«Me gusta hacer turismo, es algo estimulante / Es una emocionante, manera de aprender». Corría 1968 cuando en la película El turismo es un gran invento, dirigida por Pedro Lazaga, sonaba esta canción. Más de medio siglo después, y aunque hay quien se esfuerza en mantener vigente algunas partes de la letra, el turismo ya no tiene la candidez de una canción yeyé. Si es que alguna vez lo tuvo.

Muchas ciudades, València sin ir más lejos, han entregado su centro a la mayor gloria del visitante, empujando al ciudadano para dejar paso a las franquicias. Por otro lado, se viaja más. Las líneas aéreas low cost lo permiten. Y así ha nacido la figura que rechaza ser calificada como turista y se reivindica como viajero. Sobre esta nueva especie habla No Turista, con guión de Alberto Haller e ilustraciones de Marta Torres, editado por Barlin, y galardonado como Libro mejor ilustrado por la Conselleria de Educación, Cultura y Deporte, en los premios que concede anualmente. Con Alberto y Marta hablamos sobre él, al tiempo que les preguntamos si el covid cambiará nuestra manera de viajar y hacer turismo, cuando vuelva la ansiada normalidad.

¿Cómo nace el libro?

Alberto: La idea surge, principalmente, de la observación de las redes sociales, especialmente Instagram, y el subtexto que llevan aparejadas muchas de las cosas que la gente sube cuando está de vacaciones. Esta búsqueda de la autenticidad, de la exclusividad… La obsesión por encontrar esos reductos vírgenes de la colonización capitalista, que obviamente no solo es material, sino también simbólica, especialmente simbólica, diría. Un ejemplo muy claro: en el libro hay una imagen de un No Turista haciéndose fotos con unos niños africanos para subirlas a sus redes sociales, colonialismo en vena, mito del buen salvaje. Y, si os fijáis bien, él va vestido con ropas tribales, mientras los chavales llevan camisetas de Adidas. El «viajero» reproduce el cliché; lo que se supone que tiene que encontrar en aquel lugar. Los locales viven como él, sin más. Eso sí, si quieren sacar rédito del turista, deberán reproducir para él lo que va buscando. Esos clichés, que acaban convirtiendo los centros de las ciudades en decorados para agradar a aquellos ojos que van buscando esa autenticidad. Aunque luego, al irse a su casa, enciendan la televisión por satélite, se abran una Budweiser y vean un partido del Barça que se está jugando a 2.000 kilómetros de donde viven.

¿Tuviste algún libro como referencia a la hora de escribir el guión?

Alberto: Sí. Lo cierto es que a la hora de trabajar bien el guion utilicé tres libros. El primero es Jodidos Turistas, de la editorial Antipersona. El segundo, Manual del Antiturismo, de la editorial Fuera de Ruta. Y el tercero, no en su totalidad, pero sí en algunas de sus partes, fue La España vacía, de Sergio del Molino. Y también es cierto que una de las imágenes se inspira en una portada de El País de hace unos años, en la que se veía a un grupo de gente guardando cola para subir al Everest.

Marta, ¿cómo llegaste tú a No Turista?

Marta: Me hablaron de la editorial Barlin Libros y su interés por la no ficción y pensé en enseñarle mi portfolio ya que había publicado un libro recientemente que encajaba bien. A Alberto le gustó mucho y me habló de un proyecto que tenía en mente, todavía sin definir. Me llevé una sorpresa cuando me dijo que en el próximo álbum le gustaría tratar el problema de la turistificación, ya que yo llevaba un tiempo informándome sobre el tema. Siendo los dos de València, tuvimos la suerte de poder hablarlo en persona. Nuestra primera reunión se dio en el marco delfestival de ilustración Baba Kamo.

Habladnos del trabajo conjunto que realizastéis.

Alberto: Tal y como ya sucediese con Ana Penyas en mi trabajo anterior, En transición, y con Elisa Ancori en el que acaba de salir, La Tierra inundada, el trabajo parte siempre del guión, que es muy conceptual. Y es tarea de la ilustradora poner imágenes a ese concepto. Yo puedo decirle a Marta «para la frase “el No Turista no hace lo típico” yo creo que veo esta imagen, o esta otra…». Pero es solo una guía, un esbozo, una idea. El trabajo principal de investigación y plasmación gráfica del concepto, que es algo abstracto, fue cosa de ella.

