José María Parreño fue uno de los cinco últimos condenados a pena de muerte en España. Participó en mayo de 1976 en el atraco a la whiskería Don Cicuta, en la calle Islas Canarias de Valencia, en el que resultó muerta una camarera por los disparos de uno de los asaltantes.

Años después su camino se cruzó con el del arquitecto y escritor Miquel Adrover. Fue en la localidad mallorquina de Campos, en uno de los centros de Proyecto Hombre. Parreño como residente, Adrover como voluntario. Surgió una amistad que se prolongó en el tiempo y que llevó al primero a pedirle al segundo que escribiera un libro sobre su vida.

El resultado es L’home del dit tallat (Edicions Documenta Balear), una adictiva novela de no ficción, que relata la insatisfecha existencia de Parreño, desde el robo de una bicicleta en Quart de Poblet con solo doce años a su paso y planes de fuga por diversas cárceles españolas, pasando por el atraco al Don Cicuta contado en primera persona. Un libro que bien merecería una adaptación a la televisión o a la gran pantalla.

Miquel, ¿cuáles fueron las principales dificultades a las que te enfrentaste a la hora de escribir el libro?



Me costó mucho trabajo, hasta el punto de que tuve abandonada la redacción durante cerca de tres años, por desánimo, por asco y porque la historia narrada es tan brutal que llegó a provocarme (y no exagero) náuseas que me acercaban al vómito.

Es un libro con un ritmo trepidante, en el que prima contar unos hechos antes que recrearte en metáforas o comparaciones artificiales. ¿Te costó mucho cerrar la versión definitiva? ¿Reescribiste mucho?



Fue José María Parreño quien me pidió que escribiera el libro tal y como explico en la novela. Venía cada tarde a casa, yo conectaba la grabadora y él iba relatando su historia. Después vino un trabajo muy laborioso y pesado: transcribir lo que estaba grabado, una tarea agotadora. La transcripción de lo que él me había contado la hacía en castellano, para tener la seguridad de que había entendido bien cada pasaje. Después se lo hacía revisar a él por si había alguna rectificación a hacer, lo que sucedió más de una vez. Cuando tuve lista aquella parte del trabajo, la abandoné por razones que comprenderá quien lea el libro. Cuando, al cabo de un tiempo, decidí volver a él traduje todos los textos al catalán, que es mi lengua de creación y habitual.

Mientras tanto tuve que superar problemas como definir qué forma debía tener el libro. Dudé mucho. No conseguía encontrar el “tono”. Había pensado, cuando comenzaba, que el hecho de que el argumento me fuera dado simplificaría mi tarea, y la realidad fue que la complicó mucho. Escribí y reescribí, gasté mucho papel (escribo a mano la primera redacción de mis libros) porque los resultados no me satisfacían. Pero al final lo conseguí. Fue una victoria.

 Ofrecí la novela a la editorial que me había editado La marrada, pero la rechazaron. Me dijeron que la habían encontrado muy interesante pero que era «demasiado violenta» y que podría herir la sensibilidad de ciertos lectores. La ofrecí a la editorial Documenta Balear y la aceptaron enseguida.

El libro va más allá de la historia de José María y permite conocer un período convulso de la historia como fueron los años posteriores a la muerte de Franco. ¿Fue intencionado o fue la misma historia de Parreño la que lo provocó?



Sobre ese periodo convulso al que te refieres, tenía muy claro que lo tenía que tocar en el libro porque, si no, la historia de Parreño podía no entenderse por aquel lector que no hubiera vivido aquella época del fin del franquismo y los años que siguieron.

¿Cómo recuerdas personalmente aquellos años?



Viví muy intensamente aquel tiempo. Un episodio que me marcó para siempre, y todavía hoy me hace tener pesadillas, fue la ejecución, el asesinato en el garrote vil del joven Salvador Puig Antich, con quien yo había tenido una cierta relación.

¿Cómo llega un arquitecto a ser escritor?

No veo ninguna relación entre mi profesión y la escritura. Sí que hay precedentes como Miquel de Palol, arquitecto y magnífico escritor, autor de la gran novela El Jardí dels Set Crepuscles.

