Elisa Ferrer. Foto: Ivan Giménez.

Elisa Ferrer (L’Alcúdia de Crespins, Valencia, 1983) es escritora y guionista, autora de Temporada de avispas, Premio Tusquets de Novela 2019.

 

¿Somos los que leemos?

Creo que somos muchas cosas. Somos lo que vemos, lo que escuchamos, con quienes nos relacionamos y, en especial, somos las experiencias que vivimos. A través de los libros son muchas las vivencias que experimentamos porque, aunque sea en nuestra imaginación, las vivimos, las sentimos junto a personajes que a veces conocemos mejor que a las personas de nuestro alrededor. Así que sí, somos lo que vivimos, por tanto, también somos lo que leemos.

Un libro de tu infancia:

Momo, de Michael Ende, fue un libro que me voló la cabeza siendo muy niña. La tortuga Casiopea que se comunicaba a través de palabras escritas en su caparazón fue, durante años, uno de los personajes que más me impactaron. También, aunque era pequeña y creía que las horas se extendían ante mí como un chicle infinito, sentí que había algo turbio en los hombres grises que robaban el tiempo a las personas y, por mucho que fueran de ficción, intuí que, de algún modo, existían, hasta que al crecer te das cuenta de que es cierto, de que los malditos siempre estuvieron ahí.

Un libro de tu adolescencia:

Un día en la vida de Iván Denísovich, de Aleksandr Solzhenitsyn, es uno de esos libros que leí en la adolescencia y del que aún tengo imágenes grabadas a fuego, llenas de frío y niebla. Leí la novela en una de esas noches calurosas de València, viento de poniente mediante, en la que no hay manera de dormir y, recuerdo, sobre todo, el termómetro enganchado a un poste que se alzaba en la nieve, ese termómetro que los guardias siempre protegían porque si bajaba unos cuantos grados en el frío glacial propio de un gulag de Siberia, los presos del campo de concentración podrían librarse de trabajar. Pero por mucho que los presos lo miraran, el termómetro nunca, nunca bajaba un grado de los cuarenta bajo cero. Y ese día que narra la novela, como los días que se amontonaban antes en los huesos de los presos, tenían que enfrentarse a sus tareas, trabajos forzados en los que olvidar los guantes debajo de la cama podía ser un error fatal.

Un libro de tu juventud:

Siempre me han gustado mucho los libros de relatos, quizá porque un buen cuento me parece dificilísimo de escribir, y cuando abrí por primera vez «Pájaros de América», de Lorrie Moore, me quedé pegada. Es impresionante como, en unas cuantas páginas, esta autora es capaz de levantar a personajes creíbles, interesantes, auténticos. Me flipa su manera de dialogar porque da la sensación de que escuchas a los personajes, tan de verdad, cada uno con su timbre de voz. Además, Lorrie Moore tiene un don para los finales, no sé cómo lo hace, pero cuando termino de leer cada uno de sus cuentos, me quedo alucinada y tengo que volver páginas atrás para encontrar el truco, para entender dónde está la magia, pero lo único que encuentro al releer es literatura de la buena.

Un libro actual:

Esta es una pregunta muy difícil. Bueno, todas las de este cuestionario lo son… Acabo de empezar Las madres no, de Katixa Agirre, y me tiene enganchadísima. Pero, aunque me cueste, de entre todos los libros buenos actuales que he leído, que son muchos, voy a elegir uno, el que se me ha quedado pegado, el que soy incapaz de quitarme de la cabeza y no paro de recomendar y regalar, Poeta chileno, de Alejandro Zambra. Es un libro que me emocionó porque es capaz de diseccionar las relaciones humanas desde la ternura, la comedia, el dolor, la vulnerabilidad, el orgullo, y que, como la vida, me llevó de la risa al llanto sin que me diera cuenta.

Un libro de siempre:

La señora Dalloway, de Virginia Woolf, es un libro que leí hace años y, desde entonces, siempre me acompaña. Entrar así, de lleno, en la cabeza de Clarissa Dalloway es una experiencia intensa, emocionante, y en ese contraste que existe entre la fachada de mujer feliz, de vida ordenada y el torrente de contradicciones, recuerdos, miedos y deseos que pasan por su cabeza, en ese monólogo interior increíble, se encuentra la grieta por la que a veces, crece la literatura. Es una novela impresionante.

La plaça del Diamant, de Mercè Rodoreda, también ha sido un libro que, como La señora Dalloway, desde que lo leí, ha influido de algún modo en mi escritura. Un libro al que siempre me apetece regresar y cuya protagonista, Colometa, es de lo mejor que ha dado la literatura.