Marta: Al principio cada uno investigó por su cuenta, leímos libros y artículos sobre el tema y luego nos reunimos y confrontamos opiniones. Poco a poco fuimos dándole forma al proyecto: enfoque, características del personaje, color, número de ilustraciones, etc. Más tarde me marché a vivir fuera y las reuniones pasaron a ser online. Cuando recibí el texto definitivo, me sorprendió positivamente el marcado toque irónico que le había dado, daba mucho juego. Ahí empecé con los bocetos, tenía total libertad para escoger las escenas y decidir cómo contarlo, lo mismo que con la estética. Cuando, por fin, tuve el visto bueno de todas las escenas escogidas, empecé con las ilustraciones definitivas.

Ese tono irónico es, precisamemnte, uno de los aciertos del libro por centrar el foco precisamente en aquellos que quieren mantener distancias cuando viajan con los turistas y acaban reproduciendo sus mismas actitudes, si cabe de manera algo más ridícula por lo que tienen de negacionistas.

Marta: Creo que el humor es fundamental a la hora de señalar tan acusadoramente como lo hacemos en el libro. Además tampoco queremos demonizar al individuo en particular, todos somos resultado de las dinámicas de la sociedad en que vivimos y, en mi opinión, es ahí donde hay que pararse a reflexionar. No sé si Alberto tenía claro desde el principio darle ese toque, yo lo viví de una manera natural. En el momento en que nos pusimos a enumerar ejemplos de situaciones «no turista» ya nos daba la risa.

Solo hay un color, el azul, que obedece a una cuestión editorial.

Marta: Así es, cada año la editorial escoge un color para el álbum que publicará. Alberto me sugirió el azul y me pareció bien. En mi caso utilicé el color para focalizar la atención del lector sobre zonas que me interesaba destacar.

El libro ha sido elegido como Libro mejor ilustrado por la Conselleria de Educación, Cultura y Deporte, dentro los premios que concede anualmente. ¿Qué importancia tiene?

Alberto: Pues para mí mucha. Es algo simbólico, cierto. Pero que reconozcan, además por segundo año consecutivo, tu trabajo entre tantas otras opciones, es un espaldarazo moral enorme para seguir adelante. Además, como bien sabes, Barlin Libros es un proyecto de mini editorial unipersonal. Soy solo yo. Y eso, creo, convierte el hecho de recibir este tipo de premios en algo todavía más importante.

¿Este verano atípico que hemos vivido por culpa del coronavirus, cambiará nuestras actitudes como turistas/viajeros o cuando recuperemos la normalidad todo volverá ser como antes?

Marta: Por desgracia, no cambiará. Creo que para que cambie la actitud se necesita, primero, una toma de conciencia del problema, no depende de agentes externos. Además, se necesita una gran fuerza de voluntad para ponerlo en práctica. Para colmo, la sociedad de consumo nos vende que viajar es fundamental, lo ha convertido en un «estilo de vida», algo muy positivo a nivel individual y, probablemente, así sea. Pero como siempre, importa poco el impacto, no económico, de mover tal cantidad de personas constantemente de un lado a otro del planeta. Hablo de la gentrificación de las ciudades, el abarrotamiento, la contaminación, el neo-colonialismo, la folklorización entendida como reducción del arte y costumbres a mera mercancía, los empleos precarios derivados del sector, etc. Creo que para cambiar habría que, a nivel individual, saber encontrar el equilibrio entre dicho impacto y nuestro beneficio personal y, a nivel general, ir a la raíz del problema.

Alberto: Todo volverá a ser como antes, no me cabe ninguna duda. La crítica que recoge el libro se centra en la figura del «turista que va de que no lo es». Pero esa actitud se apoya en toda una estructura ideológica, que acabamos reproduciendo en nuestro día a día en muchas más circunstancias. El argumento pretende ir «más allá» de la crítica al modo en que viajamos hoy en día. Es un libro con un mensaje profundamente anticapitalista, aunque presentado como algo cuqui. Eso hace que el efecto que acaba produciendo sea muy parecido al que producen muchos de los vídeos de Pantomima Full, que cuando los ves y te sientes reconocido te genera vergüenza, pero a la vez risa. Te ríes de ti mismo y lo acabas banalizando.

El libro se cierra con unas frases típicas de «no turistas», ¿de dónde salieron?

Alberto: Simplemente pregunté en varios grupos de WhatsApp sobre aquellas cosas que solían decir mis amigos cuando iban o volvían de viaje. Si es que es eso: No Turistas somos todos. No nos salvamos nadie.