De hecho, una de las razones que me han incitado a escribir es un intento de aclarar ideas sobre el mundo que me rodea, si bien, recurriendo a un símil, conozco muchísimos árboles, pero no me es nada fácil tener una visión en conjunto de un bosque y la relación que existe entre una y otra especie. El mundo me resulta muy caótico y escribiendo puedo empezar a entenderlo un poco.

No hace mucho que he terminado otra novela, ésta sí de ficción, dentro del género negro. Y material no me falta porque mi profesión me ha permitido conocer personas de todo tipo, desde alemanes establecidos en Mallorca hasta policías. Estos últimos siempre han sido muy amables conmigo.

¿Supuso un reto como escritor y después de dos novelas enfrentarte a una obra de no ficción?

Con sesenta años y con mis seis hijos ya con sus vidas encaminadas, abordé, sin dejar Arquitectura, la escritura de las dos novelas. La marrada, un road movie que ha sido libro de lectura en ciertos institutos, aunque algunos otros la han vetado por «demasiado violenta” y Els Voltors. Ambas se vendieron relativamente bien. Estas dos novelas eran de pura imaginación, mientras que con L’home del dit tallat abordé un terreno completamente nuevo para mí. No quería que fuera una novela reportaje, sino una novela de no ficción, como Truman Capote declaraba que era A Sangre Fría.

 Antes había escrito una novela, cuando tenía veinticuatro años, una novela juvenil, una abominación, tan mala, tan «roïna» que decís en Valencia, que fue un fracaso total porque se lo merecía.

Me pagué los estudios de Arquitectura trabajando, durante el curso, como traductor de francés e italiano, siempre en catalán, con un total de ochenta y un títulos. También hacía corrección de originales y de pruebas, también en catalán. Además, como Arquitectura es una carrera cara y pesada, durante las vacaciones hacía de guía turístico titulado (italiano, alemán, francés y portugués) Mientras, fui jugador del rugby en la Escuela de Arquitectura de Barcelona.

El asalto al Club Don Cicuta marcó la vida de José María Parreño. Pasados los años cuando te relataba con bastante detalles todo lo que allí ocurrió, ¿cómo se le veía al rememorarlo?



Entre José María Parreño y yo, la relación fue muy intensa. Aún, hoy en día, tengo contactos con su ex-enamorada, que en el libro se llama Arantxa. Me tenía mucha confianza, él que era desconfiado y paranoico hasta puntos altísimos, grotescos y todo.

Todo cuanto me contó fue (tengo cerca de diez horas de grabaciones magnetofónicas con sus narraciones) con una gran frialdad, un distanciamiento muy considerable. Eran cosas que sucedieron y basta. Sólo en una ocasión mostró una especie de remordimiento: cuando me hablaba de su madre, Ángela Ucendo, a la que él había hecho sufrir tanto. Para todo lo demás mostraba resentimiento, especialmente con el poder, como si él fuera una víctima. Por ejemplo, le parecía grave haber dejado dos niños huérfanos cuando mataron a María Luz Divina en el Don Cicuta, pero no me dijo nunca que se arrepintiera de haber tenido parte de culpa en su muerte. Sucedió y punto. Como si hubiera sido una fatalidad.

 Desconfiaba de todos, salvo de mí, creo. Por ejemplo, un abogado progresista de Palma se ofreció para atender consultas sobre los posibles derechos que pudiera tener de compensaciones del Estado por una injusticia (creía él), contra su persona. Cuando el abogado le dijo, en presencia mía, que no tenía razón, que no tenía derecho a exigir nada, me dijo que era «un vendido al poder que no le había querido ayudar». Y eso que la ayuda del abogado había sido gratuita y muy amable.

¿Se le veía resentido con su pasado? ¿Era una persona que lamentaba la suerte que había corrido?

No creo que José María conociera el teatro griego, pero a mí me daba la impresión de verlo todo como una tragedia griega, como un destino ineluctable, y ello desde el momento en que nació. Insistía que, ya de muy pequeño, se sentía «insatisfecho». No me lo llegó a decir nunca tan claro, pero me parece que pensaba que todo cuanto le había sucedido, todo cuanto había hecho, era ineluctable.

 Si no hubiera tomado parte en el asalto al Don Cicuta, habría cometido crímenes igual de graves o tal vez mayores. Había planificado su vida como una vida de crimen.

