«Qué fue de Sophie Wilder» Christopher R. Beha (Libros del Asteroide)
Christopher R. Beha fue el coeditor, junto a Joyce Carol Oates (ahora de actualidad por el estreno de «Foxfire: Confesiones de una banda de chicas», en la que el director francés, Laurent Cantet, adapta una novela suya) de «The Ecco anthology of contemporary American short fiction», libro en el que se recopilaban a algunos de los más brillantes cuentistas contemporáneas estadounidenses. David Foster Wallace, Richard Ford, E. L. Doctorow, Russell Banks o Chuck Palahniuk eran algunos de los nombres seleccionados. Corría el año 2008 y aunque aún faltaban unos cuantos para que apareciera su primera novela, «Qué fue de Sophie Willder», aquel ejercicio compilatorio es una buena pista para entender su debut. No sólo porque algunos de los autores que allí aparecían gusten de reflejar la vida literaria en sus escritos o porque la religión tenga un protagonismo muy peculiar en sus historias. Sino, por el propio concepto del cuento como tal. De hecho, los capítulos de su ópera prima funcionan como narraciones independientes. Rara es la ocasión en que finaliza un episodio en un momento álgido, en un «Continuará…» que salpique las manos del lector de una sobredosis de ansiedad. También hereda de los cuentos esa tendencia a focalizar la historia en pocos personajes y espacios.
En 2010, Beha publicaba su libro de memorias, «The Whole Five Feet» y de nuevo en él se pueden rastrear determinadas señales que tendrían mayor protagonismo en «Qué fue de Sophie Wilder». La necesidad de lecturas y conocimiento y, sobre todo, la presencia de la muerte en todas sus manifestaciones, incluyendo la protagonizada por él mismo al dribarla y superar un cancer.
Siguiendo su artimética relación proporcional con el sector editorial, en 2012 ve la luz el libro que nos ocupa (y que Libros del Asteroide puso en el mercado este año). El reencuentro de un joven (o ya no) escritor (o aspirante, después de una primera obra que no despertó la expectativas esperadas) con un antiguo amor de la Universidad, al que hacía 10 años que no veía y que, por supuesto, es la Sophie del título. De fondo, Nueva York, lo que le ha valido alguna extraña comparación con Woody Allen, cuando precisamente es la ausencia de un contrapunto cómico en todo el relato lo que más puede pesar en el mismo.
Y es que, posiblemente, ese sea el único reparo que se le pueda poner a una novela que reflexiona con acidez sobre el proceso creativo y el mundillo literario, se acerca con valentía a las creencias religiosas, controla con calculada habilidad los tiempos en que se van sucediendo los hechos, combina con maestría el ritmo periodístico con las necesidades de la ficción, radiografía sin moralina los entresijos familiares, escupe a la cara a los que militan con devoción en la eterna adolescencia, delibera sobre las oportunidades perdidas y el sentimiento de culpa, defiende la ambivalencia de sus personajes y abraza con pasión la necesidad de contar historias.