¿No vamos a reflejar esto que nos ha cambiado tanto la vida? Es un rollo, pero… La presencia en el libro es casi como nuestra relación actual con el virus, convivimos con ello y ya está. Además, es que hay relatos que no están situados en el presente y podía obviar el tema. Muchas de las pinceladas del libro están sacadas de cuando durante el confinameinto me asomaba a la ventana a ver a las únicas personas que había, que eran yonkis, y me iba apuntando cosas (risas).

Foto: Vicente Lara.

El libro se cierra con una incursión poética del escritor Kike Parra.

Estaba borracha cuando Kike me dijo que tenía una cosa que pegaba mucho y yo le dije ¡pues dentro! (risas). Es una intervención poética más que un epílogo. Kike me ha ayudado mucho con el libro, a revisarlo, a corregirlo, hablábamos sobre el estilo, por cierto me ha puesto más comas sin mi permiso porque cuando se hizo la segunda edición yo estaba fuera, de viaje, y estoy muy enfadada con eso (risas). Antes de saber que los relatos iban a acabar en un libro se los iba pasando y él me pasaba algunos que había escrito, unos publicados y otros no. Y un día me dijo que tenía eso y que si lo quería. Y al igual que le dimos peso a las fotos, añadir un elemento más me parecía que molaba.

¿Cómo acabaron los relatos reunidos en un libro?

La historia primitiva de cómo empieza el libro es porque yo subía en instagram fotos acompañadas de un texto, y esos textos eran fragmentos de algunos de los relatos. Y Diego Obiol, de Festiu, me escribió diciéndome que molaría hacer algo. Lanzó él la idea de juntarlos todos en un libro de relatos. Que además hubiera fotos siempre estuvo ahí desde el primer momento, estaba claro que iba a ser textos y fotos. Hay fotos mías, fotos de Clara Bayo y de Kike Taberner. Las buscamos luego, pero en el caso de las mías sí que las hice en su momento y pensé en el relato.

¿De quién es hija Lidia Caro Leal, literariamente hablando?

Roald Dahl me ha influido mucho, por ejemplo Volando solo donde cuenta cómo se convirtió en escritor, que iba cogiendo ideas de su vida y las convertía en historias. Es como una referencia desde la infancia, qué forma de crear historias, qué imaginación. Y los relatos de adultos también me parecen una pasada.

Bárbara Blasco y Kike Parra han sido mis profesores y son mis amigos, y me enseñan un montón, y la conversación del día a día de mierdas de escritor es con ellos. Luego voy fluctuando, tengo como años de. Tuve un año de rusos clásicos y me fui a Rusia a ver tumbas de escritores (risas). Como he dicho antes, Leila Guerriero me flipa. Sus artículos son relatos. Eloy Tizón, siguiendo con los relatos, me gusta muchísimo también. Jon Bilbao me gusta un montón. Cuando estuve viviendo en Chile, me dejaron en la universidad cogerme asignaturas de literatura sueltas, elegí un par, y dimos a todos los grandes del cuento norteamericano explicados, además, por un profesor muy estupendo, que se parecía a Richard Gere (risas), al que se notaba que le gustaba muchísimo y, claro, pues todos me han influido.

¿Y fuera de la literatura?

La música. Con la música me pasa mucho escuchar canciones en español de grupos que me gustan bastante y oír una frase y darle vueltas, vueltas y vueltas. Hay una canción de La Costa Brava, «La música, las drogas, el láser, las minifaldas”, en la que dicen “Dentro de este cómic uno no puede ni moverse” y esa frase me ha servido para escribir un relato, me parece una gran idea esa de las viñetas como atrapando a la gente. Parálisis Permanente también me gustan mucho. Para este tipo de cosas son más canciones en español porque es mi lengua materna.

¿Qué será lo próximo que podamos leer tuyo?

A principios de 2022 publico una novela, pero no puedo decir más. Estoy, además, escribiendo, poco a poco, algo entre la crónica periodística y la novela. Y de relatos me gustaría sacar otro libro porque tengo bastantes. Y luego, si todo va bien, hay una idea de guionizar un cómic en base a un relato que tengo escrito.