Miquel Adrover y José María Parreño.

¿Era consciente de que si hubiera hecho caso a su sexto sentido (que poco antes de entrar en el club le decía que algo iba a salir mal) su vida hubiera podido ser otra?

No sé (no lo llegó a decir nunca) si los malos augurios, los presentimientos antes de consumar el asalto al Don Cicuta eran más que eso, presentimientos, pero sé cierto que, si hubiera dependido de él, los cinco habrían abortado el asalto.

Ni una sola vez mostró remordimiento de nada. Sucedió y punto. Me recordaba los dos asesinos de A Sangre Fría, de Truman Capote. Sucedió y punto.

Parreño insinúa en su relato que la noche del asalto había policías y gente importante de la ciudad en el club y que eso fue clave a la hora de quererles imponer penas muy duras. ¿Crees por la forma en que te lo contaba y por lo que le conociste que algo de verdad podría haber en esa conspiración que denunciaba?

No insinúa que hubiera policías en Don Cicuta, lo afirma directamente. Repetía, en su narración, que durante años, la prensa del Régimen ocultó que hubiera policías en el club cuando entraron y también que, dentro de una sala interior, hubiera una timba, de «gente importante» que jugaba cada semana a las cartas con sumas fuertes. Insistía que todo fue para concentrar la culpa sobre ellos cinco. Sé que, en aquel tiempo, en muchos clubes se hacían timbas. En Mallorca, Valencia es conocida como «la madre del juego ilegal».

Es muy posible que sí, que el poder desviara la atención hacia la banda de los cinco. En aquel tiempo (y aún hoy en día) era la táctica habitual. Por ejemplo, en 1976, un arquitecto de los más prominentes de Mallorca, el señor Ferragut Pou, fue asesinado. Siempre se había opuesto al «encementamento» de Mallorca y eso le ganó la enemistad y también el odio de poderes de la isla que tenían intereses contrapuestos a los suyos. El caso es que, oficialmente, Ferragut Pou fue asesinado por una cuestión de relaciones homosexuales. Y la justicia dio por buena la versión. Echaron tierra encima y, hasta el día de hoy, no se ha vuelto a hablar. Curiosamente, los dos prostitutos acusados fueron dejados libres al poco. La información que yo tenía era de primera mano, en primer lugar porque mi padre era oficial de prisiones (hoy se diría «funcionario de prisiones») y habló con los dos presuntos asesinos, y también porque un colega mío, arquitecto, es sobrino del asesinado. Parece ser que a su familia, «gente poderosa”, se les aconsejó que callasen y no removieran lo que apestaba.


El periodista Javier Valenzuela entrevistó en su día a El Canario, también implicado en los hechos, y aquel negaba que el asesinato de la camarera fuera intencionado y en ningún momento reconocía una antigua relación sentimental con la víctima. Parreño cuenta todo lo contrario. Por lo que conociste a este último, ¿deberíamos creer más su versión?

Naturalmente que el Canario negaba que él hubiera asesinado María Luz. Esto habría hecho que la culpabilidad de la parte más grave de los hechos del Don Cicuta recayera sobre él. No quiero decir que él fuera el único culpable, pero es lo que me contó José María Parreño, quien (quiero insistir) en ciertas cosas me mintió.

 En cuanto a la relación del Canario con María Luz Divina, sé cierto (lo he comprobado) que a veces me mintió. Por lo que me contó y la manera como lo contó, creo que sí hubo una relación entre el Canario y María Luz. Si la muerte de esta fue una venganza, eso yo no lo sabría afirmar.

Parreño trataba al Canario de cobarde porque quería repartir las culpas entre los cinco compañeros, cuando, según él, el Canario era el único responsable de la muerte de María Luz Divina.

¿Hubo algo en el relato de Parreño sobre lo sucedido en el asalto al club Don Cicuta que no te cuadrara o que al menos dudaras de su veracidad?

En cuanto al asalto al puticlub, todo me cuadra, en parte porque, casualmente, un buen amigo mío valenciano conocía el comisario que, en Benidorm, capturó a José María y su enamorada, Mari, y él mismo le lo contó.

