Lo primero que se le debería pedir a una revista es personalidad. Si la tiene, todo lo demás llegará rodado. De lo contrario acabará siendo como un cazador despistado que apunta con su escopeta en todas las direcciones y le acaba rebotando la pólvora del cartucho. La personalidad no se improvisa y es lo que acaba diferenciando los proyectos pensados, y bien trabajados, de las ocurrencias. En España se vive un estupendo momento en cuanto a publicaciones en papel. Tanto a nivel de contenidos como de edición. Siguiendo el formato y el concepto clásico o investigando nuevas vías. Hace poco os hablábamos de Tunica y cómo atravesaba sus límites materiales, compartiendo arte en sus páginas y convirtiéndose ella misma en objeto del mismo. Curador va un paso más allá con la figura del comisariado.
¿Cómo puede una revista, que cambia en cada número de editor, mantener su coherencia y personalidad? Precisamente por el proceso de selección de esa persona. No es una rifa ni se busca un referente viral. Simplemente se apuesta por profesionales con cosas que contar y compartir. La publicación se convierte en la prolongación de la obra del artista elegido. Una vez más, el trabajo y la dedicación son la clave. Luis Úrculo es el invitado en la tercera entrega de Curador.
«Exportar una galería al mundo editorial, un museo donde los artistas expongan su obra explorando nuevos formatos artísticos y comisariando obras de artistas multidisciplinares», ese es el propósito confesado, en su propia web, de Curador. Cada número se divide en dos partes. En una primera, el comisario / editor es el protagonista. En la segunda, son los contenidos seleccionados por este los que ocupan las páginas. Lejos de funcionar como dos caminos paralelos, lo interesante es ver cómo se acaban cruzando, cómo interactuan en la cabeza del lector, logrando que la primera (y, por extensión, la obra del artista escogido) se comprenda mejor. Así, por ejemplo, es posible establecer conexiones entre la serie «Infinite processes» de Urculo y «Blue», montaje escénico del vallisoletano Juan Domínguez, sin que nadie señale con el dedo la retroalimentación.
Curador es una idea de Alejandro Meitín, tiene una periodicidad cuatrimestral, un diseño muy cuidado a cargo de Naranjo – Etxeberría y aunque no sería del todo correcto hablar de monográficos, sí hay un tema que recorre cada número. En este caso es la ficción. A partir de ella se articula la revista, pero sin esclavitud alguna, puesto que no hay problemas en saltárselo o, al menos, ponerlo en cuarentena, incluyendo por ejemplo a artistas como Teresa Solar Abboud y su corto «Todas las cosas que no están», en el que seguía la estela de Harold Edgerton, el inventor del flash moderno.
El carácter expositivo de la revista provoca que el lector se acerque a Curador como puede hacerlo a una muestra de la que apenas tiene referencias. Con la esperanza de descubrir nuevos artistas. O todo lo contrario, por el reclamo de los reclutados. Sea uno u otro el motivo, el resultado no varía. Sobre todo si desfilan ante sus ojos los fascinantes universos de Cristina Blanco o la irreverencia talentosa de El Conde de Torrefiel.
Teniendo en cuenta el adn de la publicación, casi es una obligación ir a cualquiera de las dos librerías Dadá a por un ejemplar y después pasearse por las diferentes salas de los museos (MuVIM e IVAM) en los que están alojadas.
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MuVIM
Guillem de Castro 8. 46001 Valencia
IVAM
Guillem de Castro 118. 46003 Valencia
Telf: (+34) 963 515 138
www.libreriadada.com
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