Un libro por leer:

Aquí me voy a permitir responder con dos libros, aunque en realidad son tropocientos los que tengo en la lista de pendientes. Por un lado, tengo ganas de hincarle el diente a Noches azules, de Joan Didion. El año del pensamiento mágico se me quedó clavada desde que la leí, la prosa de esta mujer es fascinante y es capaz de relatar recuerdos dolorosos, como la muerte de su marido y de su hija, desde una serenidad que impresiona y te deja muy tocada, pero creo que ya estoy fuerte para enfrentarme a Blue Nights, en la que Didion habla de nuevo de la muerte de su hija Quintana. La literatura como catarsis, como terapia. También, en esta lista infinita, estoy deseando volver a Maggie Nelson y su Bluets porque esta mujer me enamoró con Los Argonautas, una memoria que a la vez es un ensayo académico, que a la vez es un experimento fascinante, en el que habla de su historia de amor con Harry Dodge, un artista trans. En Bluets vuelve a experimentar con varios géneros y va desde el ensayo académico a la prosa poética. Le tengo muchísimas ganas.

Un libro que no pudiste acabar de leer:

Me cuesta mucho dejar un libro a medias, es como esas noches en las que estás por ahí de fiesta con tu gente y parece que ya no va a pasar nada, que ya es hora de irse a casa, de recoger, pero temes irte y que empiece lo mejor. Hay veces, en cambio, en que el sueño te vence y ya no puedes más y piensas, mira, me lo contáis mañana. Eso me pasó con Los pilares de la tierra, de Ken Follett. Culpa mía por meterme en un libro que, de primeras, ya sabía que no era el tipo de literatura que me gusta… pero acababa de terminar los exámenes de la facultad, estaba cansada y quería leer algo tirada en la playa, sin pensar mucho. Una amiga me lo dejó y me aseguró que me engancharía. Fue leer el primer párrafo y saber que no era para mí… aguanté hasta mitad del libro, que ya es mucho, porque es un buen tocho, y, con todo el dolor de mi corazón, se lo devolví a mi amiga que me lo había dejado, emocionada y segura de que me fascinaría.

Un libro que te gustaría haber escrito:

Hay muchísimos libros que, nada más terminarlos, me llevan a buscar en la solapa la foto de la autora o el autor y la miro fijamente pensando… ¿Por qué eres tan brillante, inteligente, alucinante? ¿Por qué no puedo yo escribir así? Esto me pasó hace un par de años con Las primas, de la argentina Aurora Venturini. Es un libro increíble, original, divertido, triste, cargado de ternura, con una prosa original y bella, en el que la protagonista, una pintora con una ligera discapacidad, cuenta su vida y la de su familia disfuncional, en la que el resto de mujeres, porque aquí apenas hay hombres, también tienen una discapacidad. Es una novela potentísima en la que el drama se narra desde el humor y, lo más alucinante es que la autora la presentó al Premio Nueva Novela Página/12 y ganó. Cuando el jurado abrió la plica esperando encontrar a una autora joven, ahí estaba Aurora Venturini, que acaba de escribir esta belleza con más de 80 años. Alucinante.

Un libro que te gustaría que existiera:

Me habría encantado que mi tía abuela Rosario hubiera escrito sus memorias, pero falleció hace unos años y me dejó con un montón de preguntas sin responder. Nacida en una familia dedicada al ganado, ella empezó a tocar el piano desde muy pequeña porque tenía un talento especial. Se sacó la carrera de piano en el conservatorio y fue profesora de música, vivió una vida muy alejada de que vivieron las mujeres del pueblo en esa época, nunca se casó, viajó muchísimo, fue a miles de conciertos y tuvo una vida alucinante de la que no nos contó ni la mitad. Habría sido genial que, además de tocar el piano, hubiera dejado escritas esas memorias que, seguro, habrían sido mejores que muchas de las ficciones que leemos.

3 cosas que te gustan más que leer:

Me encanta viajar, conocer gente que mira el mundo desde otra perspectiva, verme en situaciones y lugares que nunca habría imaginado. Me gustan muchísimo esas tardes, esas noches, en las que estás tomando algo con tus amigas, con tus amigos, y la conversación es intensa, interesante, y hay una especie de excitación, de emoción en la vehemencia con la que cada uno opina y cuenta sus cosas, como si, por un rato, el mundo pareciera muchísimo mejor de lo que realmente es. Y, sobre todo, soy adicta a ese momento extraño en el que consigues evadirte mientras escribes, meterte de lleno en lo que haces sin juzgarlo, sin corregirlo, sólo disfrutándolo, descubriéndolo a la vez que lo escribes. Me cuesta mucho sentarme a escribir, procrastino, otras veces sufro, otras me juzgo y no avanzo, pero ese momento casi de nirvana en el me evado con la escritura es un disfrute máximo que no soy capaz de explicar con palabras.