 Con el libro ya editado supe que, al menos, en un par de ocasiones me había mentido.

¿En qué consistió tu labor de documentación a la hora de redactar el libro?

Tuve dos fuentes de documentación. Por un lado, la narración de Parreño mismo, que se prolongó durante un par de meses. Y, por otro, internet.

¿Cómo definirías a Parreño en una sola frase?

Una personalidad psicopática, incapaz de reflexionar sobre qué impulsos, qué influencias, le habían llevado a aquella vida desastrosa, ni de sacar consecuencias. Un personaje de tragedia griega, si bien una buena parte de los delincuentes lo es.

¿Por qué crees que tenía la necesidad de que alguien escribiera su historia?

Interesante pregunta. En primer lugar, él mismo lo dice en el libro: “Imagina que ahora me muero: no quiero que el recuerdo de todo lo que tuvo que pasar, de mis sufrimientos, se pierda». También, influyó el libro Camina o Revienta, que narra la vida de El Lute, si bien él afirmaba enérgicamente que «era un libro muy malo».

Nunca se cuestionó lo que hizo. La culpa de todo era de los demás, de sus hermanos (aunque no les acusaba directamente de nada, sino solamente de incomprensión), que no lo habían entendido, del Poder … Tenía mucho miedo de que en un momento u otro se descubrieran sucesos desconocidos o que la policía ignoraba, y que le volviesen a capturar y le enviasen otra vez a prisión. Por eso, en el libro, hasta en dos ocasiones deja sin aclararme ciertos hechos (por ejemplo, la mujer corrupta que le facilitó, a un precio muy caro, la fuga «legal» de la cárcel).

Hacia mí siempre mostró un gran agradecimiento. Durante veinte días vivió en mi casa y nunca se me pasó por la cabeza esconder el dinero. Incluso, una vez que le conté de varios clientes que me debían y no me pagaban, me dijo que los iría a ver, «y te aseguro que cobrarás». Rehusé enérgicamente la oferta … y aquellos clientes aún no me han pagado.

Desde tu punto de vista como escritor, ¿qué fue lo que más te interesó de su historia?

La trayectoria humana, el hecho, interesantísimo, que dentro de una familia honrada, de gente «normal», pudiera surgir una persona tan antitética de sus hermanos. He leído, a consecuencia de mi experiencia, varios libros y artículos (por ejemplo, la vida de los dos asesinos de A sangre fría, de Capote, salidos de familias honradas). He llegado a la conclusión de que se trata de personas profundamente diferentes de sus parientes, y de la gente en general, que, llevando las cosas al límite, son incapaces de eludir su «destino», aunque en el destino yo no creo porque estoy persuadido de que la casi totalidad de los humanos estamos dotados de una gran libertad de acción, quiero decir que somos libres de decidir lo que hacemos y lo que no hacemos, y cómo lo hacemos todo. Parreño sabía que su modo de vida, su trayectoria, le había procurado una vida muy desgraciada pero, sin declararlo abiertamente, venía a decir que él «no había podido hacer nada”.

Puedo afirmar que el tiempo que pasó con la mujer de la que estuvo enamorada, Arantxa, fue el único feliz de su vida. Con todo, me atrevería a afirmar que, él mismo, inconsciente, arruinó esa relación, como si, inconscientemente, quisiera volver a la vida desgraciada. Sería muy interesante estudiar este último punto.

Quiero insistir en que José María siempre mostró un gran agradecimiento hacia mí por la ayuda y el interés que había mostrado por él. Fue, para mí, un amigo leal.

Además de A sangre fría, de Capote, tuviste presente algún otro libro durante la escritura?



Como he comentado antes, A Sangre Fría, de Truman Capote me sirvió para dar forma al libro, pero sólo hasta cierto punto. Además ese libro es el doble de extenso que el mío y tiene muchísimo personajes, mientras que Parreño es prácticamente el único en el mío. Como escritor he seguido mucho la obra de Dostoievski (Crimen y Castigo), así como las novelas negras de mi admirado Hennig Mankell, que en paz descanse.

¿Crees que le hubiera gustado el libro a José María?

Leyó el manuscrito y la transcripción en castellano más de una vez y de dos. El libro no contiene ningún pasaje que Parreño no hubiera aprobado.