El poemario El Rastro de Trisah Miró, que aborda el suicidio y el duelo a través de la poesía, se presenta el próximo 17 de abril en La Llavoreta
El suicidio, un tema que a menudo se encuentra escondido bajo el peso del silencio y el estigma, es el hilo conductor del primer poemario de Trisah Miró, El Rastro. Una obra en la que la autora no solo expone el dolor de la pérdida, sino que también invita a reflexionar sobre la fragilidad de la vida y la necesidad de abrir un diálogo sobre la salud mental.
Licenciada en Historia del Arte por la Universitat de València y con formación en Gestión Cultural y mediación artística, Trisah Miró logra liga en este diario poético su conocimiento del arte con su experiencia personal. Recorre el complejo camino del duelo tras el suicidio de su padre, transformando su dolor en un canto a la vida y a la belleza que puede surgir incluso en los momentos más oscuros.
A través de su poesía, Miró se pregunta sobre la existencia que dejamos tras nosotros y la huella que perdura en quienes permanecen. La narrativa arranca con una poderosa proclamación: «Hace unos años mi padre decidió no vivir más y dejó tras de sí un mar de preguntas. […] ¿Qué estela dejamos cuando nos vamos? ¿Qué huella queda latente de nuestro paso por la vida?». En sus líneas, la autora se embarca en una búsqueda de significado, convirtiendo cada verso en un reflejo de su viaje íntimo hacia la sanación.
Concebida como un libro de artista, la edición de este poemario —bajo el sello de Osadía Ediciones— evoca la elegancia y sutilidad de la estética japonesa, aludiendo a la técnica del Kintsugi. Esta metáfora de reparación y embellecimiento se entrelaza perfectamente con la esencia del texto, donde la transformación del dolor en algo bello se convierte en un acto de creación artística. El libro también incluye una ilustración del artista valenciano Carlos Maiques, que complementa la experiencia visual y emocional de la obra.
La presentación de El Rastro tendrá lugar el jueves 17 de abril a las 19:00h en La Llavoreta, un espacio cultural en Valencia lleno de historia y creatividad. Para este evento, Trisah Miró ha colaborado con un grupo de actrices que darán vida a una pieza escénica en torno a su obra, narrando la historia de duelo desde una mirada delicada y conmovedora. Como bien expresa la autora: «el tiempo me ha permitido poner un manto de luz a tu pequeña existencia».
Conversamos con su autora de este poemario que no solo emerge como un testimonio poético de la pérdida, sino como una obra que invita a la reflexión y la apertura en el diálogo sobre la salud mental.
¿Cómo fue el tránsito de vivir el duelo en lo íntimo a transformarlo en un relato poético compartido?
El duelo fue muy duro. Tenía 21 años recién cumplidos cuando pasó y no sabía cómo gestionarlo. Hablaba superficialmente de lo que me había pasado y fingía que todo iba bien, pero la realidad era muy distinta. Pasé por diferentes etapas: autoengaño, rabia, culpa, hasta llegar a la depresión más absoluta. Por miedo, nunca compartí lo que realmente sentía. No fue hasta hace unos años, durante un proceso de terapia, que empecé a trabajar en este proyecto literario de manera natural y orgánica. Sentía que mis escritos estaban en barbecho esperando salir a la luz. Mi terapeuta me ayudó a transformar este relato en luz, convirtiendo un proceso de sanación en algo poético y bello.
En el libro hay una mirada muy luminosa hacia algo tan doloroso y silenciado. ¿Qué papel ha jugado la poesía en ese intento de hablar sin miedo de la muerte y de la salud mental?
Me di cuenta de que la poesía me ofrecía una mirada interesante. Cada poema tiene un ritmo y pulso diferente, permitiéndome jugar y experimentar. Aunque El Rastro sea un poemario, cuenta una historia que se entreteje a medida que se avanza en la lectura. Su estructura me ha permitido mantener un diálogo con mi padre, comprenderlo, aceptarlo, perdonarlo y abrazar su muerte.
El inicio del poemario es duro, ya que hablo de la pérdida y su tránsito, pero he buscado un tono cálido que se dibuja conforme avanza la lectura. En la vida hay dualidades: es terrible y hermosa a la vez, y en este poemario he intentado reflejarlo. Me recuerda la frase de Leonard Cohen: «Hay una grieta en cada cosa. Así es como entra la luz». Tenía miedo de sacar este poemario, pero creo que hay que ser valiente, especialmente en lo importante. Me sentía con la potestad de hablar desde un lugar que conozco bien. El poemario me permite tener voz, sublimar y crear un imaginario que sigue siendo tabú. Debemos luchar por una salud mental pública y de calidad. Si este poemario es abrigo para alguien que ha pasado por lo mismo, ya habrá valido la pena.
Has cuidado muchísimo la edición del libro, inspirándote en la estética japonesa y en el Kintsugi. ¿Cómo dialoga ese concepto con la estructura y el tono del poemario? ¿De qué forma crees que el diseño editorial potencia el contenido emocional del texto?
Quería que este poemario fuera especial y muy cuidado, como una ofrenda a mi padre y a mi familia. Tras meditar en el diseño, me decanté por referencias a la cultura japonesa, no solo por su elegancia y belleza, sino también por su contención. El término japonés Tatemae, que se refiere a no mostrar en público, me sentí muy identificada con él. El Rastro hace alusión a la técnica del Kintsugi, que repara objetos con oro, pero en este caso lo hacen las palabras. Al igual que el Kintsugi, el poemario hace visible la cicatriz, la huella y transforma la destrucción en belleza: toda cicatriz cuenta una historia de superación, que se aprecia también en el diseño.
Con Osadía Ediciones, el poemario ha encontrado un hogar hermoso, donde han mimado cada proceso y realizado una edición especial, como libro de artista, acorde con el concepto del libro. Además, cuenta con una ilustración del artista valenciano Carlos Maiques. Me he sentido muy arropada.